Emilce Cuda: “El catolicismo es una teología responsable ante el grito de la Tierra, no un culto mágico”

La secretaria de la Pontificia Comisión para América Latina analiza para ‘Vida Nueva’ el resultado de la Cumbre del Clima y el compromiso de la Iglesia en el cuidado de la Casa común

La secretaria de la Pontificia Comisión para América Latina, Emilce Cuda

La ausencia de Francisco en la Cumbre del Clima de Dubái no significó un mutis por el foro eclesial. Prueba de ello es la participación de la secretaria de la Pontifica Comisión para América Latina, Emilce Cuda. Entre otras demandas, la teóloga argentina ha alzado la voz en la COP28 para condonar la deuda externa de los países empobrecidos a cambio de que en estos se refuerce la protección del medio ambiente.



PREGUNTA.- ¿Con qué sensaciones regresó de Dubái?

RESPUESTA.- Regresé con esperanza, porque soy católica, y los católicos tenemos fe en Dios y confianza en la humanidad. La esperanza es una virtud teologal que nos dinamiza. En el plano eclesial, nos pone en movimiento hacia la vida eterna, y en el plano social -el de la mejor política como nos enseña el Papa Francisco-, nos moviliza a unirnos para salvarnos, es decir, nos vuelve a todos, todos, todos pro vida, por todas las vidas, para todas las especies y para todas las edades de la vida. La humanidad confía en que sus dirigentes puedan hacer los cambios necesarios para salvarla. Nuestra tarea, como católicos, es colaborar en la organización de esa esperanza por la “vida buena y en abundancia” como nos dice Jesús. Hay esperanza, no dejemos que la ambición o el miedo la secuestren. Sigamos adelante sin miedo, como apóstoles. Y mi sensación fue que muchas personas allí, muchas, están dispuestas a trabajar para ese cambio.

Todo conectado

P.- ¿Cree que la voz y las propuestas de la Iglesia se han hecho escuchar a pesar de que el Papa finalmente no haya podido acudir?

R.- En mi opinión, la voz de la Iglesia católica se escucha de muchos modos. No solo estuvo presente la voz del Papa mediante el mensaje escrito que llevó el cardenal Pietro Parolin -muy bien representado y muy bien recibido, por cierto-, y luego por su video mensaje. También estuvo la voz católica  por las voces de otras instituciones y redes católicas que se expresaron mediante los miles de católicos allí presentes -algunos como enviados de Estados, otros representando ONGs, y otros -como en mi caso-, invitados como conferencistas por las Naciones Unidas.

Rescato como puntos centrales, por ejemplo, el vínculo que el Santo Padre establece entre la paz y la ecología. Esto es muy importante, porque la crisis ecológica no es solo ambiental, sino también social. Sus causas son sociales -un sistema económico productivo que mata-, y sus consecuencias son sociales -crisis económicas, endeudamiento externo, desempleo estructural, desplazamientos humanos y calentamiento global-. No se los puede ver separados.

“Todo está conectado”, dice la encíclica Laudato si’. Por eso, entre las muchas voces católicas allí presentes, estaba por Cáritas Internacional que, junto con el Movimiento Laudato si’ y con la plataforma Laudato si, elaboraron un documento titulado ‘Laudate Deum: Actividades de Incidencia orientadas a la COP28. Allí realizan una evaluación global, hablan de la mitigación, de la financiación climática, de pérdidas y daños, de adaptación y del rol de la sociedad civil. Muchos de los participantes, en distintos niveles, hemos hecho referencia a ese documento.

Otra voz presente fue la Red de Justicia y Paz de América Latina. Como secretaria de la Pontificia Comisión, me pidieron que expresara su solicitud de que, al momento de hacer negociaciones, se tuviese en cuenta el canje de deuda externa por cuidados de la Casa común. Rescato esto último porque no se trata de canje de deuda por bonos verdes donde se reduzca a las poblaciones de América Latina a regar las plantas del gran jardín que es la Patria Grande, para que otros sigan contaminando. No somos jardineros. Se trata, justamente, de pensar un sistema diferente que, frente las prácticas extractivistas en todos los niveles y, en el mientras tanto de la transición energética, contemple las dos caras de una misma crisis: social y ambiental.

Una propuesta que se hizo en la COP 28 y que me llamó la atención, fue la que denominan ‘créditos de biodiversidad’, que según parece pretenden tomar en cuenta los artículos 11 y 12 del Acuerdo de París donde se habla de educación y concientización. Si esto fuese realmente así, resulta interesante para lograr finalmente y rápidamente el cambio productivo que, como todo cambio, o viene de abajo o no viene. Eso significa que, sin la presión social nada cambiará. En ese sentido, un cambio urgente en la educación y capacitación, en todo los niveles y en todas las edades -algo que también propuso en su momento la Comisión Mundial de la Organización Internacional del Trabajo por el futuro del trabajo-, y eso es innegociable. Ahora: ¿irán esos denominados nuevos créditos de biodiversidad a satisfacer ese fin? No lo sé, tendría que interiorizarse más y saber de qué se trata.

Pesimismo derrotista

P.- Si no se hubiera puesto fecha para poner fin al uso de combustibles fósiles como exigían la Santa Sede y la Unión Europea, ¿se hubiera dado por fracasada la Cumbre de Dubai?

R.- Sin lugar a dudas, el fin del uso de los combustibles fósiles, como pide la Santa Sede y la Unión Europea, es la meta. La situación es dramática y urgente. En consecuencia, el cambio debe ser inminente. La vida está en juego. La urgencia es vital. Por eso mismo, la esperanza es lo último que se pierde. Por mi parte, considero prudente no hablar de fracaso, alimentando el pesimismo derrotista y dando vía libre a la narrativa negacionista de la crisis ecológica socio-ambiental. Es importante destacar el gran trabajo que está haciendo el Dicasterio de Desarrollo Humano Integral, bajo la dirección del Cardenal Michael Czerny, para llevar la voz del actual magisterio social a los gobiernos, las universidades, las Iglesias particulares y los organismos internacionales. Ese trabajo dicasterial da mucha esperanza.

P.- ¿Considera que estamos en un punto de no retorno en la lucha contra el cambio climático?

Soy doctora en Teología Moral Social. No soy ambientalista ni economista. Como teóloga, como católica, como parte del Pueblo de Dios, como hija de la Iglesia Latinoamericana le diré que siempre es posible porque, como nos dice San Pablo: “Donde abundó el pecado, sobreabundó la gracia”. Pero, cuidado, los seres humanos somos colaboradores del creador. La Creación que Dios nos donó para cuidar y desarrollar responsablemente es una tarea irrenunciable para cada uno de nosotros. El catolicismo es una teología responsable, no un culto mágico. La Doctrina Social de la Iglesia es el grandioso monumento que la religión católica aporta a la historia de la humanidad. Un monumento construido en la historia, y que el Papa Francisco ha ‘aggiornado’ con el grito de la tierra.

P.- ¿Qué les diría a los negacionistas católicos que consideran que el Cuidado de la Casa común es una proclama accesoria, prescindible y política?

R.- Prefiero dialogar con los católicos y con los hermanos y hermanas de otras religiones cristianas y no católicas conscientes de la gravedad de la situación. Rezar juntos. Confesar un mismo credo en Dios Padre Creador, dador de la vida, providente y misericordioso, salvador de la creación. Rezar juntos y discernir juntos, como lo hemos hecho en dos paneles en la COP28, donde llamamos a la creatividad, a ser creativos, a pensar creativamente nuevos modos económicos y educativos que garanticen la vida buena y en abundancia para todos.

Por mi parte, el aporte allí fue llevar la voz de la ICMC (Comisión Católica Internacional para las Migraciones), cuyo programa “El Futuro del Trabajo. La labor después de Laudato si’” -del cual participo-, propone este lema: “Trabajo es Cuidado-Cuidado es Trabajo”. ¿Qué tiene que ver el trabajo con el cambio climático? Mucho y todo. El trabajo es cuidado o es explotación. El trabajo es el primer organizador social. Sin trabajo no es posible la mejor política como diálogo social entre parte de una comunidad organizada. El Papa Francisco nos dice “El gran tema es el Trabajo” (FT 132). El trabajo digno es creatividad, y la creatividad nos hace imagen y semejanza de un Dios que trabajó seis días y uno descanso para crear este mundo al que vio como muy bueno. Por eso, la propuesta del diálogo interreligioso por una justicia socio-ambiental, con los hermanos en la fe fue: trabajo creativo, trabajo como cuidado.

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