La COP28 se cierra con la apuesta por una “transición” ecológica (con claroscuros)

  • El acuerdo final marca una hoja de ruta, “equitativa y ordenada”, por la que no habría combustibles fósiles
  • Eduardo Agosta lamenta que, mientras la mirada se posa “principalmente en el carbón, no mencionan el petróleo ni el gas”
  • Se favorece la energía nuclear, lo que “podría ser ‘tolerado’ transitoriamente como un ‘mal menor’, a la espera de mejores tecnologías”

Cumbre del Clima de Dubái, COP28

El gran titular de la Cumbre del Clima de Dubái (30 noviembre-12 de diciembre) es que esta COP28 de la ONU se ha cerrado con un acuerdo final en el que, contando con un amplio consenso, se insta por primera vez a la comunidad internacional a emprender una “transición” en la que, desde una hoja de ruta “equitativa y ordenada”, se ponga fin a los combustibles fósiles. Así, gracias a la adopción de “acciones” concretas a lo largo de “esta década crítica”, se ha de “conseguir el cero neto en 2050”.



En este sentido, se reconoce “la necesidad de reducciones profundas, rápidas y sostenidas de las emisiones de gases de efecto invernadero”. Para ello se pide a los países “que contribuyan a los esfuerzos mundiales”; eso sí, adaptándose a “sus diferentes circunstancias, trayectorias y enfoques nacionales”.

Triplicar la energía renovable

De este modo, se trata de aplicar en la práctica la gran apuesta que se dio en el Acuerdo de París, en la COP de 2015, y que se quedó en buena parte en papel mojado en las siguientes cumbres climáticas. Así, se apuesta por “triplicar la capacidad mundial de energía renovable y duplicar la tasa media anual mundial de mejora de la eficiencia energética para 2030”.

El carmelita argentino Eduardo Agosta, miembro de la Delegación de la Santa Sede en la COP28 de Dubái, valora lo positivo del acuerdo final, pero señala claroscuros que pueden retrasar o bloquear en la práctica su aplicación. Especialmente cuando se habla de la “demanda”, “dejándose abierta la posibilidad de que, habiendo necesidad de combustibles fósiles, entonces necesitemos seguir produciéndolos”. Y es que, aunque se plantea “la implementación de tecnologías de captura y almacenamiento del carbono”, “se sabe ya que no es una solución efectiva para la crisis climática”.

Una gran laguna

Además, advierte que, mientras la mirada se posa “principalmente en el carbón, no mencionan el petróleo ni el gas”. En consecuencia, “la eliminación de los combustibles fósiles solo se centra en el sector energético”, siendo esta una gran “laguna” que hace “ineficiente” buena parte del acuerdo, pues “no se reconoce la necesidad de poner fin a la expansión y tampoco hay un vínculo suficiente con la financiación de la eliminación para los países en desarrollo”.

Otro punto significativo del acuerdo final es que, cuando se llama a “acelerar las tecnologías de emisiones nulas y bajas”, se incluye, entre otras, “la energía nuclear”. Aquí, Agosta se muestra cauto: “Personalmente, no estoy de acuerdo con la energía nuclear, por los problemas que trae, que no son pocos y sí muy serios… Pero, desde el punto de vista de la doctrina social de la Iglesia, podría ser ‘tolerado’ transitoriamente como un ‘mal menor’, a la espera de mejores tecnologías”.

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