Argentina: Oscar Ojea sobre la declaración de las bendiciones

El presidente de la Conferencia Episcopal Argentina indicó que la Iglesia debe estar presente ante las necesidades de las personas y no privarlas de este regalo de Dios

El obispo de San Isidro y presidente de la Conferencia Episcopal Argentina, Oscar Ojea, quiso hablar en su primera reflexión del año sobre las bendiciones, especialmente la referida a la del Dicasterio para la Doctrina de la Fe, Fiducia supplicans.



Después de mencionar el texto del libro de los Números: “El Señor los bendiga y les muestre su rostro”, en el que los sacerdotes israelitas bendecían a su pueblo, estimó que en la declaración se refleja la experiencia pastoral del papa Francisco, quien desde allí hace teología. “A veces, a algunas mentes les cuesta entender esto”, dijo.

Manifestó que el documento tiene que ver con redescubrir y revalorizar el sentido de las bendiciones. Especificó que cuando deseamos el bien o algo bueno, decimos “que te vaya bien” o “que tengas suerte”, “que te salga lo mejor”. Del mismo modo, cuando pedimos que Dios nos bendiga, pedimos que El derrame esa bondad, a través de gracias, sobre aspectos de nuestra vida que necesitamos iluminar.

Experiencia de pobreza y necesidad

Contó que es maravillosa la experiencia que tiene cuando realiza bendiciones en la calle, en los parques, en las estaciones de trenes, en lugares públicos con mucho movimiento de gente: “Es conmovedor ver filas de personas que más allá del tiempo que apremia se detienen para recibir la bendición. Ven una imagen de la Virgen y se detienen en silencio. Hacen su oración y luego piden la bendición al ministro”.

Ojea señaló que para pedir la bendición es necesaria una verdadera experiencia de pobreza y también una necesidad del corazón: “Señor, te necesito, necesito que ilumines… esta necesidad que tengo… quiero bendecirte, quiero darte gracias”. Porque la bendición tiene también un sentido ascendente: damos gracias a Dios, lo bendecimos y lo alabamos.

Agregó que muchas veces agradeció al Señor ser testigo de ese silencio íntimo, de un momento privilegiado entre Dios y el corazón de mi hermano. “Pedir la bendición refleja una profunda necesidad de Dios. ¿Cómo justamente la Iglesia va a estar ausente de esa necesidad?”, aseveró.

Experiencia de rechazo y abandono

Comentó que cuando alguien pide la bendición jamás pregunta si está casado por la Iglesia o cuál es su condición sexual. “Negar la bendición sería vivido como una profunda experiencia de rechazo. Una experiencia brutal de abandono por parte de la Iglesia que tanto mal nos ha hecho y que ha alejado a tantos hermanos y hermanas”, afirmó.

Asimismo, indicó que vivir una situación irregular o en una unión homosexual no oscurece muchísimos aspectos de la vida de las personas que buscan ser iluminadas con una bendición. Recibirla significa que se convierte en el mayor bien posible para estos hermanos: dispone a la conversión.

El titular del episcopado cree que aquellos obispos y ministros que están en desacuerdo con la  Declaración no han vivido esta experiencia de bendecir en el contexto de la piedad popular o no hayan tenido este diálogo previo donde se experimenta la necesidad de la misericordia de Dios. 

“La Declaración no da lugar a la confusión. Distingue perfectamente el ámbito litúrgico donde se da un sacramento, del ámbito de la piedad popular. Confundir esta bendición con un permiso o con una aprobación a un estilo de vida sería un reduccionismo y sería negar la necesidad de bien que tienen aspectos de la vida de las personas”, afirmó Ojea. Tal como expresa el Papa, la Iglesia no es una aduana, no es controladora.

Por eso, finalmente expresó, al comenzar este año tan necesitado de bendición, no privarnos de ella que es un verdadero regalo para el santo pueblo fiel de Dios.

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