Presidente general de JEC

Una ley orgánica de educación con sentido


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Hoy comienzan las Jornadas de Pastoral Universitaria en Santiago de Compostela sobre ‘¿Cómo descubrir y desarrollar la vocación personal en la universidad?’, un espacio en el cual nos juntamos las personas que trabajamos con procesos de jóvenes estudiantes y hacemos pastoral para (con) universitarios y universitarias. Buscamos compartir ideas, sensaciones y prácticas que nos hagan acompañar el estudio universitario, el que configura a los futuros profesionales y “prepara” para el mercado laboral al que serán lanzados.

Adelantándome a los acontecimientos, auguro que volveré a destacar por mi juventud, pero de esto ya hablamos la semana pasada, sigamos con el estudio. En estos días, la actualidad es la ‘Propuesta para la modificación de la Ley Orgánica de Educación’ que realiza el partido que gobierna con el fin de introducir mejoras en el actual sistema educativo. Como cada propuesta, no está exenta de críticas y muchas de ellas de nuestra querida comunidad eclesial.

Propuesta de ley

El sistema educativo me pilla cerca: estudio un posgrado, hace 2 años acabé la carrera, hace 6 el instituto… y me cuesta saber cómo funciona en la actualidad, pues en tan poco tiempo se han realizado más de 2 reformas educativas, que dejan a uno un poco descolocado.

Que pena me da que no seamos capaces de sentarnos todos los agentes implicados (jóvenes estudiantes también, insisto que no es locura) para establecer una única regulación educativa que vaya más allá de política y partido que introduce cada año propuestas radicalmente nuevas, que desestabilizan e impiden el avance de la sociedad, la cual tiene como pilar fundamental la educación.

La propuesta tiene aspectos interesantes como el fomento de la formación profesional o la orientación al que abandone. Por el contrario, no creo que acierte en cuanto a la materia de Religión y, ojo, no por el simple hecho de ser católico la defiendo en batalla, tenemos que estar dispuestos a cambiar y a ser honestos con lo que predicamos.

No debemos aislar a la juventud de cualquier materia, mas allá de unos valores cívicos y éticos, que le facilite desarrollar su espiritualidad y conocer la historia de las religiones que nos configuran como sociedad. Necesitamos más que nunca espacios propicios para fomentar el diálogo con lo profundo, siendo los centros de estudio donde se configure a las personas. Y de esto ya hay propuestas cercanas que no estaría de más echar un vistazo (ojo, no solo el Gobierno).

¿Con sentido?

Desde la JEC siempre nos hemos hecho unas preguntas que suponemos la base de nuestro ser estudiante: ¿Por qué estudiamos? Y ¿para quién estudiamos? De esta manera, vamos creando una vocación que va más allá de lo que estudie y lo bueno que sea, si no que prioriza el sentido de todo lo que hacemos, que, desde nuestra visión cristiana no es otro que utilizarlo para el servicio.

En los últimos cursos de bachillerato y universidad lo planteamos para adquirir una visión crítica de los criterios que habitualmente imperan en la toma de estas decisiones (presión del mercado laboral, influencia familiar…) e incorporando otros que ayuden a tener un planteamiento más solidario, maduro, responsable, coherente y humanizador de los estudios presentes y la profesión futura.

Esta forma de entender mi estudio me ayudaría a desarrollar mi vocación personal, y para eso necesitamos una ley educativa que se mantenga en el tiempo, que ayude a los jóvenes a ver el sentido a todo lo que hacen y que hagan lo que hagan el fin siempre deba ser estar al servicio de la sociedad. Esto no se consigue solo, requiere esfuerzos y que nos pongamos a ello. Aquí, gobierno e Iglesia, tenéis a un joven que estaría dispuesto a trabajar por una educación con sentido.