Tribuna

Sí hay vocaciones, pero…

Compartir

Nos acercamos al Día del Seminario. El día en el que las diócesis permiten que todo el mundo se acerque a los seminarios. La cuestión es, ¿para ver qué?



La vocación bautismal

Cada vez menos jóvenes –y no tan jóvenes– deciden entrar en los seminarios. Por supuesto, las causas de ese bajo acceso siempre las buscamos fuera: sociedad consumista, falta de compromiso por parte de los jóvenes, matrimonios con menos hijos y, por lo tanto, falta de posibilidades…

Durante estos días escucharemos hablar de los jóvenes que sí entran en los seminarios, como si fueran unos héroes. Son los que siguen “la vocación”, los que van contracorriente, los valientes, los decididos. Hacerles sentir distintos desde que ponen un pie en el seminario es totalmente erróneo. Siguen su vocación bautismal como otras muchas personas siguen otras vocaciones bautismales. Sencillamente. No son más por tener esa vocación concreta. Tampoco menos.

Seminario Propedéutico Nacional San Juan Pablo II

Una Iglesia sinodal

Nuestros seminarios conciliares que, por cierto, se llaman así por el Concilio de Trento y no por el Vaticano II, están llamados a una profunda conversión a la lógica del Reino (RS14, b) y, con ellos sus habitantes. En esa transformación, no deberían estar implicados solamente los obispos y responsables de la formación. También en la Relación de Síntesis de la pasada Asamblea del mes de octubre de 2023, se invita a incluir en ella “la sabiduría de los sencillos en una alianza educativa que es indispensable para la comunidad. Este es el primer signo de una formación entendida en sentido sinodal” (RS 14, c).

Porque la formación, el bienestar en todos los sentidos de todos los miembros del pueblo de Dios, es tarea de todos. Todos somos prójimos de todos y, “la formación para una Iglesia sinodal requiere que se emprenda en clave sinodal” (RS 14, f).

Dice el teólogo y filósofo Tomáš Halik, que todo lo que está vivo está en permanente cambio y que hoy podemos sentir el mal olor de las formas muertas del cristianismo.

Tal vez, entre esas formas muertas del cristianismo, esté el hecho de seguir pensando que determinadas personas no pueden tener vocación sacerdotal por varios motivos. ¿No será ya hora de pensar si el Espíritu no estará suscitando vocaciones para este u otros ministerios que, en nuestra estrecha mirada no entran, por el tipo de personas que las reciben?

Solo diferentes

Sí. Por supuesto que hay vocaciones a muchas formas de vida en la Iglesia, evidentemente también a la sacerdotal. Lo digo porque lo veo, porque hablo con muchas personas, porque escucho su sufrimiento, su soledad, su no sentirse persona porque no son iguales a la mayoría, sino diferentes. Ni mejores ni peores, solo diferentes. ¿Quién puede creer que el Espíritu, tan libre él a lo largo de la historia de la Iglesia, tenga preferencia sobre algunas personas frente a otras para darles la vocación sacerdotal?

Dejemos de crear cada día nuestro particular salmo de las lamentaciones vocacionales y abramos nuestra mente, nuestro corazón, y nuestro pobre espíritu a lo que el Espíritu nos está diciendo desde hace mucho tiempo. Dejemos nuestra miopía espiritual aparcada y aprendamos a mirar lo diferente, lo distinto como posibilidad, no como amenaza.

Pensar desde despachos, sacristías, y peceras propias cómo conseguir más vocaciones es cerrarse a la novedad del Espíritu. Hay que salir a mar abierto donde el Espíritu sopla dónde, cómo, y sobre quien quiere.

Porque si no vamos dando pasos, la pregunta que deberemos empezar a hacernos no será sobre la falta de vocaciones, porque vocaciones hay, pero, ¿no será que no hay Iglesia para algunas vocaciones?