Óscar Silva se ha dedicado toda la vida a la venta ambulante. Es un laico de andar por casa y no ocupa cargo en ningún dicasterio del Vaticano, pero el Papa cuenta con él. Son amigos desde antes de que Francisco vistiera de blanco, cuando era arzobispo de Buenos Aires.
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“Tomábamos mate muchas veces, me llamaba por teléfono para que le visitara en su domicilio al lado de la catedral y allí comentábamos la realidad política, del trabajo y de las necesidades de la gente”, cuenta a Vida Nueva este argentino que encabeza SIVARA, el Sindicato de Vendedores Ambulantes de su país. Acaba de pasar por Roma para participar en un congreso para celebrar los diez años del pontificado de Jorge Mario Bergoglio organizado por el Instituto de Diálogo Interreligioso, un ente que busca acabar con la polarización en Argentina a través del trabajo conjunto de las diversas realidades espirituales.
Durante los años que el sindicalista lleva buscando la regularización de los comerciantes en la vía pública, ha pisado “las alfombras más importantes y el barro más cruel”. Son 54 los países que ha visitado en total, solo cinco menos que Francisco en sus viajes apostólicos, pero nunca había sido recibido en el Vaticano hasta ahora, una idea que “entusiasma” a los afiliados. “El Papa siempre nos ha dado respaldo, pero, a nivel internacional, nunca habíamos tenido una reunión como esta. Los compañeros realmente se han sentido bendecidos por él”, presume.
En su encuentro privado, Francisco celebró con Silva su antigua amistad y le preguntó acerca de lo mismo que ya le preocupaba en Buenos Aires: la situación del gremio. “Le dije que es un poquito mejor que antes, pero que nos queda un gran esfuerzo por hacer”, contesta el secretario general de SIVARA. Aunque no fue su único tema de conversación. También hablaron sobre su rodilla, de la recuperación de su infección respiratoria y de sus más que anunciados planes de viaje a Argentina. “Está mejor, se está reponiendo bien, está contento y quiere ir el año que viene”.
Contacto estrecho
Desde sus días al frente de la archidiócesis porteña, y ahora como Papa, tiene un ojo atento a la gente que se gana la vida vendiendo en la calle. “Siempre tuvo contacto con el sindicato y, en todo momento, ha mantenido un apoyo total a nuestras luchas, la lucha de los que más lo precisaban”, revela Óscar Silva. De hecho, Bergoglio llegó a bendecir una de las primeras sedes que la organización tuvo en sus albores.
El sindicalista matiza que su organización no busca la confrontación ideológica, sino la progresiva adquisición de derechos de trabajadores hasta ahora en situación irregular. “Hemos ido logrando, a través del diálogo, cosas importantes como reglamentaciones, ordenanzas y acuerdos”. Cuenta, por ejemplo, cómo consiguieron la colaboración de la Administración en la venta del choripán, un popular bocadillo argentino que arrasa a la salida de estadios deportivos o boliches, es decir, discotecas.
