Misioneros extraordinarios en lo ordinario: José Luis Mumbiela, ¡Kazajistán es mi misión!

El sacerdote oscense José Luis Mumbiela llegó a Kazajistán en 1998, con menos de 30 años, siendo designado por Benedicto XVI, en 2011, obispo de la Santísima Trinidad, en Almaty. Pese a los años transcurridos, sostiene que “la inculturacion es un proceso siempre abierto”. Y mucho más en un país tan particular como Kazajistán, donde “las diferencias generacionales están caracterizadas por mostrar unos elementos culturales políticos y sociales muy diversos: del comunismo al capitalismo; del ateísmo oficial a una paulatina islamizacion….”. De ahí que “la necesidad de adaptación por parte de los pastores es continua”.

De ahí que, más que de “in-culturizacion”, Mumbiela prefiere hablar de “in-personalización”. Entendida esta por “escuchar y atender a cada persona teniendo en cuenta sus peculiaridades personales. Cada persona es un mundo. La nuestra es una pastoral muy ‘personalizada’”.

Regalos humanos y espirituales

En estas dos décadas con los kazajos, Mumbiela ha recibido “muchos beneficios humanos y espirituales: el alto sentido de la hospitalidad, el cariño y respeto a las personas mayores, la paciencia ante situaciones adversas, la ‘inmediatez’ del encuentro con Cristo y el misterio de nuestra fe debido a la ausencia de costumbres culturales o folclóricas propias de países de tradición católica”.

Otro elemento que le interpela es el saberse miembro de una minoría: “Hay que reconocer que, en nuestra situación, la carencia de una experiencia tan rica y variada como la de la Iglesia española te limita a la hora de poder mostrar las grandes posibilidades que nuestra fe ofrece para desarrollar tu experiencia como creyente”. Eso sí, inquiere, “una cosa que la Iglesia de Kazajistán podría recordar a la española sería el entusiasmo por crecer y transmitir nuestra fe a los que no la conocen. Aquí, los propios fieles invitan a sus familiares, amigos y conocidos. Hay un deseo común de que otros también conozcan nuestra fe. El respeto a las otras creencias no es obstáculo para dejar de ‘contagiar’ la alegría de nuestra fe”.

Ayuda desde España

Precisamente, la mucha ayuda que recibe desde España por parte de particulares y de instituciones civiles y eclesiales (económica, pero, como insiste, también de la que brota “del cariño y la oración, que llegan allí adonde el dinero no alcanza”) refleja “un signo positivo y cargado de esperanza”, muestra de “una Iglesia generosa, que es aquella que ama”.

La de España, reconoce, “es ahora una Iglesia en tiempos de prueba, pero también una Iglesia llena de Dios, pues tiene todos los talentos y dones necesarios para seguir siendo motivo de alegrías y esperanzas”. “Tenemos que seguir rezando –cierra Mumbiela– para que el Señor regale a sus fieles los pastores que necesitan. No todos deben ser iguales ni actuar del mismo modo, pero deben entregarse totalmente al servicio de sus fieles”.

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