Luis Miguel Muñoz Cárdaba: “Hace falta invertir en Sudán para pacificar y estabilizar”

Luis Miguel Muñoz Cárdaba, nuncio en Sudán y Eritrea

Sudán vive un momento decisivo. Tras una revolución popular que acabó con 30 años de dictadura militar e islamista, el nuevo Gobierno de transición trata de sentar las bases para un futuro democrático. Así lo constata el nuncio en este país y Eritrea, el español Luis Miguel Muñoz, tras algo más de un año sobre el terreno. Se van dando pasos en el buen camino, pero afronta dos retos principales para lograrlo: “La pacificación del país y la recuperación económica”.



PREGUNTA.- ¿Cuál es la situación en Sudán?

RESPUESTA.- Sudán está en periodo de transición. La gente de la calle hizo una revolución para cambiar el régimen dictatorial en que vivían, bajo la Sharia, porque quería respirar libertad. Fue una revolución, sobre todo, de Jóvenes. La mayoría de la población de Sudán es mulsulmana, pero muy tolerantes, todo lo contrario que la dictadura que vivían. Por otro lado, el país se encuentra inmerso en una crisis económica brutal, y, aunque el año pasado se firmaran acuerdos de paz con casi todos los grupos rebeldes, deben implementarse y extenderse a los que aún no han firmado…

P.- ¿Y el nuevo Gobierno?

R.- Se ha creado un Consejo Soberano, que estará presidido por un militar los primeros meses. Entre sus miembros hay dos mujeres, una musulmana y una cristiana copta, lo que demuestra una intención de cambio importante. Luego el Gobierno, formado por civiles y varios militares, con el primer ministro, el economista independiente Abdalla Hamdok, al frente. Tras los acuerdos de paz con los rebeldes se ha incluido a representantes de estas fuerzas. Están avanzando en el reconocimiento de derechos, reconduciendo la economía, esperando llegar a un futuro democrático, aunque las elecciones, previstas para 2022, se han pospuesto.

Pacificación total

P.- ¿Es la economía el principal reto del país?

R.- Sí, junto con la pacificación total. Es cierto que la situación de Sudán es diferente a la de Sudán del Sur, pero, como dije antes, siguen quedando grupos rebeldes activos y existen tensiones en Darfur y en la frontera con Etiopía. En Sudán, siendo un país tan pobre, hay más de un millón de refugiados, la mayoría de Sudán del Sur, pero también etíopes y eritreos.

P.- Se percibe una situación complicada…

R.- Mucho. En Navidad visité varios campos de refugiados del sur y ha sido una de las experiencias más fuertes de mi vida: 80.000 personas, la mayoría niños, sin agua corriente, sin electricidad, con un futuro incierto… Muchos de estos niños han nacido en esos campos, no han conocido otra cosa fuera. No tienen esperanza de volver al hogar. Muchos ni siquiera tienen un hogar al que volver.

P.- ¿El coronavirus ha complicado más las cosas?

R.- Algo más, aunque mucho menos que otros lugares como España. En las ciudades es el único lugar donde podría analizarse el impacto de la pandemia, pero la mayoría de la población vive en aldeas con una elevada mortalidad, tanto infantil como juvenil e incluso adulta, con muchísimas enfermedades diferentes y es muy difícil valorar con un mínimo de certeza las víctimas por este virus… Aquí se tiene la percepción de que es una enfermedad ‘de blancos’ y no existe mucha preocupación por la pandemia. Por ejemplo, La Santa Sede ayudó enviando mascarillas, pero la población es muy reacia y las usa muy poco.

P.- ¿Las cumbres internacionales que se han celebrado en París serán clave para el futuro de Sudán?

R.- Ojalá que sea un hito importante para el futuro del país. Es fundamental reflotar la economía porque, a pesar del deseo de libertad de esta gente, los estómagos vacíos pueden llevar a renunciar a ella a cambio de alimento.

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