José Antonio Rosas: “La contribución de la Academia de Líderes Católicos es generar espacios de encuentro y diálogo”

El director general analiza la expansión de la institución en el momento actual que vive la Iglesia chilena

Presente en 14 países de América Latina, la Academia de Líderes Católicos ha tenido un fructífero crecimiento, desde su nacimiento en Santiago de Chile. Su fundador José Antonio Rosas (mexicano, 47 años, casado, 4 hijas, cientista político) vivió una conversión pastoral, como la llama, desde la militancia política en la ultraderecha a su actual postura de propiciar el encuentro y fomentar la formación y el acompañamiento desde la fe para nutrir la acción política de los católicos en la ideología o partido político que adopten. “En la misma fe puede haber distintas respuestas políticas”, dijo en conversación con Vida Nueva, en Santiago.



PREGUNTA.- ¿Qué motivó la creación de la Academia?

RESPUESTA.- En 2006 yo vivía en Chile y viví el primer estallido social, el de los estudiantes secundarios, con mucha fuerza, pero con ausencia de cristianos. Me llamó la atención que esto ocurriera en un país cuya tradición era que los movimientos de transformación social eran animados por cristianos. Paralelamente, se realiza el Congreso de Católicos y Vida Pública, en la Universidad Santo Tomás, en el que participé. Yo tenía experiencia de escuelas de formación de cuadros políticos en México, en política, no en partidos políticos.

Política, católica y plural

En ese Congreso me hice amigo del secretario general de esa Universidad, con quien compartimos la queja por la ausencia de líderes católicos en el movimiento estudiantil. Ahí nace la idea de hacer una Escuela de Líderes para formar jóvenes secundarios que lideraran, en ese momento, el movimiento social. Nació con tres intuiciones, que luego fueron definitivas: que estuviera orientada a formar para la política; que fuera católica; y que fuera plural. Al llegar a Chile me impactó que hubiera católicos en la derecha y en la izquierda, por esto desde su fundación invitamos a católicos de todos los sectores a dar su testimonio. Y así fue creciendo.

P.- ¿Por qué ‘católica’?

R.- Fue intuición inicial, que hoy día en la Academia, con mayor claridad, tenemos como valor. Creemos que se puede ser buen católico en la derecha, en la izquierda o en el centro y que no hay un partido de la Iglesia. El proyecto de la Academia es formar católicos para todas las opciones políticas.

Nacer como escuela de líderes católicos la salvó de irse a la derecha o la izquierda; además por ser católica se la entregamos a los obispos. Esto salvó que no fuera una escuela de líderes humanistas o republicanos, solo para algunos.

P.- ¿Cuál es tu diagnóstico de la formación actual en los laicos de Chile?

R.- A la ausencia de presencia cristiana en el movimiento del 2006 se le suma ausencia cristiana en la vida pública. Mi diagnóstico era que la iglesia chilena dejó de formar en el compromiso social y político, no en los últimos 10 años, sino mucho antes. Ese diagnóstico hoy es el mismo en todo el continente. Hay pocas experiencias de formación en Doctrina Social de la Iglesia (DSI), y muchas de ellas con esquemas del pasado, de una época que es muy distinta. Pero experiencias de formación política desde el ámbito eclesial prácticamente no hay. La Academia ha venido a llenar ese espacio. Las que hay lo hacen desde una ideología determinada o sus contenidos son preconciliares.

P.- ¿Cómo llenan ese espacio?

R.- En la Academia pensamos que hay que juntar gente diversa, desde la derecha hasta la izquierda; segundo, partir de un encuentro personal, la Iglesia está para acompañar personal y pastoralmente, no en su condición de políticos, sino en la de personas y cristianos que tienen un rol político. Ese acompañamiento les debe permitir tener una vida de fe, en la que se nutren. En la misma fe, puede haber distintas respuestas políticas.

Hay una crisis muy fuerte por la gran ausencia de formación en política y por la distancia que muchas personas de la Iglesia ponen a la política. Algunas iglesias locales, si lo hacen, es para tratar de impulsar un proyecto político. Creo que Francisco no va por ahí.

La formación es un proceso

P.- ¿Cuál es la acción política que ustedes esperan con su formación?

R.- La formación es un proceso. No basta egresar de un curso para estar formado. Nosotros acompañamos en ese proceso a católicos para la vida pública, es decir que actúen en sindicatos, organizaciones sociales, gremiales, populares; pero especialmente nuestro proyecto es que se metan en la vida política, en sentido estricto.

Francisco, en ‘Amoris Laetitia’, nos dice que la iglesia no está para sustituir conciencias, no está para reemplazarlas, sino para formar conciencia. Lo que nosotros buscamos es formar en una antropología cristiana, con los principios de la doctrina social de la iglesia, pero no diciendo lo que cada uno debe hacer, sino formar en el discernimiento.

P.- Pero al proponer la DSI estás proponiendo una mirada concreta que incluye bien común, justicia social, solidaridad. Aquí hay opción

R.- Estoy de acuerdo, pero yo me refiero y acentúo, frente a lo que suele ocurrir hoy, que no podemos favorecer sólo una postura política. Tenemos una antropología cristiana que sustenta la DSI. Nos gusta decir en la Academia que el hombre es un ser personal comunional, un individuo que se abre a vivir en comunidad, pero en su aplicación práctica esto no tiene una única forma.

P.- ¿Dan algún contenido específico hacia ámbitos tales como el trabajo?

R.- Sí y no. Tenemos una malla curricular en un itinerario con tres dimensiones de formación. En la intelectual están desarrollados los diversos ámbitos en los que actuamos. Sin embargo, no tenemos programas específicos para lo sindical, por ejemplo. Sí los tenemos para el mundo popular, para la educación y para la mujer. Queremos fomentar varios movimientos feministas desde la experiencia cristiana.

P.- ¿Hay seguimiento a quienes han participado en sus cursos?

R.- En Chile tenemos unos 6.000 egresados en un proceso creciente que detuvo el estallido social, la crisis eclesial y luego la pandemia. Estuvimos en 17 diócesis, después de este invierno, hoy estamos en 4. Cada semestre teníamos entre 500 y 700 muchachos de todo el país. Hoy las cifras son mínimas. La Academia no es un movimiento, es una plataforma de formación. Quien pasa por la Academia, no se queda en ella, más bien deben integrarse en su propio medio. El seguimiento más personalizado lo delegamos en las diócesis, es allí donde se produce el vínculo con la Iglesia.

Renovación en los pastores

P.- ¿Cómo ves la iglesia en Chile después de la crisis de los abusos, las manifestaciones sociales y la pandemia?

R.- Pienso que no ha salido del invierno que se inició con la crisis de los abusos: se ha acentuado la disminución del clero y de participación. Es una iglesia atemorizada, con miedo para entrar al debate público. La veo arrinconada, que necesita que aparezca un líder, como el cardenal Sturla en Montevideo. Un hombre a quien en la calle le llaman por su nombre. La Iglesia en Chile tiene que renunciar a tener la supremacía moral, tiene que bajar, hablar de tú a tú. Tiene que haber un proceso de renovación en los pastores, los obispos recibieron un fuerte cuestionamiento, en algunos casos muy injusto. Además, se generaliza y aparecen todos en el mismo saco.

P.- ¿Qué aporte puede hacer la Academia en ese contexto?

R.- Nuestro aporte es formar laicos católicos que se inserten en la política, con la mística del sembrador. Ir de uno en uno, tocar puertas, no agobiarse con los números, sino actuar con los que vengan. Hay que ayudar a la iglesia chilena, a todos los bautizados, a perder ese miedo. Nuestro aporte es abonar a una cultura del encuentro porque la polarización en Chile ha crecido mucho, también en la iglesia. Obispos que sólo aceptan a quienes están de su lado, abonan la polarización. Nuestra mayor contribución es generar espacios de encuentro y diálogo. Este es nuestro desafío en los próximos años.

P.- ¿Les ha apoyado los obispos en Chile?

R.- Cuando empezamos en Chile nos acusaron de ser de ultraderecha, con razón, por mi historia personal. Hubo obispos que nos investigaron. Hubo otros que nos respaldaron y pusieron paños fríos y eso ha permitido el crecimiento de la Academia que, este año se fundará en Harvard con un programa para estudiantes, en inglés. El año pasado se abrió en Madrid y desde allí irradia a Europa. No exagero si digo que hoy somos un referente internacional en la formación política de católicos. Por esto quiero agradecer públicamente al cardenal Jorge Medina, que en paz descanse; al cardenal Ezzati, y a los obispos Felipe Bacarreza, Alejandro Goic y Santiago Silva. Estos 5 obispos nos ayudaron a que esta experiencia eclesial no muriera y así ha podido llegar a ser lo que es hoy.

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