Curas en serie (y en serio)

  • ‘Los enviados’ se consolida en las plataformas televisivas estrenando una segunda temporada con dos sacerdotes enviados por Doctrina de la Fe como protagonistas
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Serie Los enviados. Luis Gerardo Méndez y Miguel Ángel Silvestre

Vuelven ‘Los enviados.’ La serie creada por Juan José Campanella (Buenos Aires, 1959) se consolida en las pantallas. Prueba de ello es que estrena segunda temporada, repite éxito, llega a Galicia y confirma la mirada plena de humanidad hacia sus protagonistas: los sacerdotes que encarnan Miguel Ángel Silvestre y Luis Gerardo Méndez. Es decir, el español Simón Antequera y el mexicano Pedro Salinas, “enviados” del Dicasterio para la Doctrina de la Fe, de nuevo con la misión de “probar” milagros.



Campanella reitera el planteamiento de la primera temporada, aunque ahora la trama viaja del hospicio de San Acacio en México a un monasterio de un ficticio pueblo, Porto da Lúa, de la costa de Pontevedra, donde “tres hermanas de vocación”, pero también de sangre” –ciegas, además–, coprotagonizan esta segunda temporada: una de ellas, la hermana Corina, es la que tiene las visiones que quieren investigar los “funcionarios de la Santa Sede”.

Entre desapariciones y ajusticiamientos, ciertamente bíblicos, persiste el combate entre dos maneras de entender la Iglesia y la vida: una contemporánea y otra “medieval” –como repite el guion–, una fe que duda y otra que es ciega, una que es humana y otra que rezuma fanatismo. Si el exorcismo al margen de la aprobación vaticana está en el foco de la primera temporada, en esta segunda la mirada se posa en una “hermandad” de creyentes dispuesta a todo para que prevalezca su visión de Dios.

Condena el fanatismo

“Tenemos una pequeña diferencia de género. La primera temporada tenía más que ver con el horror, pero con fantasía, con la vida después de la muerte; acá es todo más terrenal, tiene que ver con el fanatismo religioso y la lucha de poderes entre la fuerza civil y la fuerza de una hermandad religiosa que medio domina el pueblo desde casi los tiempos de la Inquisición”, describe Campanella, guionista también junto a Martino Zaidelis y Camilo Antolini.

“Hay un juego con el espectador, es un ‘mistery’, ese género de Agatha Christie en el que hay un crimen y muchos sospechosos, con los que el espectador tiene que ir jugando con nuestros detectives para ver quién fue el asesino –prosigue el cineasta argentino–. Además, como en la primera temporada, hay personajes con mucho sentido del humor y con mucha humanidad. Esa es la diferencia principal”.

‘Los enviados’ condena el fanatismo y salva el milagro, la compasión, el amor. “Y, sin haberlo planeado, se estrena la serie en un momento en el que el fundamentalismo religioso nos está enfrentando quién sabe si a una guerra de proporciones mayúsculas y que está reflotando, además, de debajo de las baldosas. De repente, apareció un fundamentalismo religioso en cada universidad del mundo, de modo que me parece que es más actual que nunca lamentablemente”, admite Campanella en el Diario de las Américas.

Revestidos de humanidad

Miguel Ángel Silvestre (Castellón, 1982) encarna al padre Simón, abogado y doctor en Derecho Canónico, contestatario, malhablado, exdrogadicto y tremendamente humano. El propio actor lo ha descrito así: “Tiene una crisis existencial bestial. En realidad, no cree en Dios. Él está ahí para intentar devolverle a la vida el regalo que le dio, que fue sacarle de la heroína y darle una segunda oportunidad. Tiene muchos conflictos morales, porque le gusta mucho la comida, el alcohol, incluso tiene deseos sexuales”.

Si es o no un descreído, es un tema de debate –“no estoy aquí para creer, sino para probar lo que creemos”, aduce–, en el que su compañero, el padre Pedro, el sacerdote especialista en medicina forense que interpreta Luis Gerardo Méndez (Aguascalientes, México, 1982) hace de perfecto contrapunto. A ambos, y algunos más –entre ellos, a las tres monjas ciegas, como ya sucedió en la primera temporada con el “milagroso” padre Rafael Quintana–, Campanella los reviste de humanidad.

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