Principios fundamentales para una genuina escucha sinodal


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¿Cómo hemos sido transformados a nivel personal, comunitario y como Iglesia por la experiencia de encuentro y escucha del Dios de la vida mediante las voces concretas del pueblo de Dios, sobre todo los más improbables, y a qué nuevos caminos concretos me (nos) ha impulsado esto?



El proceso sinodal amazónico responde de alguna forma estas cuestiones a través de sus frutos, entre estos, un gran proceso de escucha con un balance descrito a continuación: 87.000 participantes, que se distribuyeron en 22.000 en eventos directos en las jurisdicciones e instancias eclesiales, y otras 65.000 en los procesos preparatorios para estas consultas. Además se realizaron entre 60 a 70 asambleas territoriales, cerca de 25 foros temáticos y alrededor de 160 a 170 ruedas de conversación, como también miles de pequeñas ruedas de conversación de las que no fueron enviados los relatorios, pues fueron escuchas para preparar las asambleas territoriales.

Toda esta escucha estuvo en consonancia con el espíritu que el Papa Francisco nos ha señalado en su constitución apostólica Episcopalis Communio en la que desea ampliar el proceso de participación y de escucha al Pueblo de Dios en los procesos sinodales. El fruto de ese ingente trabajo fue entregado formalmente el día 25 de febrero de 2019, en el Vaticano, por el Cardenal Claudio Hummes, entonces presidente de la Red Eclesial Panamazónica (REPAM) a la Secretaría del Sínodo de los Obispos, a través del Cardenal Lorenzo Baldisseri, recogido en un informe de alrededor de 200 páginas, junto con todas las escuchas sinodales del territorio. Ese mismo día fuimos recibidos en audiencia por el papa Francisco, un encuentro que estuvo marcado por la fraternidad y cercanía del Santo Padre.

Nos recibió con profundo cariño al Card. Hummes, Card. Barreto y a mí como secretario de la REPAM, y luego de un espacio muy ameno de una cercanía única y muchas bromas, nos escuchó con atención para conocer nuestras preocupaciones, para informarle del proceso, y para solicitar nuestras sugerencias sobre diversos temas asociados a la preparación de la Asamblea que vendría en octubre de ese año 2019. Su pedido más insistente fue: ¡No pierdan el foco, que no se diluya el proceso Sinodal!, refiriéndose a los múltiples intentos de los grupos ubicados en posturas ideológicas de un extremo y del otro por secuestrar el discernimiento y querer imponer una agenda y un modo de mirar el Sínodo, independientemente de la escucha al pueblo de Dios y de sus clamores y esperanzas, posiciones carentes de una mirada encarnada sobre el futuro para la Iglesia y las comunidades que ahí viven y sus propias circunstancias, o planteamientos que selectivamente buscaban validar solo aquello que se ajustaba a su propio pensamiento ya preestablecido.

Tres principios fundamentales de la escucha

“Pidamos ante todo al Espíritu Santo, para los padres sinodales (aquí se trata de quienes participan de esta Asamblea), el don de la escucha: escucha de Dios, hasta escuchar con él el clamor del pueblo; escucha del pueblo, hasta respirar en él la voluntad a la que Dios nos llama”. Con esta oración de la Episcopalis Communio, descubrimos 3 principios fundamentales de la escucha, producto de la experiencia sinodal reciente de América Latina, los cuales se han mostrado como verdades e invitaciones esenciales:

  1. La escucha es un don, es una gracia. Es algo que debemos pedir del Señor, y que requiere de una actitud orante para buscar que Dios mismo nos la otorgue. No se trata solamente de una capacidad particular, o de una herramienta en la que uno se puede entrenar, es, primero que nada, una gracia. Entrar en una experiencia de escucha genuina implica sacarse las sandalias ante la tierra sagrada del encuentro con el otro y la otra. Esta es una condición imprescindible.
  2. La escucha no es un ejercicio individual o autónomo. Es un proceso de reconocer a Dios como el centro, y de sabernos colaboradores con Él en esta experiencia. Solo con Él podremos escuchar de verdad, y el destinatario es siempre el pueblo de Dios. Es el grito del pueblo el contenido prioritario de la escucha, nunca nuestra propia voz o nuestras propias ideas autorreferenciales. El Espíritu Santo irrumpe desde la voz del pueblo.
  3. Solo escuchando al pueblo podremos respirar en él la voz de Dios. Ese sensus fidei que pasa de ser un concepto teológico, a veces etéreo, se torna en un rostro concreto que es Jesús mismo que nos interpela desde, y en, el clamor del pueblo. Solo saliendo de nuestros espacios cerrados y seguros podremos ir al encuentro de ese pueblo de Dios que grita, que espera, y que tiene mucho qué decir expresando el propio deseo de Dios para su Iglesia.

La fuerza de la conversión que produce la verdadera escucha

Una auténtica escucha refleja la necesidad de reciprocidad, no porque no seamos capaces de hacer nuestros propios diagnósticos para describir lo que sucede en la Iglesia, sino porque la Iglesia solo se abre a un verdadero proceso de conversión cuando se produce un diálogo donde el interlocutor principal es Jesús mismo. En repetidas ocasiones, en la experiencia sinodal reciente de América Latina (Sínodo Amazónico y la 1era. Asamblea Eclesial de América Latina y el Caribe) se nos dijo que esto era una pérdida de tiempo: ¿Para qué tanto esfuerzo para escuchar lo que ya sabemos y que ya hemos estudiado a fondo?, ¿para qué tantos trabajos para que nada cambie?, y tantas otras preguntas de ese estilo. Frente a esto, quienes se aventuraban a participar de estos procesos sinodales con libertad y esperanza, experimentaban en carne propia la fuerza de la conversión al escuchar a los otros, al ser escuchados por los otros, y al discernir y soñar nuevos caminos juntos.

Hemos constatado que el cambio hacia una Iglesia Sinodal no se produce o se sostiene en los documentos, mucho menos en los eventos por sí mismos; la conversión sucede en el camino de la escucha compartida, en orar juntos, discernir y optar en lo concreto por los nuevos caminos que son posibles en cada realidad particular. En todos los sitios donde la escucha era prefabricada, reducida a los pocos de siempre, o convertida en un simple reporte de los diagnósticos que ya se tenían, pudimos constatar que independientemente de la fuerza de los documentos y eventos, nada cambiaba, porque no había un reconocimiento de la propia necesidad de conversión.

La escucha es el corazón de todo proceso sinodal, una escucha inspirada por el Espíritu y no por nuestras apetencias o sesgos. Otro craso error es reducir cualquier proceso sinodal a una serie de actividades programáticas y tareas por cumplir; planteado así, fracasará desde el inicio. Si el Sínodo no nos transforma a partir del encuentro con los improbables, entonces ni el más perfecto documento producirá el fruto deseado de ser una Iglesia que camina más sinodalmente y que se deja interpelar. Es necesario no perder el foco, que no se diluya lo esencial del proceso que es: dar el paso preciso hacia adelante, el que corresponde en este momento, para avanzar hacia una verdadera cultura de la Sinodalidad en la Iglesia.

Si no hemos vivido una genuina conversión –metanoia– la experiencia habrá sido en vano y seguirá siendo una amenaza para un extremo, o una contribución siempre insuficiente o impura desde el reduccionismo ideológico del otro extremo. Ningún documento final, ninguna lista de desafíos y de orientaciones pastorales, ningún elemento metodológico u operativo de la experiencia, ningún acierto o limitación, tienen sentido o valor si no nos ponen en la perspectiva de sabernos llamados-as a un mayor seguimiento de Cristo.


Por Mauricio López Oropeza. Director del Centro Pastoral de Redes y Acción Social del CELAM