Los franciscanos abandonarán el monasterio de Santo Toribio de Liébana en 2024

  • La orden ha anunciado su intención de dejar el convento ante la elevada edad de los monjes y la falta de relevo generacional
  • El Obispado de Santander se ha enterado por la prensa de esta decisión y mantiene que “no se va a interrumpir el culto”

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Los franciscanos abandonarán el monasterio de Santo Toribio de Liébana (Cantabria), dedicado al Lignum Crucis –reliquia de la Santa Cruz, custodiada en este lugar desde hace más de once siglos–, antes de final de año debido a la elevada edad de la escasa media docena de monjes que lo habitan y la inexistencia de relevo generacional.



La noticia la avanzaba ayer El Diario Montañés y, según recoge Europa Press, el Obispado de Santander se ha enterado por la prensa. Por tanto, ahora el obispo Arturo Ros tiene el deber de encargar los trabajos de custodia de la reliquia a otra orden. Aun así, está previsto que el prelado se reúna con los franciscanos, que llevan 63 años custodiando la reliquia más grande de la cruz de Cristo que se conserva en el mundo. Antes, esta tarea había sido encargada a los benedictinos.

La realidad es que este anuncio llega solo dos semanas después del “accidentado” cierre del Año Jubilar Lebaniego 2023-2024 , que no ha tenido la repercusión de ediciones anteriores. Por ello el Gobierno de Cantabria ya anunció que analizará qué ha “fallado” para “evitar que los errores se repitan” y llegar, así, “en mejores condiciones” al Año Santo de 2028.

La consejera de Cultura, Eva Guillermina Fernández, apuntó que “quizá no se ha hecho una promoción adecuada” fuera de Cantabria o “no se ha hecho en los lugares oportunos”.

El monasterio “va a seguir abierto”

Pese a la incertidumbre que abre su marcha de Liébana, el Obispado sí ha asegurado que el monasterio “va a seguir abierto” y que “no se va a interrumpir el culto”.

Con todo, el Obispado ha lamentado que la Orden Franciscana se marche de Liébana, lo que en la práctica supone su desaparición en Cantabria, después de que los últimos frailes se fueran hace tres años de Santander, donde habían permanecido 64 años. “Es una pena que vayan, es una orden muy arraigada en la comunidad”, dicen las mismas fuentes.

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