Rixio Portillo
Profesor e investigador de la Universidad de Monterrey

Juan Pablo I prefiguró la Iglesia pobre para los pobres


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La pobreza no es una novedad en el cristianismo, en el Evangelio sobran las referencias de como en el plan de Dios, los pobres ocupan un puesto fundamental, y no desde la categoría socioeconómica del tener o el poder, aunque “a los ricos despide vacíos”, sino en la dimensión justa de ser pobre delante del Todo inmensurable de Dios.



En esta línea, la beatificación de Juan Pablo I pone de relieve una exigencia a la iglesia del futuro, el compromiso por el desarrollo humano integral, pero además en la vivencia de la pobreza evangélica como carisma personal y en la dimensión institucional. El testimonio de la iglesia será válido si realmente asume esa llamada de estar con los pobres y de hacer presente la transparencia financiera. Ya no caben medias tintas al respecto.

Pero regresando al papa Luciani, la pobreza, en su pensamiento, no es un concepto abstracto, él mismo proviene de una familia pobre, hijo de una ama de casa y un albañil campesino, el cuarto hijo logrado con vida después de que sus hermanos mayores, por razones desconocidas, no sobrevivieron, por lo que el nacimiento del pequeño Albino estuvo marcado por la esperanza de vida contra todo pronóstico.

El legado de la predicación de la pobreza

De allí que pueda afirmarse que el tema de la pobreza puede ser el hilo que une en continuidad los tiempos pontificios, pues en época de Francisco, mucho es lo que se le debe a esos 33 cortos días en el pontificado, específicamente en el sueño de una iglesia pobre, para los pobres.

La encíclica no publicada de Juan Pablo I (su documento programático)  trataba este asunto, el título ya proponía todo un proyecto pastoral y eclesial: “Los pobres y la pobreza en el mundo”, quizás esta fue la causa de los rumores infundados sobre un complot que eclipsó la larga herencia de Luciani, con su breve pontificado.

El nuevo beato también amaba las letras, su libro epistolar a personajes reflejaron esa sensibilidad por la cultura, y esa irrenunciable vocación de iglesia dialogante, la cual fue descrita por Pablo VI cuando dijo: “la iglesia se hace coloquio, la iglesia se hace mensaje”. La unión con Montini incluso estuvo marcada por la imposición de la estola papal, en el histórico escenario de los canales de Venecia, en 1972.

Maestro de doctrina social

Juan Pablo I fue el papa del límite de la propiedad privada, el que dijo que no es un derecho absoluto sino dentro del bien común y la subsidiariedad, en el reconocimiento de lo propio, pero en el deber del compartir y la solidaridad.

Luciani, el papa que proclamó con la suavidad de su voz, la firme verdad de que Dios es padre con entrañas de Madre, dignificando la realidad social en la complementariedad, al modelo de Dios que es todo en todos.

El papa homenajeado por su sucesor al llevar su mismo nombre, y del que seguramente Ratzinger hubiese escrito: desde la ventana de la Casa del Padre, sonríanos, Santo Padre, si, sonríanos; y éste desde el cielo nos bendice mientras sonríe.


Por Rixio PortilloProfesor e investigador de la Universidad de Monterrey