Rixio Portillo
Profesor e investigador de la Universidad de Monterrey

Francisco, el papa que no rompe con el pasado


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Se ha pretendido decir que el papa Francisco representa la primavera de la Iglesia y con ello la ruptura con el pasado, pero para una lectura pertinente del pontificado siempre será mejor partir del principio de continuidad.



En este sentido, continuidad y tradición confluyen en las acciones concretas de los cambios y la reforma, siempre desde la memoria viva que cosecha futuro. El papa Francisco en un discurso a la Curia Romana lo describe así:

“El tesoro es la Tradición, el río vivo que se remonta a los orígenes (…) Me viene a la mente la frase de aquel gran músico alemán: ‘La tradición es la salvaguarda del futuro y no un museo, guardián de las cenizas’. Las ‘cosas antiguas’ las constituyen la verdad y la gracia que ya poseemos. Las cosas nuevas las forman los diferentes aspectos de la verdad que vamos comprendiendo gradualmente”.

La huella de santidad de los papas del siglo XX

Esta memoria viva es la que justifica el hecho que Francisco haya sido el papa que beatificó y canonizó a sus antecesores del siglo XX, en un reconocimiento diáfano al ministerio petrino.

Juan XXIII fue canonizado en 2014, el artífice del Vaticano II y del legado pacífico de la diplomacia vaticana. El papa abierto al encuentro con todos, pero sobre todo el papa de la gran sorpresa en el aggiornamento del concilio, uno que se atrevió a soñar en grande, aquel que enviaba la caricia del papa a todos niños del orbe.

Pablo VI, el papa de la sintonía con Bergoglio, en temas como la alegría, el diálogo abierto, el progreso de los pueblos, la pobreza como opción preferencial, la evangelización, y la apuesta por una iglesia en salida que construye la civilización del amor. Beatificado y canonizado, como profeta de una iglesia sinodal, por Francisco.

Juan Pablo I, el papa de la sonrisa breve de otoño, pero de la espontaneidad con la gente, con los niños, en las catequesis de los miércoles, el papa de la sensibilidad por los pobres, que como se dijo en un comentario anterior, prefiguró la iglesia pobre para los pobres. Beatificado recientemente.

Juan Pablo II, el gran santo del fin e inicio de milenio. El papa de la misericordia, del testimonio coherente frente a la guerra, apóstol de la familia y la vida, compañero de los jóvenes y peregrino por excelencia hasta los últimos rincones, en las periferias del planeta. Canonizado junto a Roncali.

Lo novedad no es una clausura de la memoria

La clave de interpretación de la continuidad en la línea pontificia es la santidad, el oficio de Pedro, vínculo de caridad con las iglesias particulares, que más que necesitar habilidades pastorales o diplomáticas, exige la profunda conciencia de ser uno con Cristo.

Por eso Francisco no es una isla perdida en la historia. Es la continuidad del soplo del Espíritu que sabe a actuar en el tiempo, con lo que necesita la iglesia de hoy, por tanto, un pastor alegre que apuesta por la sinodalidad como medio para renovar las conciencias y abrir paso a la iglesia del futuro, sin negar ni romper con el pasado, ni clausurar el presente.


Por Rixio PortilloProfesor e investigador de la Universidad de Monterrey