Un pequeño paso para el ser humano… Un gran encuentro con Jesús


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En la vida espiritual todo es iniciativa de Dios. En efecto, él ha salido a nuestro encuentro y nos llama a entrar en una vida de comunión con él, en el ejercicio de nuestra libertad. Hoy, cuando se escuchan diferentes inquietudes por las bajas cifras y números en la vida sacramental o inclusive en la confesión de la fe católica, nos inspira, por una parte, la mirada creyente que ve siempre signos y presencia de Dios en estos datos y, por otra, aquellas palabras de Benedicto XVI y Francisco que nos aseguran el crecimiento de la Iglesia por atracción y no por proselitismo.



En esta toma de conciencia de la atracción por Jesús, el crecimiento de nuestra vida de fe nos lleva a descender a nuestra interioridad para tener un mejor conocimiento de nosotros, pero también para abrirnos a una gracia superior por la que nos sentimos superados. Allí descubrimos cómo Dios viene trabajando y viene conduciendo nuestra historia por caminos insospechados.

Encuentro con Jesús

Cuando el papa Francisco plantea el encuentro con Jesús que, a su vez, ya ha salido a nuestro encuentro mientras queríamos descender a nuestro ser, reza esta bella oración: “Señor, me he dejado engañar, de mil maneras escapé a tu amor, pero aquí estoy otra vez para renovar mi alianza contigo. Te necesito. Rescátame de nuevo, Señor, acéptame una vez más entre tus brazos” (EG 3).

Apertura y camino, parecen ser dos palabras que nos inspiran cuando se trata de lograr un mayor conocimiento de nosotros mismos: la presencia del Otro nos abre a horizontes más amplios, lejanos de nuestros egoísmos y encerramientos, pero también nos pone en movimiento. Porque la vida cristiana es un proceso continuo de transformación y de llegar a tener la vida de Jesucristo.

Esto es lo que puede hacer un pequeño paso en el cristiano: descubrir una vida nueva más allá de sus propios límites y dificultades. Es una vida de encuentro con Jesús, el hombre perfecto, que puede recobrar el sentido de nuestra propia vida.


Por P. Hermes Flórez Pérez, cjm. Eudista del Minuto de Dios

Foto: Pixabay