El vehículo depende del destino


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Para empezar

Todo lo relativo a las finanzas, de primeras, suele generar cierto rechazo, bien por desconocimiento o por la complejidad en la terminología. Lo cierto es que, al menos en nuestro país, la falta de formación supone una gran barrera de entrada a un sistema que, por su propia naturaleza, debería ser la vía principal para la canalización de los ahorros. Es un sector que evoluciona a gran velocidad, pero hay ciertos conceptos que no han cambiado. Sin ir más lejos, los instrumentos financieros o vehículos de inversión siguen siendo los mismos desde hace años e incluso siglos. Y a pesar de ser la base del sistema financiero, siguen siendo grandes desconocidos.



Por dónde nos movemos

Dentro de nuestro compromiso con la formación, desde Alveus aprovechamos el altavoz de Vida Nueva para tratar de dar unas breves pinceladas sobre los distintos vehículos de inversión que nos podemos encontrar.

Hemos querido incorporar los instrumentos más significativos, sin ser todos, ordenados en función de su aparición.

Bonos

Los bonos son el instrumento más antiguo: su origen se remonta a los siglos XIV y XV, en las ciudades estado italianas. Estas, para poder hacer frente a los costes (principalmente de un ejército protector), recurrían a los propios habitantes para pedir dinero, comprometiéndose a devolverlo en un plazo y pagando un tipo de interés.

Un bonista es un prestamista de la empresa, a cambio de un interés conocido y previamente pactado a un plazo determinado. Tanto el riesgo como el retorno se presuponen bajos: forman parte de la renta fija que, mantenida hasta vencimiento, da una renta conocida. Se pueden negociar a lo largo del día.

Con una selección adecuada, son muy apropiados para incorporar a una cartera orientada a la preservación de capital, bajo riesgo, y la consecución de rentas periódicas para sufragar determinados gastos.

Acciones

Su origen se remonta al año 1602, cuando la Compañía Holandesa de las Indias Orientales (primera sociedad anónima) comenzó a ofrecer participaciones en sus negocios con el fin de obtener capital que soportara su expansión comercial.

Invertir en acciones no es más que participar en el capital de una empresa, ser propietario (parcialmente) de ella. De este modo se participa de su beneficio, estando el resultado de la inversión íntimamente ligado a la evolución de la empresa, de su negocio. Existe incertidumbre sobre el resultado, si bien es cierto que se presupone un retorno potencial elevado. Las acciones (cotizadas) se negocian en mercados organizados teniendo diversos precios a lo largo del día. Es lo que se conoce como renta variable.

Su uso es adecuado para carteras de alto riesgo, que quieren participar de los resultados de las compañías en momentos con buenas perspectivas económicas. A través de los dividendos se pueden obtener también rentas, pero en este caso no son conocidas.

Moneda-euro

Productos Derivados

Surgen en Holanda en las primeras tres décadas del siglo XVII, para cubrir las fluctuaciones de precio de los tulipanes: se contrata hoy el precio a pagar a futuro, de forma que tanto el vendedor como el comprador quedan conformes con ese precio y ninguno se ve afectado por las posibles fluctuaciones que pueda haber a futuro. Su nombre se debe a que el precio del producto deriva de algo, su subyacente (en el caso anterior del precio de los tulipanes).

Existen derivados sobre acciones, índices, bonos, etc. Permiten invertir con apalancamiento, sin desembolsar toda la cantidad y tomando posiciones a favor o en contra del mercado (futuros), o bien comprando o vendiendo un seguro para el caso de que el precio oscile mucho (opciones).

Su uso extendido les permite ser la opción óptima como cobertura de riesgo, al tiempo que permite entrar en mercado de manera rápida y muy eficiente. Del mismo modo permite apalancarse, por lo que se asocian con la especulación: motivo por el que no gozan de muy buena fama.

Fondos de inversión

El primer fondo de inversión data de 1774: un comerciante holandés creó un fideicomiso por medio del cual varias personas transmiten dinero a otra persona para que esta lo gestione. Así, con un capital mínimo, podías optar a una diversificación y a una gestión profesional.

Se trata de vehículos para invertir de manera colectiva, con un profesional responsable de la gestión (a cambio de una comisión). Pueden invertir en distintos productos como acciones, bonos, otros fondos, etc. teniendo un objetivo concreto que cumplir. Al contrario de los anteriores, no cotizan: tienen un único precio para cada día, que se calcula a posteriori ya que depende de los precios de los subyacentes.

Su uso está orientado a ahorradores e instituciones que, por carecer del tiempo o conocimientos necesarios, delegan en una entidad gestora para canalizar sus ahorros, existiendo múltiples posibilidades en lo que a riesgo, plazo, liquidez, etc. se refiere.

ETFs

Se trata de los vehículos más recientes (el primero data de 1990). Surgieron para cubrir una necesidad que afloró como resultado de ciertos estudios académicos sobre los fondos de inversión tradicionales, que no suelen batir al mercado debido a sus elevadas comisiones y, en ocasiones, a la falta de destreza del gestor.

Son instituciones de inversión colectiva cuyo objetivo es replicar el comportamiento de un índice y con unas comisiones de gestión más bajas que los fondos. Su particularidad es que cotizan en mercado, como las acciones. Podrán ser de renta fija, variable, etc.

Al igual que los fondos de inversión, tienen múltiples usos; la diferencia radica en que en los ETFs no esperas que el gestor lo haga mejor que el mercado, sino que buscas que lo haga igual.

Desde la realidad

Todos los tipos de instrumentos antes expuestos son igualmente válidos. Cada uno tiene su ámbito de aplicación, y normalmente se opta por constituir carteras con varios (sino todos). Esta riqueza es la que, en gran medida, permite la diversificación.

La inversión directa (acciones, bonos y derivados) suele ser más barata, al tiempo que requiere de mayor conocimiento, destreza, y mayor agilidad a la hora de contratarlos. Por otro lado, en la inversión en fondos, ETFs… se delega la responsabilidad de gestión, lo que supone un coste de gestión.

Un servicio ofrecido por:

alveus