Yo te absuelvo

mujer con un folleto de información de un centro provida y un rosario

Sacerdotes y víctimas del aborto aplauden la decisión de Francisco “para liberar de tanto dolor”

mujer con un folleto de información de un centro provida y un rosario

Yo te absuelvo [extracto]

RUBÉN CRUZ | Le negaron el perdón. “El sacerdote tuvo un acto poco misericordioso y nada acogedor. Fue una condena”, cuenta María –nombre ficticio–. Dos años después, durante otra confesión, fue absuelta. Este cura le había pedido permiso al arzobispo para perdonar el pecado de aborto. “No te preocupes”, le dijo al escuchar su historia. “He tenido la suerte de tener a mí alrededor a personas que me han hecho seguir estando cerca, porque si no, al primer portazo, no habría vuelto. Me hubiera quedado con ese sentimiento de haber sido expulsada de la Iglesia”, afirma. “Es una pena que se deje ir a tantas personas”, añade.

María (50 años) es el reflejo de miles de mujeres que han decidido abortar y se han sentido repudiadas en sus parroquias. Francisco vuelve a poner el foco en los desplazados. Acaba el Año de la Misericordia, pero esta sigue siempre, recalcó el Pontífice, porque “no hay ningún pecado que la misericordia de Dios no pueda alcanzar”. Y así lo manifiesta el Papa en Misericordia et misera.

Los misioneros de la misericordia llevan un año perdonando este pecado, pues Francisco les otorgó esta facultad. Y ahora lo hace extensible a todos los sacerdotes. “Es una gracia el poder liberar de una carga tan importante de culpabilidad, de dolor. Se trata de poder ayudar a aliviar esa carga con una gran alegría”, explica Víctor Hernández, misionero de la misericordia y coordinador de la Comisión de Atención a las Personas con Discapacidad del Arzobispado de Madrid.

Consciente del encargo que le hizo el Papa, ha acompañado a varias mujeres durante este último año. “Se han acercado a recibir el perdón y a dejarse acompañar. Son mujeres que querían descubrir y vivir ese perdón de Dios”, cuenta. No obstante, no era una realidad ajena a él, debido a su actividad pastoral en Vallecas y en la capellanía de varios hospitales.

Acoger y acompañar

El drama de María se remonta 25 años atrás. Fuera de España. Sin trabajo ni cobertura sanitaria. “Entré en pánico”, recuerda. La idea de volver a España no era del todo viable. “Todas las opciones eran complicadas”, añade. Al inicio de su estancia en este país, María y su pareja conocieron a una chica que había pasado por lo mismo. Ella abortó. “Si tiempo atrás pensaba que el aborto era un disparate, cuando me contó sus razones, lo justifiqué”, explica. Y es que “¿qué iba a hacer sin cobertura médica”, se preguntaba.

Tomó la decisión de ir a un centro. “Estaba despertando de la anestesia y no hacía más que llorar. Una enfermera intentaba consolarme. Eso me produjo un shock mayor porque me hizo tomar conciencia de lo que había hecho”, señala. María pensaba que lo llevaba tatuado en la cara y le costó muchos años perdonarse, porque “era consciente de que dejaba marchar una vida”. Viéndolo hoy con perspectiva, con el paso de los años, para ella lo único positivo es que “ahora tengo una mayor conciencia del sufrimiento de las personas que pasan por esto”.

Víctor Hernández es guía, apoyo y alivio. Sabe cómo acoger y acompañar a personas que sufren como María. “Evidentemente, lo primero es acompañar y no condenar. Sentirnos necesitados de misericordia no es lo mismo que sentirnos condenados. Es saber que necesitamos ese perdón. La acogida es primordial, porque Dios no abandona a sus hijos en medio del pecado. Aunque corramos para alejarnos, el corre más y nos abraza”, explica el sacerdote.

En su experiencia se ha encontrado con diferentes perfiles: “Hay gente que viene por el mero trámite, sin haber hecho una reflexión del dolor que sienten. Y otras personas que acuden con un dolor tremendo en el alma. Tienen la necesidad de sentirse acogidos, porque la sociedad, a pesar de que parezca tan permisiva, en el fondo fija sobre ti una mirada de condena. Y esa condena en una buena confesión no se la van a encontrar”.

María hizo una primera confesión pasados unos años. “No fue solo una confesión, sino un acompañamiento. Y entendí que se había absuelto”, explica. Hace cuatro años, lo volvió a confesar. Y fue entonces cuando el sacerdote la mandó al penitenciario. “Me quedé asustadísima. Desorientada. Mi otra confesión no había servido… Me parecía durísimo tener que volver a pasar por todo”, comenta.

Dos años después, fue otro sacerdote el que la ayudó. “Lo más bonito es que, tras absolverme, me dijo que ofrecería una eucaristía por mi bebé”, recuerda. Por eso, las palabras de Francisco ahora la reconfortan: “Que cualquier sacerdote pueda perdonar me parece extraordinario y fundamental, porque evita que nos alejemos ante una condena”.

En el encuentro con el penitente no se pueden utilizar fórmulas. “Cada persona que se te acerca a confesar es una situación única, propia y especial. Hay que tener esa sensibilidad para dejarte guiar por la misericordia que tú has sentido en tu propio pecado”, sostiene el sacerdote.

Si algo le ha llamado la atención sobre estas mujeres es que la mayoría, “tras muchos años, continúan con ese dolor dentro y no han sido capaces de liberarse. No han sido capaces ni de expresarse a sí mismas ese dolor y poder romper ese ancla que las tenía unidas a la culpa”. Por eso, “poder acompañar este camino es maravilloso. Es un acompañamiento para reconstruir hacia la vida nueva”, remarca. “Lo importante es que tengan la posibilidad de saber que la misericordia de Dios está ahí –continúa–, que no es algo lejano”.

Proyecto Raquel: la Iglesia en el postaborto

Tras sentirse libre, María escuchó hablar en la radio de Proyecto Raquel, una iniciativa de sanación y reconciliación postaborto. Su finalidad es atender a través de una red de sacerdotes y psicólogos. Una realidad que ha vivido Víctor Hernández. Para María, “fue una providencia escuchar la radio en ese momento, me llevé una grata sorpresa al saber que la Iglesia se ocupaba de este problema. Proyecto Raquel acoge a las mujeres con mucho mimo”. Por eso, no pudo evitar pensar lo diferente que hubiera sido su camino si el sacerdote que le negó la absolución le hubiera dicho que acudiera allí. “Me animé y llamé. Ese proceso vino a completar todo un camino hacia la misericordia y la comprensión del perdón. Ahora es cuando puedo contarlo sin llorar”. Y quiere que su experiencia sea un bien para otras personas, por eso lo cuenta. María tiene hoy tres hijos… “Con el dolor de ser consciente de que son cuatro. Y lo tengo presente en mi vida, no lo olvido, pero vivo”.

Para más información:

Web del Proyecto Raquel

– Teléfono: 618300383

– E-mail: info@proyecto-raquel.com

Publicado en el número 3.014 de Vida Nueva. Ver sumario

 


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