Como colofón del Año Extraordinario, Francisco confirma esta facultad en ‘Misericordia et misera’
EDITORIAL: La misericordia se ensancha en el perdón del aborto
ANTONIO PELAYO (ROMA) | El Jubileo Extraordinario de la Misericordia ha durado menos de un año –18 días menos–, pero sus efectos se prolongarán durante lustros, aunque de ello no quede constancia estadística. Para Francisco, este Año Santo ha revestido una importancia muy especial. Cuando lo anunció era muy consciente de que la iniciativa iba a ser acogida con no poco escepticismo en amplios sectores de la Iglesia y, por supuesto, por sus detractores en la Curia. Doce meses después, puede sentirse satisfecho por los resultados.
Esa satisfacción era visible en su rostro cuando el domingo 20 de noviembre presidió la clausura de la Puerta Santa de la Basílica de San Pedro, cuando en la misa estuvo acompañado por los 17 nuevos cardenales creados el día anterior, así como una amplia representación del Colegio cardenalicio y varios centenares de obispos y sacerdotes. La Gendarmería vaticana cifró la asistencia en 70.000 fieles, pero pudieron ser muchos más. La ceremonia, en todo caso, fue transmitida en directo al orbe con ultramodernas técnicas televisivas.
Revestido con capa pluvial y acompañado por un grupo representativo de cardenales, el Pontífice llegó a la Puerta Santa situada en el atrio de la basílica. Mientras la schola cantaba una antífona –“llave de David, cetro de la casa de Israel, que abre y nadie puede cerrar, que cierra y nadie puede abrir, ven, libra al hombre prisionero que yace en tinieblas y en la sombra de la muerte”–, permaneció recogido algunos minutos en oración. Después, no sin cierto esfuerzo físico, cerró sus dos hojas de bronce dorado. En la oración aseguró que, “mientras se cierra ritualmente la Puerta Santa, permanece abierta para nosotros la fuente inexhausta de la gracia y de la misericordia”.
El amor que vence
Procesionalmente, se dirigió al altar instalado en la Plaza de San Pedro y dio inicio a la celebración. Las lecturas eran las de la solemnidad de Jesucristo Rey del Universo. En ellas inspiró Bergoglio su homilía. “Nuestro Rey –dijo– fue incluso hasta los confines del Universo para abrazar y salvar a todo viviente. No nos ha condenado ni siquiera conquistado, nunca ha violado nuestra libertad, sino que se ha abierto paso por medio del amor humilde que todo excusa, todo espera, todo soporta. Solo este amor ha vencido y sigue venciendo a nuestros grandes adversarios: el pecado, la muerte, el miedo”.
Centrado en el texto evangélico, el Pontífice resaltó la tentación de quienes le decían al Crucificado “sálvate a ti mismo”. “Es la primera y la última tentación del Evangelio –comentó–, pero, ante este ataque al propio modo de ser, Jesús no habla, no reacciona. No se defiende, no trata de convencer, no hace apología de su realeza. Más bien, sigue amando, perdona… Este Año de la Misericordia nos ha invitado a descubrir el centro, a volver a lo esencial. Este tiempo de misericordia nos llama a mirar el verdadero rostro de nuestro Rey, el que resplandece en la Pascua, y a redescubrir el rostro joven y hermoso de la Iglesia, que resplandece cuando es acogedora, libre, fiel, pobre en los medios y rica en el amor, misionera”.
Resumiendo en una frase el mensaje de este Jubileo, dijo: “Dios no tiene memoria del pecado, sino de nosotros, de cada uno de nosotros, sus hijos amados. Y cree que es siempre posible volver a comenzar, levantarse de nuevo”.
Cercanas al altar estaban las delegaciones de 13 naciones. La italiana la encabezaban el presidente de la República, Sergio Matarella, y el primer ministro, Matteo Renzi, mientras la española la presidía el ministro de Justicia, Rafael Catalá. Llamó la atención que el Gobierno venezolano mandase como representante a una consejera del presidente, dejando claro que el nombramiento del arzobispo de Mérida, Baltazar Porras, no ha sido muy de su agrado.
Tras la eucaristía, el Papa firmó su carta apostólica Misericordia et misera, que sería hecha pública al día siguiente. Entregó ejemplares de la misma al cardenal Luis Antonio Tagle, arzobispo de Manila, en representación de las mayores metrópolis del mundo, a dos sacerdotes Misioneros de la Misericordia, a un diácono permanente con su familia, a dos religiosas, a una pareja de novios y a una persona con minusvalía física.
Carta ‘Misericordia et misera’
El texto fue presentado el lunes 21 por Rino Fisichella, responsable de Promoción de la Nueva Evangelización y factótum del Jubileo. Con gran satisfacción, dio cifras impactantes: “Han participado en el Jubileo aquí en Roma 21.292.926 peregrinos. El grupo más numeroso provino de Italia, al que han seguido los llegados de Polonia, Estados Unidos, España…, hasta llegar a Rusia, China, Japón, Corea del Sur, Venezuela, Chad, Ruanda, Angola, las Islas Cook, Nepal; en total, peregrinos provenientes de 156 países”.
También indicó que “entre 700 u 800 millones de fieles han atravesado las puertas santas de las 3.000 diócesis. Si sumamos las cifras de algunos santuarios (Cracovia, cinco millones; Santiago de Compostela, más de dos millones; Guadalupe, 22 millones), llegamos a un resultado global de más de 900-950 millones de fieles de todo el mundo que han atravesado la Puerta Santa”. El Jubileo ha viajado también por Internet, con espacios de la web jubilar que han sido visualizados 16 millones de veces. Por último, Fisichella subrayó que, durante el Jubileo, no se han registrado en Roma incidentes, gracias a las fuerzas de seguridad y al apoyo de 4.000 voluntarios.
Después, Fisichella entró en un análisis de la carta apostólica. Informativamente, se lleva la palma el punto 12, en el que el Santo Padre escribe: “Para que ningún obstáculo se interponga entre la petición de reconciliación y el perdón de Dios, de ahora en adelante concedo a todos los sacerdotes, en razón de su ministerio, la facultad de absolver a quienes hayan procurado el pecado del aborto. Cuanto había concedido de modo limitado para el período jubilar, lo extiendo ahora en el tiempo. Quiero enfatizar con todas mis fuerzas que el aborto es un pecado grave porque pone fin a una vida humana inocente. Con la misma fuerza, sin embargo, puedo y debo afirmar que no existe ningún pecado que la misericordia de Dios no pueda alcanzar y destruir, allí donde se encuentra un corazón arrepentido que pide reconciliarse con el Padre. Por tanto, que cada sacerdote sea guía, apoyo y alivio a la hora de acompañar a los penitentes en este camino de reconciliación especial”.
Igualmente, prolonga “hasta nueva disposición” que los sacerdotes de la Fraternidad San Pío X, los lefebvrianos, puedan seguir impartiendo “válida y lícitamente la absolución sacramental de los pecados”. Un tercer hito es que, cada XXXIII Domingo del Tiempo Ordinario, la Iglesia universal celebrará la Jornada Mundial de los Pobres.
- OPINIÓN: Francisco y el presidente de Vietnam, por Antonio Pelayo
Publicado en el número 3.013 de Vida Nueva. Ver sumario
ESPECIAL FINAL DEL JUBILEO DE LA MISERICORDIA:
- EDITORIAL: La misericordia se ensancha en el perdón del aborto
- DOCUMENTOS: Texto íntegro de la carta apostólica ‘Misericordia et misera’
- VATICANO: Síntesis: las claves de la carta ‘Misericordia et misera’ que no puedes pasar por alto
- VATICANO: Todos los sacerdotes podrán absolver el pecado del aborto (solo suscriptores)
- OPINIÓN: Una reflexión moral sobre ‘Misericordia et misera’; por José Manuel Caamaño López, director de la Cátedra de Ciencia, Tecnología y Religión, Universidad Pontificia Comillas ICAI-ICADE (solo suscriptores)
- VATICANO: En la clausura del Jubileo, el Papa pide “no cerrar nunca la puerta de la reconciliación y del perdón”
- VATICANO: Los mejores momentos del Año de la Misericordia
- VATICANO: Los mejores artículos de Vida Nueva sobre el Jubileo
- OPINIÓN: Misericordia, punto y seguido, por Carlos Amigo, cardenal arzobispo emérito de Sevilla (solo suscriptores)
- ENTRE MARTA Y MARÍA: ¿Es noticia de portada ser fuente de amor y perdón?, por Montse Esquerda, Borja Bioética-URL. PROSAC (solo suscriptores)