Premios SM: literatura sin edulcorantes para educar a niños y jóvenes

David Lozano y Pedro Caldas, Premios SM Gran Angular y El Barco de Vapor 2024

A David Lozano (Zaragoza, 1974) y Pedro Caldas (Sevilla, 1973) –y sus novelas– les une las amistades inesperadas, la capacidad de enfrentar la adversidad, de ponerse en el lugar del otro, el perdón, la posibilidad de crecer, de mejorar, y que ambos afrontan un diálogo sin condescendencia frente a la muerte. “En sociedades como la nuestra, la muerte sigue siendo un tabú, y es un error. Porque, al final, creo que de estos temas hay que hablar. Y hay que hablar con los jóvenes, y hablar sin censura, porque es lo que permite conocer la realidad y reflexionar”, afirma Lozano, ganador del Premio SM Gran Angular 2024 con Intruso.



“A mí no me parece que enfrentarse al tema de la muerte sea más valiente que hacerlo a otros temas; simplemente, veo que un niño es capaz de enfrentarse al tema de la muerte”, reconoce Caldas, que ha obtenido El Barco de Vapor 2024 por ‘La leyenda del samurái y la mariposa azul’, novela ilustrada por Javier Andrada. “Cuando algo se convierte en tabú –continúa–, cuando se esconde debajo de la alfombra, cuando se silencia, es cuando realmente empieza uno a tenerle miedo. Así que vamos a nombrarlo; si queremos enfrentarnos o acercarnos con la verdad, vamos a empezar a hablar de ello”.

Lozano sitúa la muerte en el eje de ‘Intruso, con la que ha vuelto a ganar el Gran Angular, el gran galardón de la literatura juvenil, con el que ya se alzó en 2006 con ‘Donde surgen las sombras’. “Yo he trabajado la muerte en otras novelas, porque soy escritor de novelas policíacas, pero en ‘Intruso’ se aborda de otra manera. La muerte es el resultado de un error, de una conducta errónea por parte de unos jóvenes que no buscan ese resultado”, desvela.

Es la muerte de Joel, un menor que fallece en una novatada y de la que es acusado Iván, un compañero de clase. “La muerte de pronto se convierte en el detonante primero para la culpa, porque no hay vuelta atrás –añade–. Cuando uno comete un error, en muchos casos, tiene un cierto margen de maniobra, pero con la muerte no ocurre. Y ese carácter irreversible me permite reflexionar sobre los remordimientos, sobre si uno tiene derecho a recuperar su vida a partir de unos hechos así, si uno puede expiar un poco su responsabilidad cuando la asume”.

Sólida crítica social

Dani, un veterano del centro de menores a donde trasladan a Iván, es quien recibe el encargo de acompañar y apoyar al recién llegado. A él, que le gusta ‘stalkear’, sumergirse en perfiles sociales de personas fallecidas, se volcará en el caso. Y es quien lo cuenta. “Es una narración curiosa, en segunda persona, porque él se dirige en todo momento al muerto –advierte Lozano–. Entonces, lo primero que llama la atención es que se sumerge en una vida que ya ha terminado de forma abrupta, prematura, y lo que descubre es a un chico a quien le habría encantado conocer, es decir, de quien le habría gustado ser amigo”.

Así que, a Iván, al acusado, lo va a recibir con odio. “Se enfrenta a esta situación con un prejuicio. Él ya ha sentenciado al responsable. Para él, ya es culpable, ya es un asesino y ya es malo. Pero es que no, es que ha cometido una torpeza… y eso para él es un dilema moral. Es decir, él mismo, con sus convicciones sobre el bien y el mal, se tambalea y descubre que no es tan fácil juzgar a alguien”.

Es solamente la epidermis de una novela que ahonda en otros muchos asuntos –por ejemplo, el linchamiento público sin que se conozca qué ha sucedido realmente–, y que también expone una sólida crítica social: “Pongo sobre la mesa algunas cuestiones un poco delicadas, como el hecho de que cuando hablo de un entorno como es un centro de menores, te das cuenta de que la inmensa mayoría son chavales que no han tenido una oportunidad en la vida. Es decir, son chicos que han cometido errores, que han tomado malas decisiones, pero porque ya tenían unas circunstancias personales vitales muy complicadas. Es decir, ahí está el tema de qué hace la sociedad con los jóvenes que no cuentan con una red de protección familiar”.

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