Tribuna

Vida religiosa y sinodalidad: no dejen nunca de ser puentes vivos

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La Vida Consagrada es verdaderamente fuente de vida para toda la Iglesia. Su presencia encarnada en la periferia, en las condiciones más difíciles, dando testimonio de anuncio y muchas veces de denuncia, expresa una de las fuerzas sinodales más importantes para el camino eclesial, desde la vida misma y en la praxis encarnada. La diversidad de sus carismas, la capacidad de articulación, la expresión de ministerios amplios, complejos y de la mayor diversidad, también rinden cuenta de ese rostro multidiverso de Dios y de la unidad en la diversidad como rostro para la Iglesia.



Si yo pudiera expresar alguna invitación a la Vida Consagrada a partir de la experiencia cercana que he tenido con ella de muchos años y en tantos frentes de misión común, es que sean verdadero puente, que nunca dejen de ser puentes vivos. En los años recientes, hemos visto un crecimiento de su identidad, de su alcance para incidir en los ámbitos estructurales de la Iglesia.

Sin embargo, en algunas ocasiones, he sentido que para algunos religiosos –quienes no siendo sacerdotes– se ha perdido de vista un poco la integralidad de su identidad con el laicado no consagrado. Por ello, resulta clave recordar que la naturaleza de los religiosos y religiosas como bautizados también tiene un sentido de profunda identidad y comunión laical. El laicado no consagrado es también como ese hermano pequeño, que quiere encontrar su rumbo y fuerza en la Iglesia, y que mira a la Vida Consagrada con admiración y gratitud.

Foto: EFE

En tantas ocasiones los laicos no consagrados estamos asociados, afiliados y cercanos a sus carismas, pero no necesariamente nos sentimos fuertemente involucrados en los ámbitos de decisión y gobierno, o en los procesos de incidencia estructural que la Vida Consagrada hace en la Iglesia para mayor participación sinodal. Es decir, en el nivel de los propios carismas sentimos que hay espacios (unos más que otros) donde sí hay reconocimiento y participación plena, pero tengo la sensación de que es necesario un llamado más contundente para que todas y todos los bautizados podamos ser considerados e implicados en este camino de reforma de la Iglesia con la Vida Consagrada.

Fortalecer la identidad particular

En el otro nivel, de la presencia con la Iglesia universal, el desafío es seguir fortaleciendo la identidad particular, la fuerza propia de lo que significa ser confederaciones y redes de la Vida Consagrada desde un profundo sentir con la Iglesia en el sentido más amplio. Por tanto, un desafío al remar contracorriente, es mantener esta pregunta de fondo: ¿Cómo acompañar este kairós eclesial, en un sentir profundo con la Iglesia para ayudarla en su reforma a partir de lo que ella necesita en su conjunto?

Todo ello a partir de su visión a largo plazo, en la comunión que brota del discernimiento vivido en experiencias sinodales recientes, y que da cuenta de los llamados del Concilio Vaticano II a ser mucho más pueblo de Dios

Doy gracias profundas por los tantos servicios, la amistad profunda en la misión, los testimonios que nos confrontan e interpelan desde la Vida Consagrada. Pido a Dios Padre y Madre que podamos seguir remando juntos y juntas en este kairós eclesial, agradecido por su vida donada y su parresía profunda.

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