Francisco invita en la Vigilia Pascual a mirar al Resucitado porque “ninguna tumba podrá encerrar la alegría de vivir”

El Papa preside la principal celebración del año litúrgico y administra los sacramentos de la iniciación cristiana a ocho catecúmenos

Tras la ausencia en el Vía Crucis del Viernes Santo en el Coliseo, el papa Francisco reapareció para la Vigilia Pascual. Una celebración en la que se han adaptado algunos momentos a la dificultad de movimiento del pontífice. La liturgia de la que es “la madre de todas las vigilias”, según san Agustín, comenzó en penumbra en el atrio de la basílica de San Pedro con el papa Francisco presente en el encendido del cirio en torno a una pequeña hoguera, aunque se ha consolidado el horario ‘pandémico’, iniciando la vigilia a las 19:30 h., aunque con más oscuridad que en años anteriores al no haber estrenado el horario de verano europeo.



Ya en el interior del templo, con unos 6.000 fieles, donde poco a poco se fue haciendo la luz hasta brillar con todo su esplendor la basílica, siguiendo los ritos de esta Noche Santa de la salvación, la celebración prosiguió con la procesión hasta el altar. Ya a plena luz con el canto del ‘Exsultet’, el pregón pascual, fue el primero de los progresivos anuncios de la resurrección que se encadenan en este inicio del día de Pascua.

Nuevos cristianos

Después se proclamaron algunas lecturas bíblicas –con alguna solista que no es del coro de la Capilla Sixtina incluida–, en las que se ha evidenciado el desarrollo de la historia de la salvación en torno al momento central de la Resurrección, narrado en el evangelio de Marcos aclamado en el Gloria, a través de sonido de todas las campanas de la basílica, y pregonado con el Aleluya solemne.

En esta celebración también algunos catecúmenos han celebrado los sacramentos de la iniciación cristiana –bautismo, confirmación y Primera Comunión– de las manos del papa Francisco. En este caso han sido 8 personas: Jun Woong Alvaro An y Yeongeun Rosaria Choi de Corea del Sur; Luca Piero Bertolini, Yenitza Cristina Cartaya Jiménez, Diana Jamshir y Daniele Petricca de Italia; Toyokazu Luke Kitazume de Japón y Erisa Margherita Ruzhdija de Albania. La última parte de la Vigilia fue, siguiendo siempre la estructura del misal, la dedicada a la liturgia eucarística.

Una piedra en el corazón

En su homilía Francisco se fijó en las mujeres “paralizadas” que van al sepulcro y cuyo “corazón se ha quedado a los pies de la cruz” convencidas de que “el acontecimiento de Jesús ha sido ya sellado con una piedra”. Una piedra, añadió, que “representa el final de la historia de Jesús, sepultada en la oscuridad de la muerte”. “Aquella roca, obstáculo infranqueable, era el símbolo de lo que las mujeres llevaban en el corazón, el final de su esperanza. Todo se había hecho pedazos contra esta losa, con el misterio oscuro de un trágico dolor que había impedido hacer realidad sus sueños”.

Así, el Papa advirtió que los cristianos “a veces sentimos que una lápida ha sido colocada pesadamente en la entrada de nuestro corazón, sofocando la vida, apagando la confianza, encerrándonos en el sepulcro de los miedos y de las amarguras, bloqueando el camino hacia la alegría y la esperanza”. “Cuando experimentamos estas desilusiones, tenemos la sensación de que muchos sueños están destinados a hacerse añicos”, añadió señalando que, sin embargo, las mujeres encontraron la piedra movida.

Mirar al Resucitado

“Es la Pascua de Cristo, la fuerza de Dios, la victoria de la vida sobre la muerte, el triunfo de la luz sobre las tinieblas, el renacimiento de la esperanza entre los escombros del fracaso. Es el Señor, Dios de lo imposibleque, para siempre, hizo correr la piedra y comenzó a abrir nuestros sepulcros, para que la esperanza no tenga fin”, destacó el pontífice.

Jesús, para Bergoglio, “después de haber asumido nuestra humanidad, bajó a los abismos de la muerte y los atravesó con la potencia de su vida divina, abriendo una brecha infinita de luz para cada uno de nosotros”. Él, añadió. “abrió una página nueva para la humanidad. Desde aquel momento, si nos dejamos llevar de la mano por Jesús, ninguna experiencia de fracaso o de dolor, por más que nos hiera, puede tener la última palabra sobre el sentido y el destino de nuestra vida”.

“Jesús es nuestra Pascua”, prosiguió invitando: “Mirémoslo a Él, acojamos a Jesús, Dios de la vida, en nuestras vidas, renovémosle hoy nuestro ‘sí’ y ningún escollo podrá sofocar nuestro corazón, ninguna tumba podrá encerrar la alegría de vivir, ningún fracaso podrá llevarnos a la desesperación”. “Deja que tu corazón estalle de júbilo en esta noche santa”, apeló Francisco.

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