Por primera vez en la historia, un Papa retransmite la misa privada dominical desde la capilla de su residencia en Santa Marta. La pandemia del coronavirus ha hecho que Francisco abriera de forma virtual el pasado lunes la celebración diaria de las siete de la mañana a todos los fieles del planeta.
“Este tercer domingo de cuaresma recemos todos por los enfermos, por las personas que sufren”, fueron sus palabras nada más comenzar la celebración, una plegaria que llegó acompañada de una intención concreta, como los días previas: “Hoy quisiera elevar con vosotros una oración especial por las personas que con su trabajo garantizan el funcionamiento de la sociedad: los trabajadores de las farmacias, de los supermercados, de los transportes, los policías…”.
Por los trabajadores
“Oremos por todos aquellos que en estos momentos están trabajando para que la vida social y de las ciudades pueda ir adelante”, insistió el Papa al arrancar una misa en la que se suprimió la segunda lectura de forma expresa.
A la luz de la lectura de la samaritana, Francisco señaló que “no es una parábola, sucedió, es un diálogo histórico”: “Es la primera vez en el Evangelio que Jesús declara su identidad, y lo hace ante una pecadora”. De la mujer, resaltó cómo “tuvo la valentía de confesar sus debilidades y de usar la propia historia ante los demáscomo garantía de que Jesús era un profeta: ‘Me ha dicho todo lo que yo he hecho’”. “No fue con argumentos teológicos”, apostilló el Papa en su homilía.
“No se puede ser discípulo sin nuestra verdad, solo con argumentación”, dedujo el Obispos de Roma, que apuntó cómo “el Señor siempre quiere el diálogo con Él, sin esconder las cosas, sin doble intención: soy así y así hablo con el Señor. Así el Señor ha venido a salvarnos y a salvarme”. “Que el Señor nos de siempre la gracia de rezar con la verdad, no con la verdad de los otros, o con la verdad destilada con argumentos de otros”, imploró Francisco.
