El ‘Nadam’, la fiesta nacional de Mongolia más allá de la fe

Cada 11 de julio, el país asiático que recibe a Francisco conmemora su independencia nacional y el séquito papal ha podido conocerla de primera mano las celebraciones

El 11 de julio, día en que Mongolia conmemora su independencia nacional, se celebra el ‘Naadam’, una fiesta que reúne a los millones de habitantes de este país milenario. En la capital Ulán Bator son tres días de festejos populares en los que se reviven antiguas tradiciones folklóricas y agonísticas seguidas con pasión por familias anteras.



El día de nuestra llegada y a la vista de que el programa papal no preveía ningún acto, el Gobierno quiso ofrecernos una síntesis de esas celebraciones y nos invitaron a lo que es su escenario habitual situado a medio centenar de kilómetros de la capital. Es una superficie al pie de verdes colinas y en la ribera de un pequeño rio de aguas cristalinas. Allí acudimos no sólo el grupo de periodistas, sino todo el séquito papal encabezado por el secretario de Estado, el cardenal Pietro Parolin.

Coreografías sorprendentes

Recibidos por una escolta de figuras revestidas de lujosos trajes de ceremonia y un conjunto musical de antiguos instrumentos, tomamos asiento en tiendas similares a las usadas desde tiempos muy remotos.

El espectáculo se componía de cantos ancestrales interpretados por artistas de una sorprendente potencia acústica y acompañados por instrumentos cuyo origen se remonta a muchos siglos. Hubo también sucesivos manifestaciones coreográficas cuyos intérpretes – de ambos sexos-, se exhibieron con precisión milimétrica en sus movimientos siempre con ropajes de una meritoria vistosidad.

Lo más espectacular fue, sin embargo, una exhibición de los famosos caballos mongoles perfectamente adiestrados y sobre los que jinetes muy jóvenes realizaban acrobacias inverosímiles y muy arriesgadas, pero que ellos ejecutaban como la cosa más natural mundo. Durante algunas horas asistimos a una demostración de que este pueblo que en su momento formó el imperio mayor de la historia humana ha sabido conservar estas proezas empapadas de refinamiento y destreza física que aplaudimos llenos de admiración.

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