Redactor de Vida Nueva Digital y de la revista Vida Nueva

¿Se puede tumbar el programa de una JMJ?


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El informe

En Portugal se publicaba en estos meses de atrás un exhaustivo informe independiente sobre la realidad de los abusos en los ambientes eclesiales. Ahora Lisboa se prepara para celebrar la Jornada Mundial de la Juventud y con motivo de la visita del papa Francisco algunos grupos de víctimas han criticado el programa papal pidiendo que deje de lado en encuentro con los jóvenes para volcarse con una agenda centrada exclusivamente en las víctimas de estos abusos.



El cardenal Manuel Clemente, patriarca de Lisboa, confirmó a los periodistas que estaba previsto un encuentro discreto y privado con víctimas. De hecho, no figura ni lugar ni hora en el programa oficial publicado por el Vaticano. Es esta una respuesta a la consternación que la propia Iglesia ha vivió al conocer el resultado de su informe que sentencia que unos 5.000 niños han sufrido abusos sexuales en entornos eclesiales en el país luso.

El perdón

Como tantas cosas en la Iglesia se encuentran precedentes a lo largo de la historia. En agosto de 2018 el papa Francisco viajó a Irlanda con motivo del IX Encuentro Mundial de las Familias. La compleja situación de abusos que se había destapado en este país de gran tradición católica había conmocionada a toda la sociedad. El programa papal incluyó un encuentro privado con un grupo de víctimas y un gesto más inédito en la misa de clausura del encuentro el 26 de agosto de 2018 en el Parque Fénix de Dublín.

En el momento del acto penitencial Francisco relató en un perfecto castellano que había estado reunido el día anterior “con ocho personas sobrevivientes de abuso de poder, de conciencia y sexuales”. “Recogiendo lo que ellos me han dicho, quisiera poner delante de la misericordia del Señor estos crímenes y pedir perdón por ellos”.

Acto seguido el Papa señaló abiertamente: “Pedimos perdón por los abusos en Irlanda, abusos de poder y de conciencia, abusos sexuales por parte de miembros cualificados de la Iglesia. De manera especial pedimos perdón por todos los abusos cometidos en diversos tipos de instituciones dirigidas por religiosos y religiosas y otros miembros de la Iglesia. Y pedimos perdón por los casos de explotación laboral a que fueron sometidos tantos menores”. “Pedimos perdón por las veces que, como Iglesia, no hemos brindado a los sobrevivientes de cualquier tipo de abuso compasión, búsqueda de justicia y verdad, con acciones concretas. Pedimos perdón”, reiteró el Papa.

“Pedimos perdón por algunos miembros de la jerarquía que no se hicieron cargo de estas situaciones dolorosas y guardaron silencio. Pedimos perdón. Pedimos perdón por los chicos que fueron alejados de sus madres y por todas aquellas veces en las cuales se decía a muchas madres solteras que trataron de buscar a sus hijos que les habían sido alejados, o a los hijos que buscaban a sus madres, decirles que ‘era pecado mortal’. ¡Esto no es pecado mortal, es cuarto mandamiento! Pedimos perdón. Que el Señor mantenga y acreciente este estado de vergüenza y de compunción, y nos dé la fuerza para comprometernos en trabajar para que nunca más suceda y para que se haga justicia. Amén”, concluyó Francisco. En este acto penitencias se repasaron todos los tipos de abusos producidos en el contexto irlandés.

Una horas después, ese mismo día en el que el exnuncio Carlo Maria Viganò había publicado un informe sobre la situación del cardenal McCarrick, Francisco pudo conversar con los periodistas en el avión sobre esta dura realidad. “Creo que era necesario escuchar a aquellas ocho personas; y de esta reunión salió la propuesta —que hice yo y ellos la aceptaron y me ayudaron a realizarla— de pedir perdón hoy en la Misa, pero sobre cosas concretas”, explicó a los periodistas. Y es que, comentó, algunas de las peticiones de perdón estaban inspiradas en estas historias que iban más allá de los abusos sexuales. Como fue el durísimo caso de las lavanderías.

Las lavanderías

Una guía turística de Irlanda, no especialmente exhaustiva, incluye en su cronología de la historia del país que en 1996 se cierra la última de las Lavanderías de la Magdalena. Estas instituciones, por la que pasaron unas 30.000 mujeres a lo largo de todo el XX, proporcionaba auxilio social a chicas que solían permanecer en torno a siete meses, aunque algunas permanecieron hasta su muerte. A menudo se ha comparado esta institución con el Patronato de Protección a la Mujer que funcionó en España durante el franquismo, aunque hay significativas diferencias.

La tradición de los refugios para “pecadoras públicas” en ambientes de fuerte tradición cristiana se remontan al siglo XIII, de ahí la referencia a la Magdalena. Y es que las destinatarias de estas lavanderías en Irlanda, que surgieron por una iniciativa protestante a finales del XIX, era poder acoger todo tipo de “mujeres descarriadas” y no solo recluir a aquellas que había cometido cualquier delito. La atención de estos asilos que llegaron a ser más de 40 en Irlanda estaban en manos de alunas congregaciones religiosas o de comités de mujeres laicas con espíritu filantrópico. A lo largo del siglo XX todas quedarían en manos de religiosas, incluyendo los protestantes. El objetivo era la redención de la mujer y su incorporación a la sociedad fundamentalmente como trabajadora en el empleo doméstico por eso pronto los asilos se financiaban a través de servicios de lavandería a instituciones públicas y privadas como la cervecera más famosa del país.

A las lavanderías llegaban no solo jóvenes que se prostituían o eran objeto de la trata de blancas, sino que las familias o los párrocos también enviaban madres solteras, jóvenes que necesitaban reformarse, niñas que habían sido violadas en su familia o incluso mujeres pobres o con enfermedades mentales. Mientras en otros países estas instituciones cambiaban su orientación o directamente se clausuraban en Irlanda duraron hasta los años 90 con diez lavanderías abiertas bajo el control de cuatro órdenes religiosas que no asumen del todo lo anacrónico y antievangélico que se vivió tras las paredes de las lavanderías. Explotación laboral, falta de consentimiento y libertad, pérdida de la propia identidad –se les cambiaba incluso el nombre–, abuso de conciencia a través de la culpabilidad, castigos increíbles, falta de un servicio educativo o de atención médica, imposición del silencio y una vida monacal… a lo que se suman los desórdenes sobre los enterramientos de las mujeres difuntas que se han descubierto después. El informe independiente niega la existencia de abusos sexuales a las internas, si bien alguna superviviente aislada ha denunciado alguna práctica en este sentido por parte de un confesor.

Hoy en día el edificio que albergó la última de estas lavanderías sigue en pie. Está en una zona residencia a pocos pasos de la parroquia salesiana en la que se venera el cuerpo del santo irlandés Matt Talbot –patrono de los alcohólicos– en la calle Seán McDermott. Unos carteles de obra anuncian que este imponente edificio de ladrillo que acogía a unas 100 internas se va a convertir en un centro de la memoria. Un lugar en el que habrá en el futuro un museo nacional, un archivo y centro de investigación, un espacio para la reflexión así como un centro social; si bien solo han comenzado los trabajos preliminares. Y es que el camino de curación de ciertas heridas es siempre lento, si bien el pasado no debe aprisionar de tal manera que sea imposible intuir con esperanza el futuro. Y los jóvenes de Lisboa prometen estar llenos de futuro.