¿Quiere Dios a todos los seres humanos?


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Durante los días de Navidad aproveché la ocasión para profundizar algo en lo que significa realmente ese acontecimiento y su celebración. Hoy me gustaría poner sobre la mesa algunos otros elementos que ayuden a la tarea.



El primero nos lo proporciona el evangelista Lucas en la escena de la “anunciación” angélica a los pastores. En ella, una legión del ejército celestial prorrumpe en una alabanza: “Gloria a Dios en el cielo, y en la tierra paz a los hombres de buena voluntad” (Lc 2,14). Quizá a alguien le haya llamado la atención esta traducción (tomada de la Biblia de la Conferencia Episcopal Española), máxime si tenemos en cuenta que en la liturgia se dice: “Gloria a Dios en el cielo, y en la tierra paz a los hombres que Dios ama [o a los que Dios ama]”. En el texto griego encontramos el término ‘eudokía’, que, ciertamente, expresa buena voluntad, benevolencia.

Y hay que decir que, aunque desde el punto de vista filológico, ambas traducciones estarían justificadas, sin embargo, muchos autores se inclinan por el sentido de la buena voluntad de Dios, no de los hombres. De esta manera, la traducción más adecuada debería ser aquella que subrayara la preeminencia divina: se pide que, en el cielo, a Dios se le dé gloria –como le corresponde–, y a los seres humanos, en la tierra, una paz que, de una manera u otra, tiene que ver con una querencia divina hacia ellos. Así, se desea la paz no solo para aquellas personas que tienen buena voluntad, los buenos, sino para todo hombre, porque, en último término, su valor no depende de ellos mismos, sino de que Dios los toma en consideración y expresa hacia ellos su benevolencia o incluso su elección.

Signo de esperanza

Un segundo elemento apropiado para la Navidad –y para cualquier época del año, en realidad– es aquel que considera a Jesús como el “Dios con nosotros”, es decir, la máxima manifestación de la cercanía de Dios con el ser humano. Como se sabe, la expresión de Mt 1,22-23 se tomó de Is 7,14, cuando el profeta Isaías le dice al rey Ajaz que ponga al hijo que va a tener el nombre de ‘Emmanuel’ como signo de esperanza en la ayuda divina. El evangelista Mateo entendió que Jesús era el cumplimiento de las Escrituras –lo que luego se llamará Antiguo Testamento–, por tanto, no dudó en aplicarle el texto de Isaías cuando se dispuso a narrar el nacimiento de Jesús.

Aunque la Navidad ya se haya quedado atrás, no lo ha hecho, sin embargo, su significado más profundo, ese que pone ante nuestros ojos la cercanía de Dios y su buena disposición hacia nosotros, los seres humanos.