¿Llegarán a cancelar la Biblia?


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No descubro nada nuevo si digo que hoy la “cancelación” está de moda: obras literarias o cinematográficas, por ejemplo, sufren la revisión de sus contenidos para adaptarlos a lo que hoy algunos consideran correcto. Hasta el Vaticano ha rechazado la llamada ‘Doctrina del Descubrimiento [de América]’, con el consiguiente repudio de una serie de bulas papales.



Al parecer, no todos saben que los hechos históricos, para poder entenderlos cabalmente, han de ser leídos en su propio contexto. Con razón, el Dicasterio para la Cultura y la Educación y el del Servicio al Desarrollo Humano Integral reconocen “los actos inmorales [que se produjeron] contra las poblaciones indígenas”, pero también habrá que reconocer que, en aquella época, hubo un intenso debate a propósito de si aquellas poblaciones tenían alma o no, es decir, si eran personas –en el sentido pleno– o no lo eran.

‘Doctrina de la cancelación’

En todo caso, me preocupa que la ‘Doctrina de la cancelación’ pueda llegar a la Biblia. Por fijarme solo en una cuestión, en el Nuevo Testamento no encontraremos una sola palabra que se levante contra la esclavitud, una realidad que hoy consideramos inhumana. Jesús jamás se expresa en contra de la esclavitud, a pesar de ser una institución practicada en el Imperio romano. Asimismo, en el epistolario paulino encontramos notables menciones de la esclavitud sin que el Apóstol se manifieste contrario a tal práctica.

En la carta a Filemón, probablemente estamos ante el caso de un esclavo –Onésimo– fugado de su amo. Y a Filemón se le recomienda que lo acepte como hermano, pero no se le exige que manumita al esclavo por ser algo contrario a la fe en Jesús. Por otra parte, en otras cartas hallamos varios “códigos domésticos” en los que se habla de los esclavos, animándolos a que sean sumisos a sus amos. Por ejemplo: “Esclavos, obedeced a vuestros amos de la tierra con respeto y temor, con la sencillez de vuestro corazón, como a Cristo. No por las apariencias, para quedar bien ante los hombres, sino como esclavos de Cristo que hacen, de corazón, lo que Dios quiere, de buena gana, como quien sirve al Señor y no a hombres. Sabed que lo que uno haga de bueno, sea esclavo o libre, se lo pagará el Señor” (Ef 6,5-8).

Muy probablemente, era imposible que en la antigüedad se pudiera pensar que la esclavitud había de ser desterrada: simplemente, era una realidad considerada “natural”. Y ese debería ser el criterio para juzgar la esclavitud en otros tiempos.