Trinidad Ried
Presidenta de la Fundación Vínculo

La confianza: otro rostro para Dios


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Recientemente, vino a Chile un artista que realizó un show extraordinario de luces, sonidos, imágenes, recursos de marketing y toda la perfección estética que puedan imaginar. La emoción me saltaba al llegar al estadio donde miles de personas lo íbamos a escuchar. Apareció sin saludar, cantó pedazos de sus canciones en otro tono del habitual, nunca interactuó con el público en forma espontánea y se fue sin decir buenas noches, ni gracias, ni nada.



¿Qué me pasó? No pude disfrutar la invitación ni menos la música porque sentí que no era verdad. Me habían invitado a contemplar un jardín lleno de flores maravillosas y me encontré con un armado de flores plásticas, que eran perfectas, pero no olían a nada. Algún gato hay encerrado en esta performance, tan perfecta como estudiada, que me hizo alejarme y comenzar a desconfiar.

Un mundo de plástico

Si así nos sucede con un famoso que “vende” una imagen que no es real, cuánto más vivimos a diario en nuestros vínculos cotidianos dada la pérdida de confianza creciente en unos y otros, que está “plastificándonos” a todos sin piedad. El problema grave de todo este fenómeno es que, sin confianza, no podemos vivir. Ni siquiera cruzar una calle con semáforo en verde, porque podría pasar que otro auto no respetara la luz roja para parar. Así, nos comenzamos a enfermar de estrés por el miedo de ser decepcionados, ser manipulados, quedarnos solos, por la paranoia de que incluso los más cercanos nos pueden traicionar y nos volvemos vulnerables al mal que unos pocos quieran crear.

Ciertamente, se pueden usar “flores de plástico” en algunos contextos que requieren un sentido práctico y de poca mantención porque el dinero y el tiempo no siempre alcanzan para más. También en ambientes de oficinas o públicos, si lo que buscan es hermosear a bajo costo, donde no hay otra posibilidad. Sin embargo, en nuestro ámbitos más íntimos, como las personas con las que vivimos a diario, las que trabajamos, las que nos cuidan y las que vemos con regularidad, no podemos vivir creyendo que son potenciales enemigos, porque es una locura mental.

“flores de verdad”

Hay ciertos espacios sagrados que exigen “flores de verdad”. Personas que puedas mirar a los ojos y tener la certeza de que te son incondicionales y que no están viviendo un show nada más.

Así como durante todo el recital traté de convencerme de que todo era auténtico y de que mi cabeza me estaba jugando una mala pasada, en la vida corriente, la mayoría de las personas siempre queremos creer en el resto porque la desconfianza duele mucho y nos aísla de los demás. Con una sonrisa nos conquistamos unos a otros y la ingenuidad linda del ser humano puede brotar con generosidad. El dilema es que son demasiadas las informaciones que recibimos donde hay sinvergüenzas que estafan, hacen delitos horribles y merman el tejido social, sembrando incertidumbre y separación social.

Algunos aliados de la “plasticidad”

El tema es delicado, ya que cada día hay más herramientas que permiten tergiversar la realidad. Las redes sociales e internet dan para todo y, así como pueden ser una gran ayuda, también son perfectas plataformas para engañar. También están todos los alcances de la inteligencia artificial, que están corriendo los límites de la verdad. Nuestros sentidos y percepciones son absolutamente vulnerables para hacernos ver, oír y percibir una flor plástica como una flor recién cortada, llena de vitalidad. La desconfianza se desparrama peor que el petróleo en el mar, ya que tampoco tenemos demasiado tiempo para comprobar la autenticidad de las cosas y la angustia de no saber con quién estás hablando nos causa una herida mortal.

Lo que antes nos mantenía unidos como sociedad se ha ido debilitando, al punto de estar pasando el límite de la salud mental. La corrupción, el individualismo, el empobrecimiento valórico y moral, los vínculos utilitarios y desechables, la ambición y el predominio de la imagen, entre otros factores, nos están invadiendo y nos podemos sentir privilegiados si tenemos más de un puñado de personas en quien podemos creer y poner las manos al fuego, como en la antigüedad.

Otro rostro de Dios

No quiero ser pesimista; todo lo contrario. Solo poner sobre la mesa un problema para poder hacer la resistencia con claridad y saber cómo luchar. Se cultiva la confianza confiando y se multiplica amando y sirviendo como Jesús nos enseñó. No hay otro camino y aunque nos engañen unos pocos, son muchos más los que sí son dignos de entregarnos. Hay cientos de artistas que son auténticos y millones de personas buenas en la humanidad. No nos podemos olvidar de que el mal es minoría, pero es cada vez más astuto en su actuar.

Sin embargo, si Dios está de nuestro lado, ¿qué nos podría pasar? La confianza es otra faceta de su rostro y, si nos adherimos a Él, podemos tener la certeza de que esta mala racha también pasará y tendremos flores bellísimas para contemplar en nuestra humanidad.