Ianire Angulo Ordorika
Profesora de la Facultad de Teología de la Universidad Loyola

Juegos Olímpicos: ser más comunitarios


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Tengo que confesar que, durante los veranos en los que hay Juegos Olímpicos, se me despierta una vena deportista que suelo tener bien escondida durante el resto del tiempo. En esos días, tengo la oportunidad de ser espectadora desde el salón de mi casa de deportes que jamás he visto y, gracias a las aportaciones de los comentaristas, puedo aprender quiénes son los que compiten y, sobre todo, cuestiones técnicas que sería imposible saber de otro modo. Así puedo fijarme mucho más en, por ejemplo, cuánta agua salpica una saltadora de trampolín al hacer su ejercicio, en la horizontalidad de los brazos de un gimnasta haciendo “el cristo” en las anillas o si se toca alguno de los obstáculos en la bajada por aguas bravas.  



Más allá de lo deportivo, me gusta pensar en lo que implica para esas personas cada pequeño logro, en la dificultad que supone un pequeño traspiés precisamente en el momento más relevante de su carrera deportiva y en los vínculos que se generan entre ellos al compartir muchas horas de competición y convivencia. Sí, quizá se me olvida un poco la competitividad y esos logros nacionales contabilizados en medallas, pero es porque entiendo que la gran marca a batir es la de cada uno. Da igual si el único deporte que practicamos es correr para coger un autobús, porque el reto que todos nosotros estamos invitados a superar es ir ganando pequeñas batallas personales y dar pequeños pasos que nos acerquen a nuestra mejor versión.    

‘Citius, altius, fortius, communiter’

Por eso, me encanta que se haya completado el lema olímpico y ahora sea: ‘Citius, altius, fortius, communiter’. Y es que, si solo nos centramos en ir más rápido, más alto y más fuerte, podemos caer en el error de creer que nos desplegamos como personas en la medida en que nos centramos en nosotros. Desde esta perspectiva podemos acabar considerando a los demás como enemigos a superar, como quienes nos hacen sombra y no nos permiten lucir. Este es el error que cometió Caín, considerando a Abel un estorbo que debía quitar de en medio (Gn 4,3-8).  

Juegos Olímpicos Tokio 2021

Los otros no son un tropiezo, sino una posibilidad de desarrollarnos plenamente, por eso ser ‘más comunitarios’ es también un objetivo que hemos de incorporar a nuestra existencia. No solo para ser más “olímpicos”, sino para escuchar permanentemente esa inquietante pregunta divina: “¿Dónde está tu hermano?” (Gn 4,9).