¿Hay que tener confianza?


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Desde hace unas semanas se viene hablando de la quiebra de algunos bancos norteamericanos y un importante banco suizo. Las discusiones vienen sobre todo por las posibles consecuencias que puede tener ese hecho en el sistema financiero internacional y la fortaleza de los bancos nacionales. Y no es infrecuente escuchar a los expertos afirmar que ante lo que estamos es, en realidad, ante una crisis de confianza.



Esto no se diferencia demasiado de lo que leemos en algunos pasajes de la Biblia, donde se pone de relieve que la relación entre Dios y su pueblo es, en último término, una cuestión de confianza, que es otra forma de decir de “fe”.

Un texto donde aparece esta cuestión es el que se recoge en el libro del profeta Isaías, concretamente en el contexto de la guerra siro-efraimita (736-732 a. C.), cuando una coalición de sirios e israelitas –identificados con Efraín– quisieron que Judá se uniera para hacer frente a los asirios, para lo cual trataron de derrocar al rey Ajaz, que no era partidario de hacerlo. Así leemos en Isaías:

“Se lo comunicaron a la casa de David: ‘Los arameos [sirios] han acampado en Efraín’, y se agitó su corazón y el corazón del pueblo como se agitan los árboles del bosque con el viento […] Así ha dicho el Señor: ‘Ni ocurrirá ni se cumplirá: Damasco es capital de Siria, y a la cabeza de Damasco está Rasín […] Samaría es capital de Efraín, y a la cabeza de Samaría está el hijo de Romelías. Si no creéis no subsistiréis’” (Is 7,3.7-9).

‘Amán’ y ‘amén’

Conviene fijarse en las palabras ‘agitar’, ‘creer’ y ‘subsistir’.

Empezando por estas últimas, en hebreo se emplea el mismo verbo, ‘amán’ (de donde procede ‘amén’), en un evidente juego de palabras con el significado primario del verbo: ser firme, estable, seguro. Esto es lo que ha hecho que la traducción española haya tenido que emplear dos verbos distintos: si no hay confianza en Dios no habrá posibilidad de subsistir para Judá.

Por otro lado, la firmeza de la fe-confianza en que Dios ayudará a Judá y su rey es lo que hace que el profeta juegue con la imagen del corazón del pueblo agitándose como los árboles del bosque. De modo que esa agitación encuentra su contrapunto en la firmeza y seguridad que supone y proporciona la confianza en Dios, la fe.

Ya sea en el plano puramente humano –en el que se mueven los bancos– como en el que interviene la fe –la creencia–, la confianza resulta fundamental.