Flor María Ramírez
Licenciada en Relaciones Internacionales por el Colegio de México

Fraternidad en medio de una guerra


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Han pasado ya tres semanas y nos siguen llegando las imágenes conmovedoras de sufrimiento que hacen insostenible la situación en Ucrania. En este periodo se han disparado no solamente los ataques armados de las fuerzas en combate sino también el dolor y la desesperanza de millones de familias envueltas en un fuego cruzado que no provocaron.



El éxodo de quienes huyen y buscan un lugar donde refugiarse se ha convertido en una prioridad para las agencias humanitarias. La solidaridad de los países vecinos, como Polonia y Rumanía ha sido ejemplar y en sí la sociedad civil de los  países europeos está actuando para apoyar de una u otra forma a la población civil de Ucrania que está siendo agredida.

Nuestra memoria no puede ser corta, en esta región se vivió Chernóbil y se ha disputado el poderío territorial de la geoestrategia de forma histórica. El conflicto ha sido un factor constante con periodos de sosiego y tranquilidad. El fantasma de la Guerra Fría se instaló por mucho tiempo y ha despertado con la furia de múltiples inconformidades acumuladas y la disputa por la identidad de un pueblo.  

‘Fratelli Tutti’ ha descrito muy bien cómo hoy “se utiliza el mecanismo político de exasperar, exacerbar y polarizar a la población. De diversas formas se niega a otros el derecho a existir y a opinar. La política ya no es así una discusión sana sobre proyectos a largo plazo para el desarrollo de todos y el bien común, sino sólo recetas inmediatistas de marketing que encuentran en la destrucción del otro el recurso más eficaz. En este juego mezquino de las descalificaciones, el debate es manipulado hacia el estado permanente de cuestionamiento y confrontación“. [1]

Libertad de expresión

Y así prácticamente nos explotó este nuevo episodio de conflicto que corre el riesgo de extenderse. Cientos de ciudadanas y ciudadanos rusos no están de acuerdo con su gobierno pero no encuentran el lugar para disentir porque su libertad de expresión está restringida. Un mayor número de ucranianos seguramente están en desacuerdo con este conflicto involuntario que ha puesto en vilo a todo el mundo.

A diferencia de los conflictos que vivimos en los 80’s y 90’s, en el conflicto de Ucrania estamos viendo un conflicto “hibrido” que se libra por diversas vías, además del frente de batalla. Hay un choque económico, múltiples amenazas cibernéticas, una tensión latente por el uso de armas nucleares y una constante desinformación y manejo de redes sociales. Cualquiera que sean los frentes que tenga una guerra, la historia nos enseña que sus huellas trascienden la memoria colectiva y afectan a más de una generación. También hemos aprendido que los efectos de un conflicto pueden aminorarse abriendo pequeños resquicios para la solidaridad y para apreciar cada pequeño gesto de la cotidianeidad.

Este conflicto pone a prueba nuestro sentido  de conciencia como “comunidad” y la capacidad para salir al encuentro de quienes sufren a miles de kilómetros de nosotros. Como lo dicho en ‘Fratelli Tutti’: “en estos momentos donde todo parece diluirse y perder consistencia, nos hace bien apelar a la solidez que surge de sabernos responsables de la fragilidad de los demás buscando un destino común. La solidaridad se expresa concretamente en el servicio, que puede asumir formas muy diversas de hacerse cargo de los demás“. Al pensar en la fragilidad y vulnerabilidad que provoca la guerra, nos toca imaginar nuevas formas de servir y dar paso en nuestros corazones a la más ferviente plegaria por la fraternidad entre personas, pueblos y naciones.

 

[1] Carta Encíclica, ‘Fratelli Tutti’, 2020