José Francisco Gómez Hinojosa, vicario general de la Arquidiócesis de Monterrey (México)
Vicario General de la Arquidiócesis de Monterrey (México)

El peso de las minorías


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Hay una leyenda urbano-eclesiástica que, me parece, está muy instalada en quienes quisiéramos cambios más rápidos y estructurales en la Iglesia: el Papa retrasa esas reformas por hacer demasiado caso a las minorías.



Estos grupos minoritarios, opuestos a los sueños papales -una iglesia de puertas abiertas y en salida, misericordiosa, anticlericalista, pobre para los pobres, sinodal, etc.- están conformados sí, por laicos deseosos de volver al pasado preconciliar, pero especialmente por encumbrados clérigos, cardenales incluidos, que hacen lo posible por descarrilar la locomotora mutacional de Francisco de Roma.

Sin embargo, no me resulta tan influyente el impacto de esta oposición si atendemos al método que ha establecido Bergoglio para impulsar sus intuiciones.

Es claro que no quiere imponer “desde arriba” modificaciones que no cuenten con el respaldo de las mayorías, y que las verdaderas revoluciones surgen “desde abajo”. Pero también me parece que, en la medida en que más se han abierto las consultas, como la del actual proceso sinodal, las minorías adversarias comienzan a disminuir su fuerza.

Un ejemplo, creo, acaba de suceder en la reciente asamblea sinodal. Recordemos que cada párrafo de su Relación de Síntesis debía recibir la aprobación de, al menos, las dos terceras partes de los 344 delegados con derecho a voto. Conocidas las votaciones, llaman la atención dos cosas.

En primer lugar, los apartados más votados fueron los que se refieren a las iglesias orientales, la capacidad evangelizadora de las personas con discapacidad y la escucha durante el proceso sinodal… con sólo un voto en contra. No extraña.

Por otra parte: ¿cuáles imagina que son los enunciados con más sufragios contrarios? Ha acertado: el “j” del capítulo 9 que considera como una respuesta apropiada dar acceso a las mujeres al diaconado (69 pronunciamientos en contra); el “n” del capítulo 9, en donde se solicita que se prosiga el estudio teológico y pastoral sobre el acceso de las mujeres al diaconado (67); la pregunta sobre la conveniencia teológica de mantener o no el celibato sacerdotal obligatorio (55), el “f” del capítulo 11; la evaluación de reinsertar a los sacerdotes que han dejado el ministerio (53), en el “i” del mismo capítulo 11; el reconocimiento de la insuficiencia que presentan algunas categorías antropológicas referentes a la identidad de género (39) -“g” del capítulo 15- y en el “q” del capítulo 9, la percepción de que es necesaria una mayor creatividad a la hora de establecer ministerios basados en los requerimientos de las iglesias locales (38).

Sin embargo, no obstante estos dictámenes contrarios a las posiciones mayoritarias -por lo mismo-, no encontraron respaldo en una asamblea compuesta ya de forma más plural, que aunque con reservas abre las puertas para futuras investigaciones.

Para allá vamos. Quizá con lentitud, pero con firmeza. La esperanza de una Iglesia diferente, más parecida a la que vivió la primitiva comunidad cristiana, está abierta.

Pro-vocación

Casi inadvertida, quizá por la clausura de la reciente asamblea del Sínodo, ha pasado la carta apostólica del papa Francisco ‘Ad theologiam promovendam’ (Para promover la teología), en la que se aprueban nuevos estatutos para la Pontificia Academia de Teología. Conviene detenernos en ella. Lo haremos, Dios mediante el próximo domingo.