José Luis Pinilla
Migraciones. Fundación San Juan del Castillo. Grupos Loyola

Caminando con los Reyes Magos en el comienzo del año


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Hace unos años, por estas fechas, tuve que responder a distintos medios cuando me preguntaron (estábamos en medio del lanzamiento de la Campaña de Migraciones) por la polémica suscitada ese año con motivo de que los Reyes Magos en algunos casos fueran mujeres o que el rey Baltasar no fuera una persona de color.



Más o menos vine a decir que las cabalgatas de los Reyes Magos son una representación y por lo tanto hay “libertad” en el hecho de que alguien “vaya de blanco, de negro o sea mujer”. Y añadí a propósito de la raza y la identidad que “no estaría de más que algunas personas blancas por un día fueran negras”, asumiendo la tradición de la negritud del rey Baltasar. “Lo ideal sería que fuera una persona de raza negra” quien hiciera de rey mago. No obstante, insistía en comentar que “no estaría de más que una persona de raza blanca se pintara de negro para saber lo que significa ir con una piel negra en nuestro contexto social”, al menos por unas horas. Y luego actuara de esa manera, fuera de los oropeles de las cabalgatas, y caminara por nuestras calles y estaciones de metro “caracterizado de negro”. Supongo que si suplantar la identidad de Baltasar se hace en el contexto de alguna noticia de barbarie terrorista, más de una vez se vería obligado a ser identificado. Y sugería para terminar lo que los obispos decían ese año: la importancia “de ponerse en la situación que los emigrantes padecen”, ya que esta es “una respuesta fundamentalmente cristiana y muy digna”, ponerse en el lugar del otro.

De esto trata hoy mi post. De identidades. Personales y sociales.

La identidad

Amin Maalouf, en su libro ‘Identidades asesinas’, comienza hablándonos del significado de la palabra identidad: “Identidad es lo que hace que yo no sea idéntico a ninguna otra persona”. Nos habla de las diferencias que existen entre las personas en términos de religión, lenguas, creencias, cultura y costumbres, y lo enriquecedor de estas y lo peligroso que puede ser cuando tras ellas amenaza la sombra del fanatismo.

También hay un párrafo de este último autor en su discurso de recepción del Premio Príncipe de Asturias de las letras en 2010 que me ilumina y ayuda: “Hay que repetir incansablemente (…) que la identidad de un país no es una página en blanco, en la que se pueda escribir lo que sea, ni una página ya escrita e impresa. Es una página que estamos escribiendo; existe un patrimonio común —instituciones, valores, tradiciones, una forma de vivir— que todos y cada uno profesamos; pero también debemos todos sentirnos libres de aportarle nuestra contribución a tenor de nuestros propios talentos y de nuestras propias sensibilidades”.

El autor libanés dice: “La diversidad en sí misma no es ni una bendición ni una maldición. Es sencillamente una realidad, algo de lo que se puede dejar constancia. El mundo es un mosaico de incontables matices y nuestros países, nuestras provincias, nuestras ciudades irán siendo cada vez más a imagen y semejanza del mundo. Lo que importa no es saber si podremos vivir juntos pese a las diferencias de color, de lengua o de creencias; lo que importa es saber cómo vivir juntos, cómo convertir nuestra diversidad en provecho y no en calamidad”.

Necesitamos la pluralidad de las miradas para salvar al planeta, para descubrir la igual dignidad de todos los seres humanos y para gozar de la inmensa variedad de una vida plenamente humana. En ellas, las fronteras solo ejercen su control sobre todo para los seres humanos indefensos. Y si no que se lo pregunten a lo que el Pacto europeo de migraciones quiere validar ahora para detener “en caliente o en frío” incluso a niños.

Los Reyes Magos nos traen la posibilidad de afinar la mirada cuando vemos la buena relación de tres personas de distintas razas y culturas que emprenden un “viaje común y compartido” guiados por la estrella para acercarse, superando las dificultades del largo camino, a un lugar buscado y en cierto modo soñado (En su caso el portal de Belen). Una mirada que ayude a gestionar bien la diversidad. Que ayude a gestionar bien la interacción entre culturas diversas y cada vez más complejas.

Iniciar procesos

Creo modestamente que este lento proceso –iniciar procesos es más importante que llenar espacios, dijo el papa Francisco– no es cuestión de grandes discursos ni soflamas aunque la acción política debe promoverlo en grado sumo, sino de favorecerlo por parte de cada “quisque” en la vida cotidiana, por ejemplo, en el patio de un colegio cuando los niños de distintos países, culturas y etnias juegan juntos. O cuando me reúno y favorezco el diálogo con la vecina musulmana y/o cristiana del quinto piso, o intervengo dialogando a la hora de la compra en los mercados o en las asociaciones de todo tipo o en los barrios, etc. entre identidades distintas sellando en los proyectos –sin buscarlo intencionadamente– acuerdos interculturales.

Afinar la mirada –y en esto los sabios de Oriente fueron muy perspicaces al detectar la importancia de un niño desnudo en un portal –significa sobre todo caer en la cuenta de lo que narra aquel relato tibetano con enseñanzas morales implícitas–: “He visto una sombra en medio de un bosque y he tenido miedo al creer que era un animal peligroso. Me acerqué y vi que era un ser humano. Me he aproximado un poco más y he visto que era mi hermano”.

Parecido itinerario al de los Reyes que acompaña también los primeros pasos del nuevo año. Buceando entre las sombras, descubrieron la estrella. Esta no les guió a la crueldad del animal peligroso (el Herodes de turno), sino que anunciando otro horizonte se posó en un rostro humano. De las sombras a la luz, y desde la luz a la mirada de un Niño. Aproximándose un poco más han visto a Dios humanizado. El que está presente cada día del año.