“Siempre le he tenido bronca a los modelos de santidad que adornan los altares. Esos y esas de caras largas, solemnes, que no sonríen: mártires por la fe, papas, fundadoras o fundadores de comunidades religiosas que suben a los altares porque tuvieron quién patrocinara un proceso de beatificación, primero, y luego de canonización. Todos ellos y todas ellas, ciertamente, ejemplos de santidad, pero a quienes no podría imitar ni se me ocurriría hacerlo”.