Al paso de José María Rodríguez Olaizola: en la tierra del (anti) gurú

Jesuita y sociólogo

José María Rodríguez Olaizola habla en primera persona. Pero también en las primeras personas de quienes tienen enfrente. Hay conexión. Ni bostezos vespertinos. Tampoco tentación de perder la mirada. Interpela “a todos aquellos que no veis el final del túnel ante el proyecto de fin de carrera, o la tesis, o que se os pone todo cuesta arriba por el cansancio de cuidar de un enfermo”… para saber redescubrir a Dios.



Lenguaje directo y sin excusas, verbalizando las inquietudes de unos y otros: “Responder a la llamada no significa dar un giro de 180 grados de un día para otro, sino aceptar un ‘déjame entrar en tu vida’”. Las reflexiones sobre el seguimiento se suceden y encaminan hacia la vida en comunidad, para “tejer historias al servicio de la salvación”. Homilía nada etérea, que respira comunión ante los desconciertos intraeclesiales.

Tierra renovada

“En tierra de todos no es una segunda parte, no es un libro que haya que haber leído antes ‘En tierra de nadie’ (Sal Terrae). Es volver a hacerme las mismas preguntas, de cómo definir la Iglesia hoy y la gente que está en ella, y de alguna manera tratar de identificar el espacio donde está la mayoría de la gente”, aclara en diálogo con Vida Nueva sobre una obra que respira y transpira un salto vital de un desarraigo por un discurso eclesial monolítico a una pertenencia inclusiva esperanzadora. (…)

Tierra firme

Como la fe. Que “tiene que ser sólida, pero no intransigente”. Porque nadie, tampoco él, lo tiene todo claro. “La duda es parte de la fe y, además, una parte muy saludable. Una de las cosas que he descubierto con los años es que ayuda más a la gente saber que tú también tienes dudas que pensar que lo tienes todo claro”. (…)

¿Dónde está el error? En “confundir comunión con homogeneidad”. “La comunión –sostiene– es una pluralidad en la que lo esencial se comparte, y lo esencial es Cristo y la comunidad, que es la Iglesia, y es una misión. Querer convertir en esenciales una cantidad de cosas que dependen de momentos, culturas, épocas… me parece abusivo”.

Tierra removida

(…) “Demasiadas veces –prosigue en su argumento– terminamos reduciendo la Iglesia a jerarquía y magisterio. No digo que jerarquía y magisterio no sean parte de la Iglesia, que lo son. Pero la Iglesia es mucho más. Hay una dimensión, por ejemplo, de la comunidad en un mundo como el nuestro. El eco que ha tenido mi anterior libro, ‘Bailar con la soledad’ (Sal Terrae), tiene que ver con una experiencia absolutamente contemporánea: la sensación de falta de pertenencia, de falta de conexión, de soledad…

La Iglesia puede ofrecer una respuesta en forma de comunidad. Como secta homogénea, no es una respuesta para nadie. Pero si es un espacio de pluralidad, sí. Ahí entra la dimensión de servicio en tantos lugares de nuestro mundo, así como la capacidad de celebrar la vida, en todo lo que tiene. Se trata de ensanchar la mirada, hacer una pedagogía nueva y decir: ‘La Iglesia es mucho más que todo esto’, porque, si no, siempre estamos con la Iglesia reducida a una parcela muy pequeña”.

Tierra habitada

Por “buscadores de respuestas”. Así define Rodríguez Olaizola a los cristianos del siglo XXI, con los que trata de “buscar juntos y compartir las respuestas que vamos encontrando”. En comunidad, celebrando, sirviendo, testimoniando… Con los jóvenes, por supuesto. Con ellos ha trabajado muchísimo, incluido “el acompañamiento en relación a la orientación sexual”, para descubrir que “la vida es muy plural, que hay mucha gente que busca”. (…)

Tierra hostil

La que pisa cada vez que se asoma al universo “agotador” de las redes sociales. “A veces –se sincera–, tengo la tentación de arrojar la toalla. Tienes que lidiar con las malas interpretaciones de gente que lee lo que tú no has puesto, pero también de gente que exige que te vuelvas juez de los demás. Y yo no estoy para juzgar a nadie, sino para invitar a compartir una reflexión, y que cada uno haga la suya”. (…)

Tierra sembrada

Donde esparce sus semillas de Buena Noticia un hombre trabajado, que no se da importancia, que no se siente “alguien especial”, que simplemente trata de demostrar con su vida que cree en Dios y está al servicio de la Iglesia. Un sacerdote que intenta “vivir con honestidad y volcarse pastoralmente con la gente”. La autoridad tranquila. El antigurú. No busquen en Rodríguez Olaizola vehemencia ni gesto alguno de prepotencia. Si le ven moverse, más bien lo contrario. (…)

Tierra sumergida

En los recuerdos de aquella crisis “muy gorda” que atravesó a los 40. Años que resultaron “traumáticos” para nuestro protagonista. Siempre pensó que era “un bulo”, pero, cuando llegaron, “de golpe, descubres que se te ha pasado media vida; además, la de más cambios, más decisiones, la más efervescente… y piensas: “Ayer tenía 20, luego mañana tendré 60”.  (…)

Y este continuo aprendizaje le ayuda a sumergirse, asimismo, ligero de nostalgia y abierto a la novedad, en el relato de su vocación. Un ejercicio de memoria que le permite compartir qué queda de aquel primer amor por el Evangelio: “Lo nuclear mucho más despojado de romanticismo y mucho menos heroico, pero con el mismo entusiasmo”, se sincera. (…)

Tierra de todos

(…) Las palabras con las que cierra este cara a cara se las dedica al hombre que ha hecho posible, entre otras cosas, el que hoy pueda tocar muchos de los temas que toca ‘En tierra de todos’, “y de la manera en la que los toco”, apostilla. “Estoy encantado con lo que está suponiendo este pontificado”, nos confía, “pero, ojo, no mitifiquemos a Bergoglio solo. No es que lo de ahora sea bueno y todo lo anterior no”, advierte.

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