El abrazo más hondo del Papa a las víctimas de los abusos

Convive dos días con seis de ellas y les dirige una desgarrada petición de perdón

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ANTONIO PELAYO (ROMA) | Lo había prometido y ha cumplido con su palabra: el papa Francisco ha recibido en “su” casa de Santa Marta a seis víctimas de los abusos sexuales sobre menores por parte del clero. Es una primicia histórica.

En su vuelo de regreso a Roma desde Tierra Santa, el 27 de mayo pasado, en una amplia conversación con los periodistas, Bergoglio anunció que pensaba invitar a un grupo de estas personas a asistir a la misa que celebra cada mañana en la capilla de su residencia. Ya entonces usó palabras durísimas contra la pederastia clerical, asemejándola a las “misas negras” y asegurando que, sobre este problema, la línea de acción estaba muy clara: tolerancia cero.

Cuarenta días después, el domingo 6 de julio, las puertas de la casa del Papa se abrían para recibir a seis víctimas de tan gravísimos escándalos: tres hombres y tres mujeres. De ellos, solo dos nombres han saltado a la prensa: la irlandesa Marie Kane, de 43 años, que entre los 15 y los 18 años fue violada por un sacerdote de Bray; y el inglés Peter Saunders, de 57 años, que sufrió repetidos abusos sexuales por parte de dos profesores sacerdotes entre los 8 y los 15 años.

Los cuatro restantes –dos alemanes, una inglesa y un irlandés– se han refugiado en un más que comprensible derecho a la privacidad. El grupo iba acompañado por el cardenal Seán Patrick O’Malley, arzobispo de Boston y presidente de la Comisión Pontificia para la Tutela del Menor; su coordinador, Robert Oliver; la irlandesa Marie Collins, única víctima de tales crímenes que forma parte de la Comisión; o el jesuita Hans Zöllner, vicerrector de la Universidad Gregoriana, entre otros. El Santo Padre intercambió con ellos unas primeras y breves palabras de saludo a la hora de la cena.

Al día siguiente, lunes 7 de julio, todos, más los otros miembros de la Comisión y algunos familiares o acompañantes, se encontraban a las siete de la mañana en la capilla de Santa Marta para asistir a la Eucaristía presidida por el Papa. El formulario empleado fue el de las misas votivas por la paz y la justicia.

El Papa pronunció su homilía en español, pues quería perfilar al máximo la expresión de sus sentimientos (los presentes disponían de una traducción en sus propias lenguas). Dijo:

Desde hace tiempo siento en el corazón el profundo dolor, sufrimiento, tanto tiempo oculto, tanto tiempo disimulado, con una complicidad que no, no tiene explicación, hasta que alguien sintió que Jesús miraba. Y otro lo mismo, y otro lo mismo… Y se animaron a sostener esa mirada. Y esos pocos que comenzaron a llorar nos contagiaron la consciencia de este crimen y grave pecado. Esta es mi angustia y el dolor por el hecho de que algunos sacerdotes y obispos hayan violado la inocencia de menores y su propia vocación sacerdotal al abusar sexualmente de ellos.

Y prosiguió el Santo Padre [ver vídeo]:

Es algo más que reprobable, es como un culto sacrílego, porque esos chicos y chicas les fueron confiados al carisma sacerdotal para llevarlos a Dios y ellos los sacrificaron al ídolo de su concupiscencia. Profanan la imagen misma de Dios, por la que hemos sido creados. La infancia, sabemos todos, es un tesoro. El corazón joven, tan abierto de esperanza, contempla los misterios del amor de Dios y se muestra dispuesto de una forma única a ser alimentado en la fe. Hoy, el corazón de la Iglesia mira a los ojos de Jesús en esos niños y niñas y quiere llorar. Pide la gracia de llorar ante los execrables actos de abusos perpetrados contra menores. Actos que dejan cicatrices para toda la vida.

 

Vidas rotas para siempre

La homilía papal describió los muchos efectos negativos de esos actos en las personas que los han padecido: los paliativos por el camino de la adicción, trastornos en el campo de las relaciones familiares, suicidios, virulencia contra la fe y la esperanza en Dios… Hasta concluir con esta cercana petición de perdón:

Ante Dios y su pueblo expreso mi dolor por los pecados y crímenes graves de abusos sexuales cometidos por el clero contra ustedes y humildemente pido perdón. También les pido perdón por los pecados de omisión de líderes de la Iglesia que no han respondido adecuadamente a las denuncias de abusos presentadas por familiares y por aquellos que fueron víctimas de abusos. Eso conlleva también un sufrimiento adicional a quienes han sido abusados y puso en peligro a otros menores que estaban en situación de riesgo.

Finalmente, Francisco dejó esta frase que disipa cualquier duda sobre las reglas a seguir:

¡No hay lugar en el ministerio de la Iglesia para aquellos que cometen estos abusos! Me comprometo a no tolerar el daño infligido a un menor por parte de nadie, independientemente de su estado clerical. Todos los obispos deben ejercer sus oficios de pastores con sumo cuidado para salvaguardar la protección de menores y rendirán cuentas de esta responsabilidad.

Finalizada la misa y el posterior desayuno, el Papa recibió en un saloncito, separada e individualmente, a sus seis invitados, cada uno con algún acompañante. Según el portavoz vaticano, Federico Lombardi, estos coloquios duraron más de tres horas, desde las nueve de la mañana hasta pasado el mediodía; lo que supone un promedio de media hora por persona.

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En en nº 2.902 de Vida Nueva

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