Pablo Largo anima a volver a los inicios del cristianismo y “preguntarnos qué identidad importa salvar y qué prácticas simbolizan comunión”

Pablo Largo ITVR

Una profunda reflexión y una invitación a “volver” a las primeras comunidades cristianas. Así ha sido la ponencia con la que, este jueves, el claretiano Pablo Largo abría la segunda jornada de la 53ª Semana Nacional para la Vida Consagrada -impulsada por el Instituto Teológico de Vida Religiosa (ITVR) de los misioneros claretianos-, que este año se celebra en el Espacio Maldonado de Madrid en modalidad tanto presencial como online bajo el lema ‘Comunión y fraternidad: dos tareas siempre pendientes’.



De esta manera, y abordando el tema ‘Pascua y comunidad: El poder del Resucitado congrega la comunidad de discípulos dispersa’, Largo ha subrayado que “entre la comunidad prepascual y la pascual de Jerusalén hubo continuidad: la centralidad de Jesús, la memoria de lo vivido, la apertura a los de fuera, la conciencia de la dignidad recibida por su elección, la nueva escala de valores, la comensalía, el servicio humilde y alegre que refuerza la comunión y, por último, la misión”.

Pero, del mismo modo, como ha apuntado el claretiano, hubo cambio: “se abrió paso un nuevo conocimiento de la identidad de Jesús y se confesó su rango divino de Señor; la memoria de su ministerio quedó renovada por el reflujo de la Pascua sobre ; se releyeron las Escrituras; Jesús fue incorporado al culto monoteísta de la comunidad; la espera de la llegada del Reino cobró la forma de la espera del Señor; el anuncio no se focalizó en el Reino, sino en el kerigma cristológico; la misión no se limita al territorio de Israel, cruza sucesivas fronteras”.

Ejercer la comunión

“Aquellos hombres y mujeres de primera hora fueron receptores originarios de la revelación de Dios en Cristo; su testimonio es vinculante para nosotros”, subrayó el religioso. Y es que, “el mismo Señor resucitado, por la acción del Espíritu, se sigue entregando hoy a su Iglesia, heredera de aquel patrimonio de vida”.

“Es bueno aprender de aquellos comienzos fundantes”, ha aseverado, “preguntarnos por los riesgos sectarios, preguntarnos por lo que está en juego al configurar nuestras comunidades, preguntarnos qué identidad importa salvar y cuidar, qué prácticas y qué modo de realizarlas simbolizan la comunión, cómo orar el padrenuestro. Y nos corresponde aceptar diferencias grupales, culturales, sobrellevar limitaciones, vencer el cansancio. Ahí quedamos emplazados a ejercer la comunión”.

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