De mártires a iconos gracias al Museo de Bellas Artes de Sevilla

El Concilio de Trento, con el decreto De invocatione, veneratione et reliquis sanctorum et sacris imaginibus (1563), bajo el impulso de Sixto V, supuso una transformación en cómo usar el arte en apoyo del culto, de lo que el Barroco dejó un extraordinario testimonio. Pero en la segunda mitad del siglo XVI y comienzos del XVII también se llevó a cabo un proceso singular y no suficientemente reconocido, impulsado por la Sacra Congregación de Ritos: la construcción de una imagen de santidad que se surtió, sobre manera, de los mártires del primer cristianismo.



“En el nuevo imaginario que se creó hay que significar el ingreso de un conjunto numeroso de referentes antiguos, celebrados como mártires –explica Valme Muñoz, directora del Museo de Bellas Artes de Sevilla–. Mártires que habían sufrido la persecución del poder imperial, muriendo en santidad, generalmente en doloroso martirio. Muchos de esos mártires del primer cristianismo serán incorporados al repertorio iconográfico barroco”.

Y eso es, precisamente, lo que la pinacoteca sevillana reivindica con una exposición, Del martirio a la santidad –abierta hasta el 18 de septiembre–, y un seminario, Del martirio romano a la santidad barroca, organizado junto a la Universidad de Sevilla y la Universidad Pablo de Olavide, y recién clausurado. “Surge por doquier un interés inusitado por recuperar la historia local a partir del subsuelo. Numerosas localidades buscan entre las piedras y bajo tierra restos materiales que permitan recuperar la memoria de ilustres antecesores”, señala.

Santos mártires de Córdoba, de Utrera, de Sevilla, de la Alpujarra, por ejemplo, entre otros muchos de Andalucía y más allá. “Lápidas y fragmentos de construcciones antiguas son recuperadas, sirviendo a empresas de exaltación de esas devociones locales y de puesta en valor de la propia idiosincrasia –continúa–. Al fin, el culto a este primitivo santoral o elenco de figuras dignas de canonización se convierte en la fórmula para fortalecer los lazos interpersonales, familiares e incluso territoriales”.

Detalles del sufriente grupo

El eje de la exposición, y del discurso académico, es Cristo ejemplo de mártires (1615), un óleo sobre lienzo de Juan de Roelas, el primer gran reformador de la pintura sevillana, artista nacido en Flandes hacia 1570 y que, desde 1604, fue protegido de Gaspar de Guzmán, el célebre conde-duque de Olivares.

Establecido en la villa de Olivares (Sevilla), donde morirá en 1625, Roelas se hizo clérigo y llegó a ser nombrado capellán real ya en Madrid, aunque fracasó en su intento de ser reconocido por Felipe III como pintor de la corte. A su vuelta a Sevilla, ejerció de canónigo de la colegiata de Olivares, que es cuando debió de pintar Cristo ejemplo de mártires para el convento de la Merced de Sevilla.

“Cristo se sacrificó por la humanidad y con él arrastró a sus apóstoles. Todos ellos sufrieron un cruel martirio, que este lienzo describe con detalle –explica Valme Muñoz–. Juan de Roelas hizo toda una declaración de intenciones en su obra, mostrando los innumerables detalles del sufriente grupo. El dolor atroz de todos y cada uno de los apóstoles, con Cristo, va más allá de un hecho puntual de agonía humana y personal, para pasar a ser un acto generoso en beneficio del conjunto de la humanidad”.

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