Un mundo en fuga

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Miles, millones de personas que huyen del hambre, de la injusticia, de la guerra en busca de un lugar en que puedan vivir en paz y ser tratados como personas. Es el drama que, hoy por hoy, marca el estado del mundo y propone un reto inevitable a la conciencia cristiana. Esta es la magnitud del conflicto tal como se está viviendo en nuestros días.

El documento que Alemania y Francia presentaron a la Comisión Europea el 9 de septiembre sobre el compromiso de Europa con los migrantes ya lo habían conocido cinco días antes periodistas de los principales medios europeos.

Defend-International

Acto en memoria del niño Aylan Kurdi, símbolo del drama

La premura para dar la información fue interpretada como un esfuerzo para aprovechar la conmoción producida por Aylan Kurdi, un niño sirio de tres años que apareció, ahogado, en una playa de Turquía. La sacudida de la sensibilidad mundial ante la fotografía desplegada en los diarios y en la televisión, fue tenida en cuenta por los gobiernos francés y alemán para urgir la participación de Europa en la acogida a los migrantes, su acomodación y manutención de refugiados, o, por lo menos, en el caso de los gobiernos decididos a cerrarles las fronteras, la ayuda mediante el pago de una alta suma, para la atención de la emergencia.

Ese cuerpo de niño, arrojado por las olas en la playa solitaria, le dio al mundo una versión escalofriante del drama, como no lo habían hecho las imágenes de multitudes que cubrían kilómetros de avenidas o que abarrotaban enormes plazas, como si se tratara de manifestantes políticos o de un multitudinario concierto de rock. Solo cuando se detallan esas imágenes y se pueden ver hombres y mujeres que llevan en sus brazos a unos niños cansados; o cuando el televidente se detiene en la escena de un hombre cargado con bolsas en un brazo y con un niño en el otro, que, empujado por la camarógrafa Petra Laszlo, cae en tierra y casi sobre el niño, sólo entonces la imagen produce un acercamiento al drama; en todo caso sin la intensidad que logró el cuerpo inerte de Aylan Kurdi.

El niño venía con su familia desde Siria, de donde han salido cuatro millones de personas; también llegan desde Libia, lugar de paso para migrantes afganos, eritreos, nigerianos y somalíes. Los que se embarcan allá, con la pretensión de cruzar el Mediterráneo para alcanzar alguna playa o puerto europeo son los que más peligro corren. Este año han perecido ahogados 2.701 migrantes como el pequeño Aylan. A estos se agregan los migrantes muertos en el desierto del Sahara y en la bahía de Bengala.

Llegan como una marea humana. A Grecia, este año, arribaron 245.000. El mar trajo a Italia 170.000 en el 2014. Y a Hungría están entrando diariamente entre 2.000 y 3.000 que buscan llegar a Alemania, pasando por Austria. Así 150.000 han cruzado la frontera del territorio húngaro. Cada día entran 3.000 a Serbia y se han quedado 8.000 en sus campamentos de refugiados. En Alemania encontraron refugio este año 413.535 inmigrantes, en el Reino Unido acogen a 5.000 y en Francia viven en campamentos 4.000.

El azaroso viaje por mar es lo de menos, lo de más es huir de la guerra

El azaroso viaje por mar es lo de menos, lo de más es huir de la guerra

Para la canciller alemana, que ha manifestado su decisión de dar refugio a 800.000 migrantes, la prioridad es para los que huyen de la guerra: “los que hoy en día están en Alepo (Siria), donde la amenaza es real”. Un hombre sirio comparó los riesgos mortales de su viaje por mar y los de su vida en Alepo y concluyó que su fuga “no fue algo tan arriesgado porque lo importante era huir de la guerra”. El 80% de los migrantes huye de la guerra.

Los resultados de la encuesta Gallup 2011 dejaron en evidencia que, además de la guerra, a los emigrantes los marcan los conflictos étnicos y religiosos en sus países, la falta de libertad personal, la competencia por los recursos naturales y los apremios económicos. Todos estos motivos de fuga pueden resumirse en uno: una búsqueda de oportunidades; la de vivir, en primer lugar.

¿El fin de los riesgos?

Pero poner pie en tierra, después de la azarosa travesía marina, no es el fin de los riesgos. Así lo sintieron los migrantes que llegaron a Heidenau, una población de Sajonía, en el oriente de Alemania, en donde la mayoría de la población se propuso impedir la llegada de los buses con inmigrantes. Correspondían así a la campaña neonazi que en los días siguientes incluyó el incendio de los refugios. La señora Merkel fue clara al referirse a estos hechos: “La constitución nos ordena garantizar el derecho de pedir asilo a todo perseguido político y brindar protección a todos aquellos que huyen de las guerras”.

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Los que huyen de la guerra son el 80% de los migrantes

A pesar de incidentes como estos, Alemania es, en este momento, “la tierra prometida” de los migrantes.

El vicecanciller alemán, Sigmar Gabriel, anunció el enjuiciamiento de los agresores neonazis. Estos grupos, junto con el partido Unión Cristiano Social de Baviera, calificaron como equivocada y nociva la política de apertura de la señora Merkel a los migrantes.

En contraste con la buena voluntad del gobierno alemán, Hungría, Austria, Eslovaquia han pretendido cerrar sus fronteras. Hungría está construyendo una valla de alambre de púas y en forma de serpentina a lo largo de los 175 kilómetros de su frontera con Serbia, un desacierto práctico porque no impide el paso, como lo han demostrado las fotografías de la prensa; y una manifiesta torpeza política, según la expresión de la señora Merkel, esas vallas desconocen los valores comunes y fundantes de Europa.

Las vallas de Hungría y Serbia, lo mismo que las de Israel para contener a los palestinos y las que propone en Estados Unidos Donald Trump para frenar la migración latina, contienen una paradoja histórica. Hungría, cuna de una raza de migrantes universales, los gitanos; Estados Unidos, fundada y construida por migrantes, y el pueblo de Israel, marcado por su pasado de errancia por el desierto en busca de la tierra prometida, parecen desconocer y querer borrar su historia, la que, en cambio, honraron en Munich los alemanes que prepararon un recibimiento festivo a los migrantes, con grandes carteles de bienvenida, música de fiesta, bebidas y comida y regalos para los niños. La Gran Bretaña, junto con Alemania, considera urgente la creación de centros para refugiados; el primer ministro francés afirmó que “deben ser acogidos” y anunció que sería uno de los proyectos que propondría a los ministros de los 28 estados europeos.

El papa Francisco, por su parte, hizo un llamado a las parroquias y casas religiosas de todo el mundo para que cada una acoja una familia migrante.

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“Debemos hacer más”

Puede discutirse si el siglo XXI comenzó con al atentado contra las Torres Gemelas en Nueva York en el 2001, o en los últimos años con la ofensiva del Estado Islámico, o si el siglo comienza en este 2015 con la crisis de los migrantes, pero lo cierto es, según la expresión de Hillary Clinton, que estamos ante una crisis global en la que se han puesto de manifiesto los desequilibrios de que está hecha nuestra civilización: sociales, políticos, económicos, culturales, ambientales.

Para gobernantes como los primeros ministros de Portugal e Inglaterra la crisis está revelando la insuficiencia de las políticas de gobierno: “debemos hacer más” fue su expresión. El primer ministro inglés, quien se había referido a los migrantes como “una plaga”, abrumado por los hechos tiene que admitir que “hay una responsabilidad moral en esta ayuda”. Panos Coelho increpó a la Unión Europea: “es urgente hacer más”.

Las reacciones de distintos gobiernos ratifican lo anterior: es un asunto que le concierne al mundo y que no puede ser mirado como algo ajeno o distante. Para el vicepresidente de la Unión Europea la crisis es clara: “Europa no sobrevive si suprime sus fronteras y dice que todos pueden entrar; pero tampoco sobrevive si no respetamos su derecho a ser acogidos”.

Cultura de la acogida y solidaridad

La Iglesia, además de ser una comunidad de fieles que reconoce a Jesucristo en el rostro del prójimo, es madre sin confines y sin fronteras. Es madre de todos y se esfuerza por alimentar la cultura de la acogida y de la solidaridad, en la que nadie es inútil, está fuera de lugar o hay que descartar. Lo recordé en el Mensaje para la Jornada mundial del emigrante y del refugiado de este año: «El fundamento de la dignidad de la persona no está en los criterios de eficiencia, de productividad, de clase social, de pertenencia a una etnia o grupo religioso, sino en el ser creado a imagen y semejanza de Dios (cf. Gn 1, 26-27) y, más aún, en el ser hijo de Dios; cada ser humano es hijo de Dios. En él está impresa la imagen de Cristo». Él es Cristo. Por eso los emigrantes, con su misma humanidad, aun antes que con sus valores culturales, ensanchan el sentido de la fraternidad humana. Al mismo tiempo, su presencia es un llamamiento a la necesidad de erradicar las desigualdades, las injusticias y los abusos. De este modo, los emigrantes pueden convertirse en compañeros en la construcción de una identidad más rica para las comunidades que los hospedan, así como para las personas que los acogen, estimulando el desarrollo de sociedades inclusivas, creativas y respetuosas de la dignidad de todos.

Francisco en el VII Congreso de Pastoral de migrantes. Roma 21-11-2014.

Para la canciller alemana está en juego no tanto el futuro de los migrantes, sino la supervivencia de Europa: “si Europa fracasa en esta tarea, el vínculo con los principios básicos que sostienen la Europa será destruido”. Después de la reunión del 9 de septiembre, Francia anunció que recibirá 24.000 personas en los próximos dos años. Alemania reiteró su ofrecimiento de recibir 800.000, la más alta y generosa cifra escuchada en la Asamblea. España, por su parte, ofreció la mayor de sus posibilidades y el Reino Unido acogerá a 20.000 y destinará 12 mil millones de libras anuales para la mejora de los campos de refugiados en Turquía, Líbano, Siria y Jordania.

Europa había aprobado su plan Dublin III que entregaba al país de llegada de los migrantes la responsabilidad del trámite y decisión sobre la solicitud de ingreso. La realidad resultó más exigente y una nueva propuesta, la franco alemana, fue estudiada el 9 de septiembre, fecha en que el calendario cristiano celebra a san Pedro Claver, patrono de los esclavos migrantes desde África.

Los gobiernos, sin embargo, van más allá y buscan las raíces del problema. Los cuatro millones de sirios que han emigrado, no le permiten a la conciencia mundial contemplar con indiferencia el hecho de que un gobierno no solo sea incapaz de garantizar los derechos fundamentales de sus gobernados, sino que los agreda como parte de su estrategia para conservar el poder. El gobierno de Bashar al-Assad está acusado por el uso de armas químicas, bombardeo con barriles explosivos a la población civil; mientras por otro lado, el Estado Islámico se expande con igual violencia. Los sirios huyen y seguirán huyendo mientras sean posibles en el mundo un gobierno genocida y el poder de fanáticos como los del Estado Islámico. Una consideración parecida se hacen sobre los factores de expulsión de los países africanos, para que la reacción ante estos pueblos en fuga no se quede en lo asistencial sino que tienda a consolidar el derecho de los humanos a vivir en su tierra y rodeados de oportunidades.

Crisis como oportunidad

Uno de tantos campos de refugiados que se multiplican a diario en Europa

Uno de tantos campos de refugiados que se multiplican a diario en Europa

Mientras tanto, y haciendo de la crisis una oportunidad, los países de destino deberán pensar en la integración de los migrantes a sus planes de desarrollo con el fin de aprovechar lo positivo y prevenir lo negativo del fenómeno.

Anota el columnista (El Espectador 06-09-15, p.8) que los migrantes rejuvenecen la población, introducen diversidad cultural, aumentan la mano de obra y, eventualmente, elevan los niveles de consumo interno.

A pesar de la persistente oposición de los partidos de derecha, los países y líderes que favorecen la acogida amplían cada vez más el número de los desplazados que serán acogidos. Mientras, desde la derecha se estimulan el odio y la desconfianza contra unos recién llegados que, dicen, disputarán el empleo de los trabajadores locales. Agregan que la competencia de los recién llegados, dispuestos a recibir el salario que les ofrezcan llevará al suelo la escala laboral. La más dramática de sus objeciones es que Europa apenas está saliendo de la crisis financiera con 23 millones de desocupados a los que se sumarían los migrantes.

Las informaciones de la Comisión Europea van en sentido contrario. Según sus investigaciones, Europa necesitará 50 millones de trabajadores en los próximos 35 años por el envejecimiento de su población, un problema que afecta a Alemania más que a los otros países europeos. Y aunque el costo de 10 mil millones de euros del programa de acogida absorberá el 03% del PIB, la contribución de los migrantes a la economía será mayor que lo recibido por ellos.

Alemania tiene en cuenta la experiencia del Reino Unido que, desde 2004, ha recibido más de un millón de polacos con beneficio para su economía y sin las consecuencias que temen los sectores de derecha que insisten en que la llegada de los migrantes intensifica las actitudes de discriminación, se multiplican los grupos sociales marginados y los desequilibrios salariales.

Pero la realidad del impacto económico es contundente: en Estados Unidos los beneficios que reciben los migrantes resultan siendo inferiores a los que el migrante aporta con su contribución en impuestos. Es la versión estadounidense del fenómeno inglés. Recibir a los migrantes es un buen negocio.

Este hecho explica la decisión de la Comunidad Europea de entregar 6000 euros al Estado acogedor, por cada persona ubicada. El fondo comunitario ha destinado 780 millones de euros para la operación de acogida.

MapaEn los orígenes de la actitud hospitalaria de los griegos jugaba un papel inspirador la creencia de que los dioses podían tomar la apariencia de peregrinos; por eso la acogida al viajero estaba hecha a la vez de temor y de respeto. Respetaban y honraban al dios posiblemente presente en el prójimo que tocaba a su puerta, y temían rechazar al dios que pedía acogida. Hoy ese drama de temor y respeto se repite y multiplica.

Javier Dario Restrepo

Fuentes: El Tiempo, El Colombiano, El Espectador

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