Ulrike Purrer

“Experimentar esa liberación de todo un pueblo desde la fe me marcó mucho”

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Ulrike Purrer es la encargada de la pastoral juvenil en la diócesis de Tumaco, donde fomenta el fortalecimiento de grupos juveniles para que lleguen a ser comunidades eclesiales de base comprometidas con un cambio social en la región. Llegó al municipio nariñense en 2012 como parte de la Misión de Belén (hoy Comundo). Vive en el barrio Nuevo Milenio, donde comparte la vida de familias afectadas por el conflicto armado y participa de la animación del Centro Afro, un espacio juvenil de encuentro, en medio de un contexto golpeado por la violencia.

Uli tenía 12 años cuando fue destruido el muro de Berlín. Nació en la Costa Báltica del Norte de Alemania y conoció desde niña la persecución contra los creyentes en Europa Oriental. La marcó para siempre que a partir de una reflexión de la Palabra de Dios la Iglesia pudiese promover la  liberación de todo un pueblo desde la fe, encontrando las fuerzas para hacer caer un sistema injusto.

Su perspectiva de una Iglesia que camina con el pueblo, que se ensucia con él, que con él suda y con él llora, la amplió, más tarde, en El Salvador, donde conoció el legado de monseñor Romero e investigó como teóloga acerca del papel de la Iglesia en la búsqueda de la paz. Conocer el camino abierto por el arzobispo mártir de San Salvador también marcó su vida y llevó a que decidiera andarlo en tierras latinoamericanas. En Tumaco ha encontrado el legado de otros “romeros”, como Yolanda Cerón, directora de la pastoral social asesinada en 2001. También ella es fuente de inspiración en su vida. Y aunque no la conoció personalmente, quiere seguir su camino en defensa de las comunidades negras: no hacerlo es darle la razón a quienes la mataron.

Según explica, la gran mayoría de los jóvenes a los cuales está dirigido su trabajo no han nacido en la parte urbana del municipio, sino que llegaron provenientes de la zona rural. Muchos han sido  desplazados por el conflicto armado. Otros, sencillamente, llegaron porque en el campo no podían acceder a oportunidades de educación a nivel escolar y si querían seguir estudiando estaban obligados a trasladarse. “Prácticamente todos han tenido casos de violencia, de asesinatos en su familia y ese es un gran desafío para trabajar con ellos, porque hay muchísima desconfianza entre los mismos muchachos y de ellos hacia el estado”. Justamente, la conformación de grupos juveniles está orientada a crear ambientes de confianza en medio de esta situación y a fomentar que el tejido social roto pueda recuperarse y generar nuevos procesos organizativos en beneficio de las comunidades. Es un trabajo de paz en medio de la guerra, donde jóvenes vulnerables al reclutamiento armado logran expresarse vitalmente y pensar en un proyecto de vida a un nivel que no podrían encontrar en otros ambientes. La gran mayoría ha alcanzado a entender que se trata en la vida de salir adelante, no uno solo sino con su familia, pero pensando en toda la comunidad.

Contra la corriente

La diócesis de Tumaco viene manifestando su preocupación por el recrudecimiento del conflicto en el Pacífico nariñense. A través de un comunicado dado a conocer recientemente señaló la afectación que están teniendo las comunidades por cuenta de que la guerra se libra en medio de la población civil. A pesar de estar en la mira durante las confrontaciones, las bases militares y los puestos de policía se siguen ubicando junto a viviendas, escuelas e iglesias. En las últimas semanas, se han presentado incidentes que involucran el uso de artefactos explosivos no solo contra la fuerza pública sino también contra la gente en general. De ahí que la diócesis haya hecho un llamado a las instituciones del Estado para que adopten medidas pertinentes que salvaguarden el derecho a la vida y la integridad física en esta región del país.

Las causas del conflicto en el Pacífico nariñense siguen siendo las mismas que hace décadas. Según Uli, muchas personas ven en la guerra y en el narcotráfico estrategias de sobrevivencia a falta de mejores oportunidades, dado el abandono y la desigualdad.

Mientras muchos en Tumaco buscan sumarse a los grupos armados, los muchachos y muchachas que pasan por los grupos juveniles del Centro Afro o de la pastoral juvenil quieren ser sicólogos, trabajadoras sociales, abogados de derechos humanos, enfermeras. Uli es de quienes considera que es posible una transformación social. Por eso empeña toda el alma al momento de compañar a estos jóvenes: “pescaditos que van con todo el valor y todo el cariño en contra de la corriente”.

Texto y foto: Miguel Estupiñán

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