Tribuna

Mutuas relaciones: escuchar es más que oír

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La vida consagrada en sus diversas formas dentro de la Iglesia está llamada a participar en el Sínodo de los Obispos sobre el tema: ‘Por una Iglesia sinodal: comunión, participación y misión’.



En este camino sinodal debe haber una mutua colaboración de la vida consagrada con los obispos, pastores del Pueblo de Dios, y con todos los otros miembros del pueblo fiel, dentro de la eclesiología de comunión promovida por el Concilio Vaticano II en la constitución dogmática Lumen gentium.

El Pueblo de Dios es una comunión de personas, donde cada uno vive la propia vocación en los diferentes estados de vida: sacerdotal, laical y consagrada. La vida consagrada está llamada también a ser en la Iglesia casa y escuela de comunión (cfr. Juan Pablo II, Novo millennio ineunte, 43). La vida consagrada está presente y obra en la Iglesia en el marco de unas relaciones mutuas de estima y colaboración con los obispos y con todas las otras formas de vida cristiana en el Pueblo de Dios.

Un importante desarrollo de la Iglesia como misterio de comunión es el estilo sinodal, que debe siempre caracterizarla como dimensión constitutiva. La sinodalidad como expresión concreta de la comunión es, por tanto, el criterio decisivo que debe informar la vida del Pueblo de Dios y también las relaciones de la vida consagrada en la Iglesia.

Se trata de un verdadero “caminar juntos”, porque como afirma el papa Francisco: “Una Iglesia sinodal es una Iglesia de la escucha, con la conciencia de que escuchar ‘es más que oír’”. Es una escucha recíproca, en la cual cada uno tiene algo que aprender. Pueblo fiel, colegio episcopal, obispo de Roma: uno en escucha de los otros; y todos en escucha del Espíritu Santo, el “Espíritu de la verdad” (Jn 14, 17), para conocer lo que Él “dice a las Iglesias” (Ap 2, 7).

Este es “el camino que Dios espera de la Iglesia del tercer milenio”, porque “el mundo en el que vivimos, y que estamos llamados a amar y servir también en sus contradicciones, exige de la Iglesia el fortalecimiento de las sinergias en todos los ámbitos de la misión” (Discurso del papa Francisco con ocasión de la conmemoración del 50º aniversario de la institución del Sínodo de los Obispos, 17 de octubre de 2015).

Sujeto de la misión

Por otra parte, la eclesiología de comunión, que se expresa en un estilo sinodal, se realiza como eclesiología de misión. Toda la Iglesia, como comunión de los bautizados, es el sujeto adecuado de la misión. Desde san Pablo VI hasta el papa Francisco, el magisterio de la Iglesia ha reconocido que el ser de la Iglesia como comunión está al servicio de la misión. Por esto, la Iglesia es siempre una Iglesia “en salida” (Papa Francisco, EG 20-24), es decir, en “un estado permanente de misión” (EG 25). Y la vida consagrada está en la Iglesia para la misión.

La relación entre los obispos y las diversas formas de vida en el seno de la Iglesia se ofuscan cada vez que desaparece el horizonte de la misión. La pasión por la misión simplifica la vida de la Iglesia y nos hace mirar a lo esencial. Por eso “salgamos a ofrecer a todos la vida de Jesucristo (…). No quiero una Iglesia preocupada por ser el centro y que termine clausurada en una maraña de obsesiones y procedimientos. Si algo debe inquietarnos santamente y preocupar nuestra conciencia, es que tantos hermanos nuestros vivan sin la fuerza, la luz y el consuelo de la amistad con Jesucristo, sin una comunidad de fe que los contenga, sin un horizonte de sentido y de vida” (EG 49).

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