Tribuna

Etty Hillesum, más allá del alambre de espino

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Fue una mujer inconformista y sorprendente. Etty Hillesum siempre vivió lejos de convencionalismos, como si tuviera la intención de marcar un camino propio e inédito y, al tiempo, no programado, sin una meta clara y sin una perspectiva. En Etty todo era fuerza, como una turbina de agua que nunca estaba quieta. Le agitaba y urgía dentro de ella una suerte de eros, una fuerza primordial que habría modelado su carácter, sus ganas de ser un verso suelto. ¿Cómo ocurría este proceso en ella?



Etty amaba la poesía, era una gran lectora, amaba la música, prefería el idioma ruso y era experta en Derecho. Conoció del ímpetu que comporta el enamoramiento y las relaciones con jóvenes atractivos: “Me partí el cuerpo como pan y lo compartí entre los hombres. Por qué no, tenían hambre y habían estado desaparecidos durante mucho tiempo”. Lo que no era tan conocido, y que suscita admiración, es el hecho de que pudiera ir más allá de las enfermedades, decepciones, dificultades y persecución antisemita que padeció.

Dentro de mí hay un pozo muy profundo. Y Dios está en ese pozo. A veces puedo alcanzarlo, pero a menudo lo cubren piedras y arena. Entonces Dios está sepultado y hay que volver a desenterrarlo (D 97).

Nos hallamos en una Holanda donde las persecuciones contra los judíos van cada vez a más hasta culminar en las deportaciones con destino al exterminio. El clima histórico en el que Etty se revela como escritora no podría ser peor si pensamos en esa (supuesta) tranquilidad que debe rodear a quienes se dedican a escribir. Pero es en la lucha interna y la lucha externa donde ella halla la inspiración. Lo que le faltaba a la sensible joven era adentrarse en sí misma y encontrar allí una reserva de sentimiento, de gusto y de percepción.

El 23 de agosto de 1941 escribía en su Diario, porque Etty era grafómana:

Lo único que hago es hineinhorchen, es decir, escuchar (me parece que esta palabra es intraducible). Rápidamente me escucho a mí misma, a los demás y al mundo. Escucho con mucha atención, con todo mi ser, y trato de imaginar el significado de las cosas. Siempre estoy muy tensa y muy atenta, busco algo, pero no sé qué. Lo que estoy buscando, por supuesto, es mi verdad, pero todavía no tengo ni idea de cómo será. Procedo a ciegas hacia una determinada meta, puedo sentir que hay una meta, pero no sé dónde ni cómo (D 91).

Dejarse llevar

Enferma, inestable y deprimida, pero rica creyéndose pobre, encontró ayuda precisamente en el eros, no entendido este en términos de libertinaje desenfrenado, sino en los de la fuerza del impulso que, enraizado en lo real, en el cuerpo, percibe intuitivamente al otro; un otro que, como creyentes, se puede definir como el Altísimo, y como judía por sentimiento, pero no creyente, puede entenderse en el experimentar, en el dejarse llevar.

¿Un paso dado en soledad?, ¿un don del Espíritu recibido de lo Alto? Puede haber otro significado en el caso de Etty: el eros que descansa su fuerza en un hombre conocido hacia finales de enero de 1941, Julius Philipp Spier, un judío alemán refugiado en los Países Bajos, una persona polifacética, banquero y cantante, psicoquirólogo que estudia la morfología y las líneas de las manos. Así lo describía:

Ojos penetrantes y claros, la boca grande y sensual, la estatura grande casi taurina, de movimientos libres y ligeros como una pluma. Segunda impresión: ojos grisáceos inteligentes, increíblemente sabios, que, por un tiempo, pero no por mucho, desviaron la atención de esa boca carnosa (D 4).

A través del amor carnal, sexual, surgió ese mundo subterráneo que requería desplegarse en lo espiritual, en el alma, en el espíritu, y Spier se convirtió en “el gran amigo, el obstetra de mi alma” (D 562).

No debemos confundir el léxico cristiano con el léxico de Etty, no se trata de conversión al cristianismo, ya que significaría traicionar su persona y el gran legado que fluye en nuestro tiempo.

Etty reza. ¿Cómo reza y a quién reza? La respuesta la escribía ella misma:

Cuando rezo, nunca rezo por mí, sino siempre por los demás; o hablo como las locas, o como una niña, o de forma muy seria, con la parte más profunda de mí que, por comodidad, llamo Dios (D 523).

Este descubrimiento se producía en ella a la par que padecía las restricciones de la guerra y el drama de la persecución nazi. En esos momentos se implicó en ayudar a los demás hasta un final que vivió desde una clara racionalidad y conocimiento de los hechos: se subió al tren con destino a Auschwitz cuando podría haber escapado a la deportación y a las cámaras de gas. Un camino no exento de dificultades e inmundicia: “Es muy difícil vivir de acuerdo con Dios y con el bajo vientre”. Etty se sintió identificada, en Wahlverwandschaft, con Rainer Maria Rilke, y así lo expresaba:

… Aunque ya no estés en este mundo, me gustaría escribirte cartas largas, porque siempre estarás vivo. Alojar al otro en el propio espacio interior y dejar que se expanda es mantener en nosotros un lugar en el que puede madurar y desarrollar su potencial. Incluso aunque no nos veamos durante muchos años, viviremos juntos. Conceder que persevere en vivir en nosotros y vivir con él es fundamental para mí. De esta forma, seguimos avanzando con alguien sin que los acontecimientos de la vida nos abrumen. Cuando amamos de verdad, debemos ser capaces de sufrir. De lo contrario, el amor no sería auténtico, sino centrado en sí mismo, sería un amor posesivo… (D 292).

La hora tranquila

Bajo la guía de Spier, le espera un gran trabajo de limpieza, de barrer los restos interiores con el fin de llegar al estilo Stunde, a la hora tranquila. Etty entra en una categoría muy especial de personas pensantes, no se pregunta por qué Dios permitió el horror de Auschwitz, ni siquiera si Dios sufre y menos aún lo da por muerto. Da un salto singular, muy personal, quiere salvar a Dios. La de Etty no es la idea que tenemos de Dios, sino que para ella era ese fondo, ese depósito vital que había descubierto y hecho suyo:

Querido Dios, estos son tiempos turbulentos. Esta noche, por primera vez, estoy tendida en la oscuridad y me queman los ojos tras ver con ellos escenas y escenas de sufrimiento humano. Te prometo una cosa, Dios, una cosa muy pequeña: nunca cargaré mi día con preocupaciones sobre mi futuro, me esforzaré por hacerlo. Cada día tiene su afán. Quiero intentar ayudarte, Dios, a frenar las fuerzas que se me escapan, aunque no pueda garantizártelo a priori. Pero una cosa se está volviendo cada vez más clara: no puedes ayudarnos, debemos ayudarte a ayudarnos a nosotros mismos. Y eso es todo lo que podemos hacer en estos días y es lo que realmente importa: guardarnos ese pedacito de Ti, Dios, en nosotros mismos. Y quizás, incluso en los demás. Por desgracia, no parece haber mucho que Tú, por ti mismo, puedas hacer por nuestras circunstancias, por nuestras vidas. Sin embargo, no te hago responsable de ello (D 488-489).

En diciembre de 1943, dirigiéndose a sus amigas, describe con maestría el ambiente en el que vive, el campo de tránsito hacia el campo de exterminio en el Este:

Hay una gran multitud en Westerbork, como alrededor de un barco que está por hundirse al que se aferran demasiados náufragos a punto de ahogarse… (D 620-621).

EL tren de la muerte

Siempre acudió en ayuda de los demás; siempre estuvo unida a Spier, aunque en la lejanía. Vivía en una dimensión cristalina:

No importa si te encuentras dentro o fuera del campo cuando se tiene una vida interior (D 288-289).

El martes, 7 de septiembre de 1943, a poca distancia de la frontera con Alemania, Etty escribió su último mensaje en un trozo de papel que lanzó desde el vagón para animales que la llevaba a Auschwitz:

Christien, abro la Biblia al azar y encuentro esto: El Señor es mi baluarte. Estoy sentada sobre mi equipaje en el centro de un vagón de mercancías abarrotado. Mi padre, mi madre y Mischa van unos vagones más adelante. Al final, la partida se produjo sin previo aviso. Fue una orden especial contra nosotros enviada desde La Haya (D 702).

Y así, sin ninguna esperanza y mientras era deportada a bordo de uno de los trenes de la muerte, descubre que hay una fuerte certeza creciendo en su interior:

Deberíamos desear ser un bálsamo para tantas heridas (D 583).

*Artículo original publicado en el número de junio de 2021 de Donne Chiesa Mondo. Traducción de Vida Nueva

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