Tribuna

Dios te espera también en tu interior

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“No se enciende una lámpara para meterla debajo del celemín, sino para ponerla en el candelero y que alumbre a todos los de casa” (Mt 5, 15). Silencio. Silencio y quietud. Son los primeros rasgos más visibles de la oración contemplativa, que no se confunden con sus objetivos. Es una de las formas de oración recogidas en el Catecismo de la Iglesia Católica (2709-2719). Una forma de orar que hunde sus raíces en la propia tradición de la Iglesia, Padres y Madres del Desierto, Juan Casiano…, precursores del movimiento monástico, que en sus inicios era primordialmente contemplativo. Contemplativo y comunitario.



En un mundo de ruido, el hombre de hoy busca el silencio y se siente en soledad porque no alcanza a ver quién le acompaña, él mismo, y Dios, que nunca le abandona. Un hombre que, en esta sociedad de la prisa, del consumir, de las modas, aun sin buscar encuentra ofertas corporales y espirituales como el mindfulness, el yoga o el zen, así como abundantes foros de espiritualidad y otras iniciativas donde se ofrece una espiritualidad sin Dios que trata de apagar la sed del hombre de hoy.

Una respuesta desde su tradición

La Iglesia puede ofrecer una respuesta desde su tradición, hablar al hombre de hoy con el lenguaje de hoy y con la oración que estuvo siempre presente: “Tú, en cambio, cuando vayas a orar, entra en tu aposento y, después de cerrar la puerta, ora a tu Padre, que está allí, en lo secreto; y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará” (Mt 6, 6). Es, ciertamente, la oración de Jesús. “Por aquellos días, se fue al monte a rezar y se pasó la noche orando a Dios” (Lc 6, 12). Y la forma de ofrecerla por parte de la Iglesia no puede ser otra que “con dulzura y respeto” (1Pe 3,16).

Todos los maestros contemplativos hablan en algún momento de la necesidad de que el buscador de interioridad cuente con un guía, alguien más experimentado que él en la contemplación y que le acompañe en la búsqueda del camino hacia el interior. Y necesitamos que se manifiesten en la Iglesia esos maestros. Que, desde la experiencia personal, y no solamente del conocimiento teórico, puedan acompañarnos. Necesitamos laicos y laicas, religiosos y religiosas, sacerdotes con una sólida formación teológica y una profunda experiencia de oración que puedan acompañarnos en el discernimiento, en el descubrimiento, en el avanzar por ese camino.

Comunidades de oración

Los movimientos contemplativos forman comunidades de oración. La ‘contemplación’ no solo no niega, sino que da fuerzas para el siguiente paso (no escrito) en la Scala, la ‘acción’. Ser contemplativo es compatible, y yo diría consecuente, con la pertenencia a otros grupos o movimientos: a la vida de parroquia, al Camino Neocatecumenal, al Opus Dei, a la Acción Católica, a la Hermandad del Rocío o la Cofradía de la Soledad. Como, a través del rosario o de una novena, todo cristiano ora, la oración contemplativa es igualmente transversal a todos ellos.

La Jornada de Contemplación y Meditación Cristiana, que se celebra este sábado 24 de junio en Madrid, tiene vocación de servir y abrirse al mundo. Pero, para ello, primero necesitaba ser consciente de sus raíces. De ahí su subtítulo: ‘Arraigados en Jesús’. Estamos arraigados en la Iglesia.

Silencio. Javier Melloni recoge este espíritu: “No se puede hablar del silencio con palabras. Las personas que sienten esa llamada han de adentrarse en el desierto. El desierto no puede acercarse al ruido porque entonces deja de ser desierto. Ni la contemplación ni el silencio necesitan propaganda. Son tímidos como las gacelas y se espantan. Hay que ir tras ellos en el mismo desierto y en Silencio. Entonces hablan”. Silencio. Mira hacia dentro. Busca. Dios te espera también en tu interior. En común-unión.


*Luis Castañeda es el organizador de la I Jornada de Contemplación y Meditación Cristiana.

Foto: Jesús G. Feria.

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