Elena Hernández: “Hay que dar plenitud al mensaje y a la experiencia de Jesús”

Elena Hernández, coordinadora de Más Que Silencio, grupo de meditación. Foto: Jesús G. Feria

Más Que Silencio, animado en Madrid por las Dominicas de la Congregación Romana de Santo Domingo, es una de las comunidades con más recorrido en esta senda que hunde sus raíces en el mismo Jesús y que tiene claro que, en este mundo acelerado y en el que nos movemos a base de pequeños impactos, es necesario parar, guardar silencio y adentrarse en uno mismo para, además de autoconocerte, tratar de ver a tu lado al maestro de maestros.



Una de sus responsables, la dominica Elena Hernández, explica cuáles son los rasgos que sostienen la identidad de un grupo que aportará su propio carisma en la I Jornada de Contemplación y Meditación Cristiana, que se celebra este sábado 24 de junio en Madrid. Nos atiende en su sede, un sencillo local en la quinta planta de un gran edificio del centro de la capital, justo antes de que un grupo de mujeres venga abstraerse del ruido que arrastramos en el día a día y, por qué no, a rezar en silencio.

Autoconocimiento, no egocentrismo

PREGUNTA.- La espiritualidad del silencio y la meditación es vista con ciertas reservas desde algunos ambientes de Iglesia, que sostienen que “cultiva la propia interioridad, para que el hombre se encuentre consigo mismo”, aunque también ocurre que “muchas veces no lleva a Dios”. ¿Qué rasgos deben tener estas experiencias espirituales para que, además de enriquecernos por dentro, alimenten la vivencia del encuentro real y personal con Jesús de Nazaret?

RESPUESTA.- Toda experiencia espiritual poco profunda y desencarnada puede conducir a un ensimismamiento; tenemos muchos ejemplos dentro del mismo cristianismo. Como sabemos, una oración seria requiere un proceso de autoconocimiento, que no significa egocentrismo, sino todo lo contrario, pues nos permite una relación sana con uno mismo, con los demás y con Dios.

Debemos aclarar a las personas que se acercan a este tipo de prácticas nuestro enfoque antropológico. Para nosotros, el ser humano es un ser abierto a la trascendencia y, desde ahí, cobra sentido la propuesta que hacemos. Nos reconocemos como seres vinculados a lo divino porque, de otra manera, no nos podemos desarrollar con plenitud.

En nuestras propuestas invitamos a vivir esta experiencia, bien con nuestras propias palabras o con fragmentos de la Biblia, de otros maestros y de otras tradiciones religiosas. Lo importante es que se pueda dar ese encuentro profundo con lo Sagrado. Hay que decir que la fe en Jesús es un don y una opción personal que creo que se facilita, entre otras cosas, desde una espiritualidad profunda y con el testimonio de los creyentes. Y sabemos que el criterio para que una espiritualidad sea auténtica es siempre el amor y la donación en todo lo que hacemos y con los demás.

P.- ¿Cómo se puede hacer llegar al cristiano de a pie que esta espiritualidad bebe de pilares espirituales tan fuertes como los Padres de la Iglesia, santa Teresa de Jesús o san Juan de la Cruz?

R.- En muchas ocasiones se trata de desconocimiento, pues no se han divulgado suficientemente los textos y las experiencias de fe de estos grandes maestros. Tal vez, en el cristianismo hemos puesto el acento en la práctica sacramental y moral y nos falta formación en la práctica oracional, que se ha quedado más reducida a monasterios y órdenes religiosas. Nosotros, en Más Que Silencio, llevamos años ofreciendo talleres específicos sobre mujeres místicas cristianas de la Edad Media, como santa Hildegarda o santa Teresa de Jesús, y sobre otros referentes, como el maestro Eckhart, Madeleine Delbrêl, Etty Hillesum o san Juan de la Cruz.

Actitud de apertura

P.- ¿Qué rasgos define vuestro carisma a la hora de testimoniar que la oración es un encuentro con uno mismo y con Dios?

R.- Nos consideramos personas creyentes en Jesús de Nazaret y abiertas a la riqueza de otras tradiciones religiosas con las que nos enriquecemos. Cuidamos mucho el aspecto comunitario, como el trabajo en equipo, el encuentro y la acogida. Además, potenciamos un crecimiento integral de la persona, desde su dimensión corporal, psicológica, social y espiritual.

P.- El cristianismo, como el judaísmo, el islam, el budismo o el hinduismo, proviene de Oriente. La Historia nos ha mostrado cómo se ha enriquecido con vivencias propias de la cultura clásica, especialmente durante los siglos del Imperio Romano. Luego llegaron muchas aportaciones en la Edad Media, en la Edad Moderna y en la Edad Contemporánea… En este largo recorrido, estando la cabeza de la Iglesia en Roma, ¿estamos excesivamente “occidentalizados” a la hora de vivir la fe que nos legó Jesús?

R.- Nuestro mundo está en profundo cambio y no podemos obviar los efectos de la globalización y el cambio de paradigma al que estamos asistiendo. En este sentido, creo que necesitamos mirar de un nuevo modo la fe en Jesús y la espiritualidad del ser humano. No se trata de “abolir la Ley”, como acusaban a Jesús en palabras del Evangelio, sino de dar plenitud al mensaje y a la experiencia de Jesús. Hay que integrar y trascender, abriendo la mirada a otros caminos espirituales que siempre han estado ahí. Y teniendo claro que tampoco se trata de un neopanteísmo o un eclecticismo.

Foto: Jesús G. Feria.

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