Tribuna

Alma de pobres (y II)

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Continúo con la reflexión a partir de ‘Las sandalias del pescador’, de Morris West. Me quedo ahora con la figura de David Telemond, el sacerdote a quien Kiril elige como secretario, aún cuando su obra teológica está siendo sometida a revisión. Por cierto, Kiril no favorecerá a David Telemond cuando llegue el fallo de su obra por parte de la entonces Congregación para la Doctrina de la Fe.



Más que un cuestionamiento hacia la teología que ha estudiado, David Telemond muestra un espíritu que no se conforma con lo aprendido y eso es muy diferente. No es un díscolo que cuestione por cuestionar o que proponga por proponer, al contrario, es un hombre reflexivo que comparte su pensamiento a partir de las experiencias vividas y de la evolución de su propio estudio. Porque, David Telemond, es un sacerdote que sigue estudiando.

La creación sigue aconteciendo

Mientras andaba metida en estas reflexiones, empezaron a llegar las imágenes del telescopio James Webb, con una nitidez asombrosa, y haciéndonos partícipes de algo que está sucediendo a unas distancias de nuestro planeta que somos incapaces de asumir. Además de la maravilla en sí de las propias imágenes, es que nos están contando no sólo como fue la creación, sino como está siendo la creación porque sigue aconteciendo.

Cada vez que veía las numerosas imágenes que se hacían públicas y leía artículos de especialistas, más pensaba en Teilhard de Chardin y en David Telemond que lo tenía muy reciente en mi memoria. Dicen que el personaje de David estaba basado en la persona del jesuita. En todo caso la semejanza es altísima.

Normas y dogmas

Ambos miraron mucho más allá de lo que los censores de su obra pudieron mirar nunca. Con toda seguridad estos censores actuaron en conciencia y de buena fe, sin embargo, se ajustaron a las normas y a los dogmas que surgieron en contextos totalmente diferentes a los que había en ese momento.

¿Cuánto ha perdido la Iglesia, es decir todos, al privarnos de las reflexiones teológicas de personas que no tuvieron miedo a mirar mucho más allá de lo que, a simple vista, podemos ver? Sí, es verdad que hay un depósito de verdades reveladas, pero, ¿ya no caben más? ¿Está todo dicho? Entiendo que la pregunta sorprenda.

Abiertos a realidades

En este caso, tener alma de pobres supone estar abiertos a realidades que hace unos pocos años ni imaginábamos. Aquí sí que hay que recuperar esa humildad bíblica, por pura coherencia, que debe llevar a una escucha atenta de lo que Dios quiere decirnos con lo que estamos descubriendo en el universo más profundo. Dios nos ha dado la inteligencia suficiente para llegar a estos descubrimientos y aceptar los desafíos que se nos presentan.

Nosotros aportamos la humildad para asumir que, en un planeta tan diminuto como la Tierra que ni siquiera en el cosmos es la cabeza de un alfiler, se den todos los elementos para que germine algo tan frágil como es la vida. Sí, somos menos que un diminuto punto en el vasto universo, pero, sin duda alguna, un diminuto punto privilegiado y sublime.

Figuras necesarias

Volviendo a las imágenes del telescopio James Webb, creo que figuras como Teilhard de Chardin y personajes como David Telemond, nos son muy necesarios en la Iglesia para ayudarnos a pensar. Seguro que el jesuita ya habría dicho algo al respecto, como lo ha hecho Guy Consolmagno, director del Observatorio Astronómico Vaticano, que ha dejado claro que no tiene ningún sentido hoy el enfrentamiento entre ciencia y fe.

Demasiado acostumbrados a que nos cuenten la biblia y no a leerla, no solemos prestar atención al relato de la creación que aparece en Gn 1, 1-31, que nos narra la evolución querida por Dios en la creación de forma lógica y que podemos contrastar con artículos científicos -y ahora con muchísima más información- que nos explican el origen del cosmos, del universo, del hombre.

Sin miedo

¿No sería interesante que retomáramos la Teología de la Creación, donde teología y ciencia o ciencia y teología fueran de la mano y se presentaran como artífices conjuntas de esa reflexión? Ni mucho menos está todo dicho y no hay que tener miedo a seguir profundizando en la inmanencia de Dios. Si seguimos creciendo en la comprensión científica, también deberemos crecer en la comprensión de Dios.

Cuando alguien se queda en lo que ha aprendido y la evolución de la vida se empeña en presentarnos nuevos retos, o se evoluciona también en el estudio o se termina por aferrarse a una religiosidad cada vez más vacía de contenido y más llena de superstición. Nuestra confesión de fe la iniciamos afirmando que creemos en Dios, Padre todopoderoso, creador del cielo y de la tierra. Dios y la creación van de la mano.

Sinfonía de voces

Sí, confieso que echo de menos los comentarios que, a partir de lo que estamos viendo del universo y de la creación, harían Teilhard de Chardin y David Telemond, y echo de menos también las reflexiones –seguro que ya habría dicho algo y estaría trabajando en ello- de Juan Luis Ruíz de la Peña y de Sofía Chipana, de Riane Eisler, y de Françoise Gange, porque la creación nos habla con sinfonía de voces.

Todo descubrimiento nos lleva a hacernos más y más preguntas que nos invitan a seguir reflexionando e investigando. Seguimos buscando muchas respuestas en el cielo, solo que ahora tenemos que buscarlas mirando de otra manera y sin miedo porque, en muchas ocasiones, hay que rascar mucha religión para llegar a la fe.