‘Sor Encierro’, una monja contra los estereotipos de la vida religiosa

Sor Elsa se ha hecho conocida en los últimos días por su afición a participar en los encierros de su pueblo, Igea, algo que es, para ella, una manera de representar la cercanía a la gente que pide el papa Francisco

sor elsa encierro

La llaman ‘sor Encierro’, pero su nombre es Elsa Bermejo. Sor Elsa. Y se ha hecho conocida en toda España después de que circulasen unas imágenes suyas corriendo en el encierro de su pueblo, Igea, en La Rioja. Algo que comenzó el año pasado, cuando saltó a las calles por primera vez desde que profesó sus votos estando de permiso en casa de su padre. Un año después, el huracán mediático de ‘sor Encierro’ ha vuelto.

“Me lo esperaba porque es algo así como la segunda parte de lo que ocurrió el año pasado, que fue la novedad”, dice a Vida Nueva, ya en el convento de Santa Catalina de Siena, en Alcalá de Henares, donde reside con su comunidad de dominicas contemplativas de la Orden de Predicadores. En 2018 quedó en el aire la promesa de Victor Navas, un pastor de los San Fermines que le prometió una vara si salía este año. Y promesa cumplida.

“En el pueblo lo han recibido muy bien, me han aplaudido muchísimo, y en el convento lo entienden porque son mis raíces, mis costumbres”, añade. “A lo mejor fuera de La Rioja, salvo en regiones que sean más taurinas, no se entiende mucho, pero desde pequeños es lo que vivimos, llevamos en la sangre los encierros”, subraya, si bien ya ha aclarado en alguna ocasión que no le gustan otro tipo de pruebas relacionadas con la tauromaquia que no sean los encierros.

Contra los estereotipos de la vida religiosa

Sin embargo, todo esto ha traído para sor Elsa una reflexión y un propósito: el romper, con su ejemplo, las estereotipos que existen sobre la vida religiosa. “Quiero romper un poco las etiquetas que se nos ponen a las monjas de que somos muy serias, que no estamos con la gente, que estamos como aisladas”, apunta, porque “eso no es así”. “Yo soy muy alegre y muy comunicativa, me gusta mucho estar con la gente, y parece que por eso soy una monja atípica, pero no es cierto, son estereotipos, las etiquetas que se nos colocan”, añade.

“Cuando llegué a Alcalá de Henares había gente que decía ‘mira, una monja normal’ y yo pensaba ‘¿es que las monjas no son normales?‘”, agrega riendo. “Igual yo llamé la atención precisamente por ser tan comunicativa, pero si la gente se acerca a nosotras puede ver que esos estereotipos se quedan cortos. Realmente, cuando la gente nos conoce comprueba que no somos para nada así”, recalca.

Y es que, si bien estamos en la época de la lucha contra los estereotipos, hay algunos que parece que la sociedad se niega a olvidar. “Todo esto va un poco en la línea de lo que hace tiempo dijo el papa Francisco, que es que nos acerquemos a la gente, que nos conozcamos”, explica. Y, con los jóvenes, considera que esta es la mejor manera para que vean que la vida religiosa es mucho más de lo que imaginan.

“La acogida cuando salté al encierro en el pueblo fue tan grande que he vuelto a conectar con los jóvenes, son ellos quienes me llaman ‘sor Encierro'”, afirma, “precisamente porque han podido ver que soy abierta, que si, en este contexto, tengo que bailar, bailo con ellos, que las monjas también tenemos nuestra personalidad, nuestros gustos, que somos como cualquier otra persona”.

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