Los obispos de Nigeria acuerdan por unanimidad no pagar rescates por sacerdotes secuestrados

Los prelados han decidido no seguir contribuyendo a “alimentar este macabro mercado de potenciales secuestrados”

En Nigeria, la situación de los cristianos es desesperada. Así lo muestra, en una entrevista con la Fundación Pontificia de Ayuda a la Iglesia Necesitada, el arzobispo de Abuja, Ignatius Ayau Kaigama, quien ha definido la violencia contra los cristianos en el país como “una enfermedad que se propaga sin que se haga ningún esfuerzo significativo para detenerla”. Y es que, en Nigeria, la escalada de secuestros y violencia no cesa. El fin de los que perpetran estos actos es cobrar rescates a cambio de la vida de las víctimas. Ante esto, los obispos han decidido no pagar, con el objetivo de “evitar alimentar este macabro mercado de potenciales secuestrados”.



El arzobispo cree que hay varias razones detrás de los secuestros: “algunos son con fines económicos, perpetrados por delincuentes en busca de dinero fácil, retienen a personas como rehenes y exigen rescates de millones de nairas; otros vinculados al fundamentalismo religioso orientado a la expansión territorial para dominar a los que consideran infieles y los cristianos son el número uno en su lista, pero también atacan y matan a los musulmanes que no aprueban su modus operandi”, ha explicado.

“Los delincuentes son conscientes de que el ataque a un cura o una monja católica es noticia y por eso creen que están presionando al gobierno para que se los tome en serio. Es una estrategia típicamente terrorista atacar donde las repercusiones son más fuertes”, apunta.

Violencia sin reacción significativa

Sin embargo, el prelado denuncia que no solo son los miembros de la Iglesia quienes sufren esta violencia, sino que también muchos otros nigerianos son “víctimas silenciosas” y están sufriendo “la misma dramática suerte”. En cuanto a los autores de los crímenes, explica que los términos “terroristas”, “bandidos”, “hombres armados”, pero no se conoce con certeza su identidad. De esta manera, y a pesar de las “miles de víctimas” que dejan a su paso, estos actos son perpetrados en distintas partes del país “sin una reacción significativa”.

“Es urgente que el gobierno nigeriano aborde la situación capacitando a los agentes de seguridad para que actúen con mayor eficacia”, dice. “Uno esperaría que, con todo el dinero manejado por los políticos, el gobierno invirtiera más en comprar herramientas para procesar a los criminales. Los agentes ganan muy poco y tienen que enfrentarse a delincuentes que poseen armas más sofisticadas y muchas veces son las primeras víctimas”, asegura Kaigama.

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