La lepra es una enfermedad infecciosa crónica producida por ‘mycobacterium leprae’, el bacilo de Hansen, que puede afectar a todos los órganos y sistemas de nuestro cuerpo, salvo al sistema nervioso central. Tiene una especial predilección por la piel y los nervios periféricos, produciendo insensibilidad al dolor, por lo que, sin tratamiento, acaban produciéndose deformidades y mutilaciones características. Quizás por ello era tan temida en la antigüedad: los enfermos eran confinados en lugares apartados y todo el mundo les rehuía… Se convertían en apestados sociales.
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Si consultamos los datos de la Organización Mundial de la Salud, en el año 2022, se diagnosticaron en España 10 nuevos casos (es lo que se denomina incidencia; no precisa si en población nativa o inmigrante). No consta que ese año hubiese nadie en tratamiento (lo que se denomina prevalencia). De acuerdo a estos datos, podríamos decir que la lepra no es un problema en España. Quizás la enfermedad de Hansen, tal como se estudia en medicina, no lo sea, pero la lepra que ha infectado nuestra política sí lo es.
Muros que nos dividen
Porque desde el poder se ha emponzoñado nuestra convivencia. Se han erigido –además con orgullo– muros que nos dividen y separan, que impiden que nos reconozcamos y escuchemos unos a otros. En vez de tender puentes, se han reabierto fosas y cavado fosos, para que no podamos estrecharnos las manos y encontrarnos.
Se han metastatizado las instituciones, se han manipulado estadísticas, se ha declarado la verdad, mentira, y la mentira, verdad. Se ha fomentado y decretado por ley la inequidad jurídica y fiscal entre españoles, se ha dejado en libertad a criminales que habían atacado nuestra convivencia, y se ha abrazado y aplaudido a quienes mancharon nuestras calles y plazas de sangre y de dolor.
¿No es todo ello una lepra que va destruyendo una sociedad? ¿Puede alguien afirmar que la lepra no es un problema en España? Recen por los enfermos, por quienes les cuidamos y por este país.
