Kobra: el espray de la conciencia

Es muralista, lucha –y pinta– alrededor del mundo por la paz y la igualdad, contra la pobreza, en defensa de la sanidad, de la esperanza, de la solidaridad y de la propia fe. “Mi arte es una extensión de quien soy, de todo en lo que creo; mis valores, mis principios, mi familia. No se trata solo de estética, me gusta transmitir mensajes importantes en mis obras de arte, hablando de causas en las que he estado involucrado en algún momento de mi vida o en las que todavía estoy involucrado. Causas en las que creo o quiero abordar en forma de arte”, afirma Carlos Eduardo Fernandes Léo (São Paulo, 1975), reconocido internacionalmente como ‘Kobra’, nombre con el que firma cada uno de sus grafitis desde hace un par de décadas.



“Mi arte es un conducto para la transformación y el cambio –sostiene–. Me gusta utilizar mis murales como un medio para crear conciencia sobre muchos temas, como la protección animal, los pueblos indígenas, el medio ambiente, sobre la historia, la memoria, la violencia, el racismo, la paz y la convivencia entre pueblos y diferentes religiones. También hablo de personas que lucharon por la paz y sirvieron a la humanidad”. Teresa de Calcuta, Mahatma Gandhi, Martin Luther King, Nelson Mandela, Dalai Lama, Malala Yousafzai, por ejemplo, premios Nobel de la Paz que reunió en un mismo mural en 2018, bajo el título de Vislumbres de paz, en São Paulo, la ciudad que concentra sus más reconocidos trabajos.

Kobra ha pintado en todo el mundo, cuenta con más de tres mil trabajos en 35 países, de Estados Unidos a Japón, con un estilo que une el fotorrealismo y una explosión geométrica de colores cercanos al pop art. “Ahora que he estado en los cinco continentes, cada cultura, pueblo, tradición, religión, todas esas cosas se han convertido en fuente de inspiración para mi trabajo”, declara en el Jornal O São Paulo. Entre todos sus murales, él –que se define como “activista de la paz” y también cristiano– apunta al que mejor le define: La mano de Dios, que plasmó en las inmediaciones del Minhocão, la vía que cruza São Paulo y que se ha transformado en una gran galería de arte al aire libre. Era septiembre de 2020, y el COVID-19 había estado a punto de llevárselo.

Obra autobiográfica

“Surgió cuando estaba en un lugar muy oscuro, con muy pocas esperanzas y, allí, me arrodillé, hice oración y le pedí a Dios que me sacara de ese lugar –relató–. Entonces, sentí que Dios extendió su mano sacándome de ese lugar oscuro. Esa mano es mi mano, que Dios está rescatando de ese lugar. Dios me dio esperanza y una nueva expectativa de vida. Desde entonces, comencé a pintar y a hacer mi trabajo de nuevo. Por tanto, es una obra autobiográfica”. Ese mural tiene 33 metros de alto por 7 de ancho, el colorismo que le caracteriza tampoco falta en su visión divina: “Él es el Creador de todas las cosas, de etnias, culturas, pueblos. Por eso quise, con mi mano colorida, representar todo esto. La mano azul es mi mano, que casi se ahoga y pierde toda fuerza”.

Hace veinte años, padeció una intoxicación por metales pesados que le causó problemas respiratorios. Fue el momento de la transformación. “Vi a médicos en Brasil y en el extranjero, tomé muchos medicamentos y, hace muchos, muchos años, comencé a ver en Dios una esperanza para todo esto –describe–. Giré mi vida a la fe y, a través de ella, cambié valores, principios, comencé a valorar a mi familia y a las personas que han estado conmigo desde el principio, tuve un hijo. Entonces, a través de la fe en Dios, de la fe en Jesucristo, tuve un cambio en mis principios de vida, aprendí a ser una persona más tolerante, que quiere mejorar cada día, corregirme. Pude viajar a todos los continentes y ver la belleza en todas las culturas, en las religiones. La fe cambia a la humanidad y la cambia para mejor. Estoy seguro de que la intolerancia y la violencia no vienen de Dios, sino del corazón del hombre

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