Guillermo Cano: “En los padres y doctores de la Iglesia podemos reconocer nuestra misma fe y así reforzarla”

El profesor de la Facultad de Literatura Cristiana y Clásica de la Universidad Eclesiástica San Dámaso presenta ‘Historia de los padres y doctores de la Iglesia’ (Almuzara)

Guillermo José Cano Gómez es profesor adjunto a cátedra de la Facultad de Literatura Cristiana y Clásica de la Universidad Eclesiástica San Dámaso en la que él mismo se licenció en Literatura Cristiana y Clásica. Ahora presenta ‘Historia de los padres y doctores de la Iglesia’ (Almuzara Libros) tras doctorarse en Teología Católica por la Université de Strasbourg y licenciarse en Filología Clásica por la Universidad Complutense.



Una propuesta amena

PREGUNTA- ¿Qué novedad ofrece esta nueva historia de los padres y doctores de la Iglesia?

RESPUESTA- Existen multitud de biografías y semblanzas sobre cada uno de los autores tratados en mi libro. Sin embargo, no es fácil de encontrar un único libro que pueda introducir al público general en el conocimiento de los padres y los doctores de la Iglesia: explicar quiénes son, qué hicieron… Por otra parte, he evitado por todos los medios incurrir en un mero elenco de autores y obras. He preferido presentar una historia fluida y amena en la que los autores aparezcan repartidos según un contexto similar. De este modo, cualquier persona interesada en saber quiénes fueron los padres y los doctores de la Iglesia tiene a su disposición un libro entretenido para informarse. Precisamente, con el fin de amenizar la lectura no he evitado anécdotas o comentarios que vinculen constantemente cada tema tratado con el ambiente de nuestros días.

P.- ¿Por qué unir bajo la misma obra a los padres (que son de una etapa que ya se ha cerrado) y los doctores que son una realidad que continúa actualizándose?

R.- Se trata efectivamente de dos categorías diferentes. Por esta razón el libro se articula en dos partes: la primera, dedicada a los padres de la Iglesia y la segunda, a los doctores. No obstante, me parece muy pertinente señalar al mismo tiempo la proximidad entre ambas categorías. El concepto de “doctor de la Iglesia” surge a finales del siglo XIII cuando el papa Bonifacio VIII declara una veneración especial como “doctores de la Iglesia” al grupo de los cuatro padres latinos (san Ambrosio, san Agustín, san Jerónimo y san Gregorio Magno). El hecho de que ambas realidades compartan título en esta misma obra pretende insinuar la íntima relación que existe entre las dos y al mismo tiempo proponer una cuidada reflexión sobre sus diferencias. Estas diferencias pueden resumirse cómodamente en pertenecer a etapas distintas, una ya cerrada y la otra no, pero esta simplificación, por más que sea un buen resumen, no nos disuade de una reflexión más profunda sobre la relación entre padres y doctores.

Una farola en el camino

P.- Más allá de los elementos históricos y biográficos puede que el elemento diferenciador esté en la aportación de cada uno. En general, ¿cuál es la aportación de estos testigos de la historia de la Iglesia?

R.- Cada uno de estos autores vivió en unas circunstancias eclesiales muy concretas y en medio de las cuales ejercieron su “magisterio”. Por eso he dedicado un considerable esfuerzo a sumergir al lector en el contexto histórico y vital de cada autor, con el fin de comprenderlos mejor. Cuando escribía el libro, a menudo acudía a mi mente la imagen de una carretera iluminada cada 30 ó 40 metros con grandes farolas. Una única farola no puede alumbrar toda la carretera, pero al iluminar cada una su radio de acción, toda la carretera queda iluminada. Además, al igual que las farolas, cada autor no sólo iluminó a la Iglesia de su tiempo con su magisterio: definió la fe contra determinadas herejías o la preservó de influencias externas a la fe o, al contrario, la actualizó a los modos de pensar de su tiempo… También el testimonio escrito de su magisterio sirve de orientación a los que vinimos después, pues nos indica por dónde serpentea la carretera, de dónde venimos y qué camino llevamos recorrido.

P.- Como profesor, ¿qué aspectos suscitan mayor interés de estas figuras entre los estudiantes?

R.- Si se me permite retomar el símil de las farolas, a diferencia de la luz uniforme (y monótona) de las farolas, cada autor ha aportado una luz especial propia de su carácter individual. Es muy hermoso ver cómo en cada circunstancia el Espíritu Santo suscitó el magisterio de un san Basilio en la Capadocia del siglo IV o de un san Juan de Ávila en la España del XVI o de una santa Catalina en la Italia del Trecento. Creo que este es el aspecto más interesante de todas estas figuras, que cada una ha iluminado la Iglesia de su tiempo con una luz nueva y única.

P.- ¿Cuál es la actualidad de estos personajes del pasado? ¿Por qué conviene recuperarlos un poco más en la catequesis o en la pastoral?

R.- Todos hemos tenido la gozosa experiencia, tal vez en una JMJ o en el Camino de Santiago o en algún otro encuentro eclesial, de haber compartido con un cristiano venido de muy lejos la misma fe en Jesucristo. Refuerza nuestra fe saber que la compartimos con gente tan distinta. De modo similar, cuando leemos el testimonio escrito de autores muy antiguos, muy lejanos a nosotros en el tiempo, podemos reconocer en ellos nuestra misma fe y así reforzarla. Es asombroso ver que a pesar de las enormes diferencias entre su tiempo y el nuestro, ellos tenían las mismas tentaciones, las mismas debilidades, las mismas aspiraciones, los mismos conflictos internos y también externos… De esta manera, los lectores de este libro podrán descubrir que no son para nada “personajes del pasado”.

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