Editorial

El consenso que necesita el país

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Editorial de VN tras las elecciones generales 20-D

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EDITORIAL VIDA NUEVA | El 20 de diciembre ha dejado un escenario político inédito. El resultado de las elecciones generales ha enterrado el bipartidismo que se da entre el Partido Popular y el Partido Socialista ante el auge de dos nuevas fuerzas políticas, Podemos y Ciudadanos. Con esta irrupción, también han desaparecido las amplias mayorías que facilitaban el pasaporte a la presidencia del Gobierno para la formación con mayor respaldo ciudadano. El voto se ha fragmentado hasta tal punto que, por primera vez en la historia de nuestra democracia, ningún partido solo o con el apoyo de un segundo logra los escaños necesarios para formar Gobierno.

Esta nueva realidad va a poner a prueba a unos y a otros frente a la ciudadanía que les ha elegido. A todos les toca demostrar hasta qué punto son capaces de ejercer una nueva política, pero, sobre todo, su madurez y generosidad para servir a todos los ciudadanos, independientemente de quién les haya votado. Se abre durante esta Navidad un tiempo de reflexión y diálogo donde todos tienen la misión de buscar una salida para evitar un escenario de bloqueo e ingobernabilidad que llevaría a convocar nuevos comicios.

Sería este el peor ejemplo y actitud hacia el pueblo soberano que ha manifestado sensibilidades diversas y que espera de sus representantes diálogo y no enroques. Convertir las diferencias de discurso en antesala de fragmentación y bloqueo puede tener consecuencias graves para un país inmerso en la senda de la frágil recuperación económica y con un debilitado marco social.

El camino hacia el necesario equilibrio institucional pasa, pues, por la responsabilidad de aquellos que han logrado un escaño y por la capacidad de consenso de quienes les lideran. Así, corresponde al cabeza de la lista más votada, esto es, a Mariano Rajoy, la iniciativa de formar Ejecutivo. Y, desde esta perspectiva, es razonable respetar la voluntad de las urnas desde la abstención.

Se inaugura una etapa diferente de hacer política
si quienes ocupan los escaños se convierten en
verdaderos hombres y mujeres de Estado
que anteponen los intereses de partido y
de los programas a la estabilidad del país.

Las conversaciones para hacer posible esta investidura con un pacto que permita formar Gobierno en minoría han de hacerse desde una búsqueda de puntos en común, lo que siempre conlleva alguna renuncia y cesión para los actores implicados. Sin embargo, este respaldo no puede hacerse a cualquier precio, esto es, con órdagos y peajes que acabarán pagando una vez más los últimos. Será cierto que se inaugura una etapa diferente de hacer política si quienes ocupan los escaños se convierten en verdaderos hombres y mujeres de Estado que anteponen los intereses de partido y de los programas a la estabilidad del país.

La Conferencia Episcopal ha demostrado durante la campaña un profundo respeto a la ciudadanía en general, y a los creyentes en particular, evitando condicionar el voto más allá de los valores del Evangelio y de las orientaciones que marca el documento guía Iglesia, servidora de los pobres. Esto no significa que ahora deba mantenerse al margen de esta encrucijada, sino arrimar el hombro para colaborar en una salida consensuada de este cónclave civil.

La Iglesia está llamada a participar de forma activa en la vida pública, a hacer presente el mensaje de Jesús, a defender a los más necesitados, a velar para garantizar los derechos fundamentales. El presidente de la Conferencia Episcopal, Ricardo Blázquez, en la entrevista concedida a Vida Nueva, se ofrece para colaborar “en todo lo que podamos” para “favorecer la voluntad de consenso. No cultivemos lo contrario”. Esta mano tendida rompe con quienes ven en la Iglesia a un enemigo que promueve la crispación.

La Iglesia puede ejercer de mediadora entre los actores institucionales
y de centinela de esa concordia que se hace imprescindible
para promover una legislatura del encuentro y no de la crispación.

Desde la credibilidad y la autoridad que le otorga su servicio a los españoles fuera del hemiciclo, desde la gratuidad en todos los ámbitos –social, educativo, sanitario, cooperación internacional…–, la Iglesia puede ejercer de mediadora, si fuera necesario, entre los actores institucionales, así como de centinela de esa concordia que se hace imprescindible no solo en este primer paso, sino para promover una legislatura del encuentro y no de la crispación, que facilite el acuerdo y la cohesión ante esta nueva transición.

En el nº 2.970 de Vida Nueva. Del 26 de diciembre al 8 de enero.

 

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